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La CUP, un partido con cuatro almas que mantiene en vilo a Cataluña

El partido no tiene líderes formales, pero una quincena de dirigentes marcan la pauta del debate sobre Artur Mas

Reunión del Secretariado Nacional de la CUP.
Reunión del Secretariado Nacional de la CUP.A. Garcia

Independentistas, anticapitalistas, feministas e internacionalistas. A falta de dos almas, la CUP (Candidatura d’Unitat Popular) tiene cuatro, y sobre todas ellas recae ahora la responsabilidad nunca prevista de decidir quién va a presidir la Generalitat de Cataluña. Partidarios y contrarios de la figura de Artur Mas batallan estos días para imponerse tras el insólito empate de su asamblea a 1.515 votos. Los dos bandos están claros y, aunque la CUP no tiene líderes formales, el sí lo representa Antonio Baños y el no, Anna Gabriel. Ambos comparten bancada en el Parlamento catalán y a su alrededor orbitan decenas de cargos locales, casi siempre anónimos, que dan músculo a la formación.

La izquierda independentista tiene experiencia en escenarios contradictorios. Siempre se ha movido en la dicotomía entre la secesión y la posibilidad de dinamitar el sistema capitalista para crear uno nuevo. La CUP nació en el ámbito municipalista y en 2012 tuvo el dilema de dar el salto a la política autonómica. Lo dio con el periodista David Fernández encabezando el proyecto. Y logró tres diputados. Desde entonces, el partido vive en tensión permanente por lo complicado que es mantener una estructura asamblearia dentro de la política institucional.

Convergència lo ha sufrido en sus propias carnes durante la negociación. “A cada reunión la CUP nos enviaba representantes distintos; era una pesadilla porque cada vez había que volver a empezar”, reconoce un dirigente de CDC.

Bajo el liderazgo del periodista David Fernández, que recientemente ha sido reclutado por Ada Colau para supervisar la Oficina para la transparencia del Ayuntamiento de Barcelona, la vertiente independentista del partido ganó poder frente a la más antisistema.

El bloque granítico del no. Los diez diputados que ahora se sientan en el Parlament simbolizan a la perfección el dilema actual. Anna Gabriel representa al sector más reacio a que Artur Mas revalide el cargo y así lo ha demostrado en sus intervenciones. No ha dejado de insistir a Junts pel Sí para que designe a un candidato alternativo desde que la CUP se reveló “decisiva” para formar un Gobierno. Criada en el pueblo minero de Sallent (Barcelona) con los valores del comunismo y el anarquismo, Gabriel esperará al último momento para que el proceso independentista no descarrile, pero no pasará por apoyar a un president que simboliza las privatizaciones y los recortes sociales. Del mismo modo, los diputados Benet Salellas y Josep Manel Busqueta no quieren que la “nueva etapa” republicana esté liderada por una figura vinculada a la etapa autonómica.

Busqueta encarna los valores más auténticos de la CUP. Ahora es diputado pero no ha dejado de trabajar en la pastelería de su familia en Bellpuig (Lleida), aunque llegue al Parlament tras pasar la noche en el obrador. Es economista y un bolivariano convencido que llegó a asesorar al presidente venezolano Hugo Chávez, a quien recomendó aumentar el volumen de nacionalizaciones. La CUP defiende los valores del internacionalismo, entendidos como la solidaridad entre los pueblos más allá de los Estados. Por otro lado, Busqueta tiene una faceta de analista y no se le escapa el riesgo de ruptura en la CUP.

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Otra voz de la dirección que se han posicionado contra la investidura de Mas es Xevi Generó.[Este licenciado en Ciencias de la Actividad Física es portavoz del secretariado del partido, una actividad que combina como puede con su profesión como guardia del refugio de montaña de la sierra de Ensija, en el Pirineo, a 2.100 metros de altitud.

Los defensores de Mas. Antonio Baños y Julià de Jòdar, diputados que no militan en la CUP, se muestran partidarios del pacto con Junts pel Sí para no perder la oportunidad de avanzar en lo que llaman el “proceso constituyente” de la futura República catalana. Jòdar, de 73 años, es un histórico de la lucha independentista, faceta que ha combinado con la de novelista. En 2012 cerró la lista de la CUP junto al exfutbolista del Barça Oleguer Presas. Antonio Baños, por su parte, defiende a Mas, pero no su liberalismo, como queda patente en libros que ha publicado, como La Economía no existe o Posteconomía.

Los diputados Albert Botran y Sergi Saladié, también se han mostrado más abiertos al pacto. El primero llegó al Parlamento de Cataluña tras cultivar su faceta de historiador con varias publicaciones sobre la historia de los llamados Països Catalans y de la propia CUP. El segundo, representante de la provincia de Tarragona, ha sido un firme opositor del complejo de casinos BCN World que la Generalitat promueve en Tarragona y que ahora Artur Mas ha frenado para facilitar el pacto con la CUP. Además de Poble Lliure, el sí a Mas ha tenido en las últimas semanas el apoyo de cuatro de las 13 asambleas territoriales, básicamente las de Girona y el interior de Cataluña.

Los que decantan la balanza. Entre quienes no se han definido abiertamente, se puede incluir a los diputados Eulàlia Reguant, Gabriela Serra y Ramon Usall. Reguant ha trabajado las propuestas del plan de choque contra la pobreza y en medio de las negociaciones con Junts pel Sí reconoció que era imposible aspirar a desarrollar un plan “ambicioso” con los interlocutores que tenía al otro lado de la mesa.

Gabriela Serra es la veterana del grupo, vinculada a las luchas sociales desde los años setenta. En los ochenta se movilizó contra la entrada de España en la OTAN y contra las políticas de Felipe González. Esta diputada ha puesto su experiencia sobre la mesa para buscar puntos de encuentro entre las formaciones independentistas. Serra encarna los valores feministas de la CUP. En el partido nadie se extraña cuando en sus asambleas los dirigentes y militantes utilizan el género femenino como forma inclusiva para ambos sexos en lugar del habitual masculino. En la CUP “todas” deciden sobre Mas.

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