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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Debilidades y expectativas

La clave la tiene el PSOE. Su cambio está a medio hacer, debatiéndose entre experimentar con los nuevos o seguir aferrado a la falsa seguridad del poder que aún mantienen

Joan Subirats

Ha transcurrido un mes desde las elecciones generales y cuatro meses desde las elecciones catalanas. Y casi todo está por decid ir. El gobierno catalán empieza a andar con muchas incertezas y con una tarea titánica por delante. Demostrar que las cosas concretas, el día a día de las políticas y la gestión pública, pueden seguir funcionando e incluso mejorando, al mismo tiempo que se avanza en un proceso constituyente que nos lleve a una nueva institucionalidad. En el otro lado, la configuración política surgida de las elecciones del 20D no da para muchas alegrías. Y cualquier configuración que pueda surgir de las conversaciones y debates entre potenciales aliados puede acabar resultando frágil y poco estable. Hay una gran distancia entre las tareas que nos plantea el cambio de época que atravesamos y las capacidades y mimbres con que construir gobiernos a la altura de esas exigencias.

Sabemos que el turnismo imperante tantos años en el sistema político español no tiene posibilidades de seguir funcionando. Y ello exige reacomodaciones en los dos grandes partidos, con la carga de sacrificios personales que ello inevitablemente conlleva. En el Partido Popular, el tema es más grave ya que está en el poder, viene de una época de hegemonía institucional generalizada que no se correspondía en absoluto con la progresiva pérdida de la hegemonía política y social que iba sufriendo. Indicios de corrupción sistémica, pérdida de alcaldías y de gobiernos de comunidades autónomas, han ido anticipando lo que hoy resulta perentorio pero casi imposible para el PP: renovar liderazgos, generaciones y programa. Es un partido del pasado, con mensajes obsoletos y con prácticas y maneras de hacer cada vez menos atractivas para personas de menos de 50 años. Los partidos presentes estos años en las distintas estructuras de poder han ido, mal que bien, tratando de mostrar otras sensibilidades, rostros y mensajes. Convergencia lo hizo con Mas, luego aprovechó la oleada de la independencia y hoy trata de refundarse, sacándose de encima el pesado lastre de Pujol. Los socialistas lo hicieron con Sánchez, pero están divididos y muestran al descubierto sus miedos y esperanzas. Miedos a ser barridos, esperanza de poder apuntarse al carro de la renovación. Al PNV se le ha de situar aparte, tanto por su capacidad de no jugar al liberalismo y mantener su tradición socialcristiana, como por la especial institucionalidad vasca. La política vasca sigue siendo la más resistente al cambio, pero los datos del 20D apuntan a movimientos de fondo y pronostican nuevos escenarios. Izquierda Unida ha llegado al límite de su resistencia, y cada vez cuesta más conjugar esfuerzo militante con escasísimos resultados.

La emergencia de nuevas formaciones políticas, mezcla esperanza y proyectos por definir. Ciudadanos tiene aún que decidir que quiere ser de mayor. El campo de Podemos se ha llenado de pluralidad y de diversidad territorial, lo que refuerza su imbricación y enraizamiento, pero complica su mensaje. En definitiva, estamos en pleno juego de debilidades y expectativas, cuando en cambio necesitaríamos combinar con urgencia la imprescindible renovación de propuestas y mensajes y con el fortalecimiento de la presencia en primera línea de personas solventes y creíbles.

La clave de todo, para bien o para mal, la tiene el PSOE. Su transformación está a medio hacer. Se debate entre experimentar con los nuevos o seguir aferrado a la falsa seguridad del poder que aún mantiene. Y no hace falta ser muy listo para saber que en la Europa del siglo XXI, en la economía globalizada en la que estamos instalados definitivamente, el no aceptar la plurinacionalidad de España resulta no solamente ridículo sino también estratégicamente suicida. La pregunta es saber si el PSOE y el PSC son capaces de entender que es mucho más alicorto y limitador empecinarse con la unidad indisoluble de España que tratar de recuperar espacios con visiones modernas de la soberanía compartida y con formas fraternas (y por tanto vinculadas, pero diferentes) de relacionar los pueblos que componen Europa y España. Que el PP no juegue a ello es natural y cuadra con su perfil conservador y jerárquico. El que los socialistas no quieran entenderlo los puede ir excluyendo de recuperar los vínculos con las nuevas capas ilustradas y viajadas que saben que hoy más que hablar de independencia se trata de poder escoger tus interdependencias desde el reconocimiento de lo que eres.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.

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