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Actores jugando a ser actores

Emma Vilarasau y Jordi Boixaderas diseccionan la profesión y el papel del público en ‘Infàmia’, escrita por Pere Riera

Emma Vilarasau y Jordi Boixaderas interpelan a Francesc Ferrer, en La Villarroel.
Emma Vilarasau y Jordi Boixaderas interpelan a Francesc Ferrer, en La Villarroel. David Ruano

¿Por qué alguien decide ser actor? ¿Es diferente de ejercer de abogado o profesor? ¿Hay que tener una personalidad especial? ¿Qué sacrificios personales implica y qué papel juega el público? El dramaturgo Pere Riera reflexiona sobre lo que representa esta profesión en Infàmia, una obra que aúna en La Villarroel toques de comedia con el intento de descubrir los misterios y miedos personales que esconden los protagonistas. Especialmente en lo que se refiere a Eva Dolç, personaje que interpreta Emma Vilarasau.

Eva es una reconocida y veterana actriz que, tras abandonar su profesión, ejerce de coach. Por qué decidió bajar de los escenarios y aparcar su aparentemente exitosa carrera es uno de los hilos conductores del montaje. “Es una mujer muy exigente”, explica Vilarasau. Eva está dirigiendo unas clases para profundizar la técnica teatral de dos actores más jóvenes, Sara (Anna Moliner) y Aleix (Francesc Ferrer). La primera, en la treintena, siente que está al límite; lleva años dedicándose a la profesión pero cree que no acaba de encajar ni de encontrar su lugar. Nada es como ella había imaginado en un inicio, cuando decidió dedicar su vida a la interpretación. Su frustración no solo abarca el ámbito del trabajo, sino que también se extiende a su faceta personal. Si cambiará de rumbo o seguirá intentándolo, es otro de los misterios de Infàmia.

Francesc, en cambio, nunca se ha planteado qué significa dedicarse a la interpretación. Le gusta ser actor, sobre todo por todas las cosas que rodean al oficio. Como si fuese uno de los personajes que interpreta, no duda en echar mano a la frivolidad o a la ironía en su vida diaria. Así enmascara lo que no le gusta de su personalidad. La inseguridad no va con él, y su máxima es gozar del éxito efímero.

Sobre los dos, Sara y Aleix, recae el sambenito de “actores emergentes”. Ambos están en manos de Eva, quien proyecta sobre ellos sus heridas personales. Hasta que entra en acción Toni (Jordi Boixaderas) y contribuye a trastocarlo todo un poco más. Toni siente, casi compulsivamente, que tiene que interpretar muchos papeles. Quizá por este motivo una vez su terapeuta le dijo que se había hecho actor porque no sabía quién era en su vida real.

“Es alguien que dentro de una reunión haría una broma, le gustaría ser el centro de atención. Nos lo imaginamos como alguien que concibe su trabajo de una manera muy lúdica, que sale a divertirse”, desgrana Boixaderas. La entrada de Toni en las vidas de los tres personajes, que ya de por sí tienen una crisis de vocación, acabará por ser un revulsivo. “Les cambia un poco la situación porque Toni lo complica y enreda todo. Él añade retos, juegos a la acción”, detalla Boixaderas.

La escritura de Infàmia fue un encargo directo de la directora artística de La Villarroel, Tania Brenlle, a Riera, quien también dirige el montaje. La obra disecciona cómo las experiencias personales influyen en la vida profesional. Y, en este sentido, tienen muy presente al público, a la masa de espectadores desconocidos que cada noche paga una entrada para sentarse en una butaca y bucear en una ficción. “Continuamente se habla de él”, afirma Boixaderas. “Riera abre preguntas y se cuestiona muchas cosas. Pero no es nada moralista. Creo que con Infàmia quería hacer un regalo al público”, añade Vilarasau. El director vuelve a trabajar con la actriz tras el éxito cosechado con Barcelona, montaje con el que ambos ganaron un premio Max. El primero en la categoría de mejor autoría y la segunda como mejor actriz.

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En esta ocasión, Infàmia, en cartel hasta el 13 de marzo, se desarrolla en una sala de ensayo, con todo lo que implica hacer un cierto metateatro. “Podrías poner en boca tuya algunas cosas”, declara Vilarasau. “Cuando preparo un papel acostumbro a partir de yo mismo, a aproximarme a lo que le pasa a ese personaje por cómo soy”, opina Boixaderas.

En medio de este juego de espejos y realidades, Riera mantiene en Infàmia hasta el final la incógnita de por qué alguien decide dar al traste con su profesión o abrazarse a ella y a todas sus carencias personales, sin rencor.

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