_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los tentáculos del desafío

El problema catalán, que muchos querían acantonar en la minoría independentista, reaparece ahora de la mano de Podemos como eje de los pactos de gobierno

Desde que concluyó el escrutinio de los votos emitidos el pasado 27 de septiembre, existe una amplia tendencia analítica que acota, que delimita el problema, el desafío catalán a un 47,8% del electorado concernido. No discutiremos ahora si eso es mucho o es poco. Siendo, en todo caso, una cifra por debajo del 50,01%, bastantes observadores creyeron que el tema estaba cerrado y resuelto; democráticamente resuelto, por lo menos.

Pero no. Entre otras razones, porque sólo una visión reduccionista y miope de la realidad político-social en Cataluña puede circunscribir el desafío a la existencia de un campo político independentista que cuenta con el apoyo de algo menos de la mitad del electorado. Algunos parecen haberlo descubierto recientemente: Podemos —revelan con gran alarma— acudió a las elecciones generales de un mes atrás en alianza con los nacionalistas catalanes, entendiendo por tales a Xavier Domènech o Ada Colau, y haciendo suya la reivindicación esencial del nacionalismo, el derecho de autodeterminación.

Carezco de autoridad alguna para discernir si el colega y amigo Domènech o la alcaldesa Colau son “nacionalistas”, dada además la polisemia del vocablo. Me atrevo a aventurar que, sin hacer suya tal etiqueta, consideran Cataluña —la sociedad catalana— como un sujeto político al que, desde hace generaciones, muchos de sus integrantes atribuyen el carácter de nación. Igual que lo hicieron en su día el POUM, el PSUC, Iniciativa, Andreu Nin, Joan Comorera, Antoni Gutiérrez Díaz, Rafael Ribó y tantos otros exponentes del “pensamiento reaccionario” (sic).

Sea como fuere, de lo que estoy seguro es de que, sin haber incluido en su programa para el 20-D el compromiso de un referéndum acerca de la independencia de Cataluña, En Comú Podem no habría alcanzado ese día los espectaculares resultados que registró: el 24,7% de los votos, casi un millón de papeletas y 12 escaños. Que, sin añadir a su perfil de izquierda regeneracionista y transformadora la apuesta por requerir la opinión de los ciudadanos sobre el futuro status político catalán, todo el carisma de Ada Colau no hubiera bastado para poner a la lista de Xavier Domènech en lo alto del ránquing. Abona esta tesis el resultado obtenido, apenas tres meses antes, por una candidatura de composición muy semejante (Catalunya Sí que es Pot) que, sin embargo, hizo una campaña mucho más timorata y huidiza con respecto al tema soberanista.

De manera que ya ven: ese desafío catalán que tantos querían acantonar en la reserva india del independentismo minoritario (apenas el 47,8%, ¡bah!), reaparece de la mano de Podemos como la piedra de toque de la formación en España de una mayoría de gobierno alternativa al Partido Popular. Una piedra de toque que los de Pablo Iglesias no pueden arrojar fácilmente por la borda, porque se juegan en ello (más que en la perdida pugna por los grupos parlamentarios) la credibilidad y el atractivo recién adquiridos con su capacidad de adaptarse a las realidades nacionales de Cataluña, Valencia, Euskadi o Galicia.

Pero es que, además, el desafío se ha colado también en el debate postelectoral del PSOE. ¡Qué ironía! Con lo contentos que estaban en Ferraz tras haber forzado al PSC a abjurar de aquella “consulta pactada” que los socialistas catalanes llevaron en su programa de 2012, ¡y ahora el asunto les reaparece formulado de manera más cruda —un referéndum— y convertido en línea roja de Podemos para pactar con Pedro Sánchez!

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Naturalmente, el mero hecho de que Sánchez no haya dado un portazo a Iglesias y corrido a ofrecer sus votos a Rajoy está provocando gran inquietud entre los guardianes de las esencias patrias, incluida aquella porción del PSOE que, en realidad, es del PP pero se resiste a admitirlo. Desde fuera, próceres varios le prodigan al partido socialista consejos de cordura, esto es, de pacto con el PP. Desde dentro, la andaluza Susana Díaz, el manchego Emiliano García-Page, el extremeño Guillermo Fernández Vara, el aragonés Francisco Javier Lambán y otros barones multiplican las advertencias/amenazas al secretario general, y no comprenden que el PSOE haya facilitado la constitución de grupos parlamentarios senatoriales de Esquerra y de Democràcia i Llibertat. ¡Al enemigo, ni agua!, gritan los que se postulan paladines del diálogo, la concordia y la reconstrucción de puentes.

Con el desafío catalán ocurre como con la realidad: que la echas por la puerta, y regresa por la ventana.

Joan B. Culla i Clarà es historiador

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_