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Mishima despide su gira entre sonrisas y melancolía

El grupo llenó la sala Apolo en el adiós de ‘L’ànsia que cura’

David Carabén, durante el concierto de Mishima.
David Carabén, durante el concierto de Mishima.JUAN BARBOSA

Una de las razones que mueven a ser músico se manifestó con toda su carga emocional en la sala Apolo en la noche del martes. Toda la sala, toda, llena, entradas agotadas, cantaba y volaba con sus brazos mientras el grupo en escena afrontaba esas canciones que un día dejaron de ser suyas para pertenecer a quienes en aquel momento, frente a ellos, ya actuaban como propietarios y dueños absolutos de ellas. Y no se trataba de fans enajenados por el donaire del cantante, por la parsimonia señorial de su teclista, por el descaro de su guitarrista o por la altura hierática de su batería, sino porque la complicidad, destilada tras centenares de escuchas, establecía una familiaridad de cuadrilla, de grupo de amigos que sin equívocos leen las frases entre líneas y habitan en un mundo de similares problemas, esperanzas, frustraciones y aspiraciones. Un grupo y sus fans. Mishima despidiendo la gira de L’ànsia que cura, diciendo adiós a sus canciones hasta que sean empujadas por las aún no compuestas.

Mishima tiene dos salas en Barcelona, y por las dos han pasado en esta despedida. Una es pequeña, Heliogàbal, una prolongación de su propia casa. En ella se sumaron a las fiestas de celebración de su vigésimo aniversario, y en Apolo, donde han sintonizado con la masa de sus seguidores, reiteraron su adiós ya no tan en familia. Y entre los seguidores del grupo parece existir un vínculo invisible que les otorga una inopinada familiaridad. Tanto que entraban ganas de felicitar a un par de embarazadas que asistían al concierto tal y como si fuesen unas primas tan sólo algo lejanas. En una lectura menos empática su estado de gravidez pautaba el paso del tiempo, haciendo pensar que seguramente no conocían a sus parejas cuando Mishima cantaban Miquel a l’accés 14, una de las piezas que interpretaron de su primer disco en catalán, del ya lejano 2005.

En esta tesitura el concierto fue una celebración de aquellos que ya comienzan a conjeturar, en serio, más allá de las bromas, con el final de la juventud. Es el mundo de Mishima, el de las personas que solapan los años agitados con aquellos en los que la agitación se mueve a gatas. Y una de las muchas canciones que expresan este momento, Neix el món dintre de l’ull, una letra de pareja, no necesariamente bisoña, encarando las preguntas que hablan de afrontar la vida, fue interpretada por La Iaia, quienes tomaron el escenario para versionar en clave más hirsuta y eléctrica este tema de Mishima. Ellos como invitados espaciales junto a la incorporación de vientos y cuerdas, fueron los elementos que iluminaron una noche de fiesta.

Como todas las noches especiales tuvieron muchos momentos para clasificar en el rincón de los instantes que permanecen. Cada asistente guardó el suyo, uno que aunase plasticidad, sigilo, empatía y entrega. Fue cuando antes de entrar las cuerdas en No et fas el llit por encima del silencio que reinaba entre el público se percibió el tenue siseo, podría pensarse que mayoritariamente de ellas, que acompañaba la correcta pronunciación de las muchas eses que hay en las primeras estrofas de un tema que habla de otro de los asuntos más cercanos a la asistencia, el de las parejas que lo fueron: “Diu que ja no et fas el llit / i que plores a la nit”. Cuchillos de lengua, dientes, labios y saliva rajando el silencio para hacer propia, otra vez, una letra quién sabe si también vivida.

Y sonaron cerca de una treintena de canciones en una noche de dos horas y media que pasaron tan rápido como la juventud cuando se bordean los 40. No faltó ningún éxito, menos aún en el tramo abierto tras El corredor con Ossos dins d’una caixa y que desembocaría en los bises tras un goteo de expansiones también incluidas en su último trabajo, no sólo en los viejos. Poco antes se había cerrado el tramo más íntimo del concierto, el de las baladas en sentido estricto, donde brilló Aquí hi va un do casi desnudo para alentar suspiros. Los de una generación que se está haciendo mayor junto a su grupo favorito. Fue hermoso. Y además un excelente concierto con Mishima sonando como lo que es, un grupo maduro y hecho. Nobleza obliga.

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