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clásica
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hermoso regalo

Una sensual obra de Kaija Saariaho ilumina el regreso de Ernest Martínez-Izquierdo

En la interpretación musical siempre hay misterios. Las mejores orquestas del mundo y los directores más famosos a veces se estrellan en ese difuso terreno de encuentro con el oyente que determina el éxito de un concierto. También, a veces, sucede lo contrario, y una orquesta que no es de primera fila y un director que no cuenta con el respaldo mediático de una multinacional del disco logran un rotundo éxito: así sucedió el lunes en el Palau, en el regreso a Barcelona del director de orquesta y compositor catalán Ernest Martínez Izquierdo, al frente de la Orquesta Gulbenkian de Lisboa.

Desde que abandonó la titularidad de la OBC, en 2006, Martínez-Izquierdo, que reside en París, actúa poco en su ciudad natal. Y en su regreso, ha traído como regalo musical una obra de la gran compositora finlandesa Kaija Saariaho, quien, sentada en un palco del Palau, no quiso perderse la primera audición en Barcelona de Laterna magica, refinada partitura estrenada en 2009 por Simon Rattle y la Filarmónica de Berlín.

Martínez-Izquierdo es, junto a Esa-Pekka Salonen, intérprete de referencia de la obra de Saariaho en todo el mundo -este verano dirigirá en Tokyo el estreno mundial de su Concierto para arpa- y durante su etapa en la OBC, en la que siempre programó la mejor música contemporánea, dirigió varias de sus obras. Pero actualmente, escuchar su música en Barcelona es una rareza.

Ernest Martínez-Izquierdo

Orquesta Gulbenkian. Obras de Rachmaninov, Saariaho y Stravinski. Ernest Martínez-Izquierdo, director.

Palau. Barcelona, 8 de febrero.

En todos los sentidos, poder disfrutar la refinada escritura de Laterna magica, inspirada en la autobiografía del director de cine Ingmar Bergman, fue un regalo precioso. La obra, un soplo de aire fresco en una programación esclava como nunca del repertorio más trillado, es un calidoscopio de colores y ritmos que impactaron por la inquietante belleza sonora de una sensual paleta orquestal que Martínez-Izquierdo recreó con mano maestra.

Antes, en la primera parte, el pianista ruso Nikolai Lugansky conquistó al público con una versión del célebre Concierto núm. 2 de Serguei Rachmaninov de apabullante virtuosismo, con precisión en el dominio de los recursos y un lirismo cautivador en su elegante distancia. Y como plato final de la velada, orquesta y director pisaron a fondo el acelerador interpretando la suite de El pájaro de fuego, de Igor Stravinski, con fantasía tímbrica, fuerza rítmica y rotundas dinámicas.

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Gran concierto, aunque el Palau no se llenó, y eso que los precios de las localidades, de 15 a 80 euros, eran sustancialmente más bajos que los del anterior concierto del mismo ciclo, Palau 100, con la famosa Royal Concertgebouw, que llegaron a los 175 euros. Así van las cosas en una ciudad que presume de melómana.

 

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