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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Segundo terremoto catalán

La confluencia de izquierdas gana en Cataluña y Ada Colau se perfila como la figura política del futuro

Enric Company

En Cataluña ganó la izquierda, pero esta vez los primeros no ha sido la encarnada por el PSC, como siempre excepto en 2011, sino por la reagrupada en torno a Podemos. Es la segunda vez que la izquierda gana en poco tiempo, y como que la primera fue en las municipales de mayo, hace tan solo siete meses, el voto de ayer tiene un marcado carácter de ratificación. Se ha certificado que la fórmula de En Comú Podem es buena, que funciona la unión de Iniciativa Verds y Esquerra Unida con la nueva izquierda surgida de las plazas en el movimiento del 15-M y de las luchas contra los recortes sociales y laborales. También es, claramente, la ratificación de un nuevo liderazgo en Cataluña, el de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, una figura potente de la que, vista la capacidad de arrastre demostrada en las dos elecciones en las que se ha implicado, cabe esperar mucho. Ella se alza como la apuesta de futuro.

Esta victoria de la izquierda se ha producido de una forma que solo puede interpretarse como un castigo al partido que ha gobernado España desde 2011, el PP de Mariano Rajoy, que ha perdido aquí más de la mitad de los diputados obtenidos hace cuatro años. Al mismo tiempo, tan significativo como esta derrota ha resultado ser el fuerte descenso sufrido por la fuerza gobernante en el Palacio de la Generalitat, aunque sea en funciones, el partido de Artur Mas. La nueva marca electoral de la vieja Convergència, Democràcia i Llibertat (DiL), ha quedado relegada al cuarto puesto cuatro años después de que CiU arrebatara al PSC la condición de fuerza ganadora de las elecciones legislativas en Cataluña. El consuelo de Miquel Iceta es que, al menos esta vez, el PSC ha quedado bastante por delante de Ciudadanos.

La marca electoral de Convergència, Democràcia i Llibertat, ha quedado relegada al cuarto puesto cuatro años después de que CiU arrebatara al PSC la condición de fuerza ganadora.

Es inequívoco el castigo de los electores al partido de Artur Mas. Como en el caso del PP, se hace difícil deslindar en un primer momento cuál de los varios motivos de castigo es más relevante o ha pesado más en la voluntad de los electores que han decidido abandonarle. ¿Las prácticas fiscales de los Pujol, que han arruinado el crédito moral y político de la antigua CiU? ¿La aventura independentista y su insensato acercamiento a la desobediencia civil predicada por la CUP? ¿O las consecuencias de su entusiasta adhesión a las políticas neoliberales, a los recortes de salarios, derechos laborales, servicios sociales, etcétera? En el caso del PP de Mariano Rajoy está claro que las contrarreformas sociales y económicas pesan abrumadoramente, pero desde luego su pérdida de votos catalanes es también un castigo por la catarata de casos de corrupción que ha protagonizado.

Quienes pierden son los partidos gobernantes, pero no está claro cuál es el futuro del nuevo mapa después de este terremoto electoral, el segundo desde mayo. La pugna entre DiL y Esquerra Republicana (ERC) por la hegemonía en el campo del independentismo, una pelea siempre subyacente en las relaciones entre ambas fuerzas, han quedado en tablas. Los resultados de ambos partidos están por debajo de los porcentajes que obtuvieron en las elecciones al Parlament del 27-S, hace tan solo tres meses. Lo normal sería que la reflexión sobre esa diferencia tuviera consecuencias. ¿Condenados a entenderse o condenados a separarse? Sumaron el 47,5% el 27-S. Ayer quedaron más de 15 puntos porcentuales por debajo de esta marca.

El consuelo de Miquel Iceta es que, al menos esta vez, el PSC ha quedado bastante por delante de Ciudadanos
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Albert Rivera y sus Ciudadanos no han podido renovar la condición de segunda fuerza en Cataluña que alcanzaron en septiembre, y aunque esa no sea probablemente la principal de sus frustraciones de hoy, lo cierto es que su papel ha sido drásticamente redimensionado. Ganan lo que pierde el PP. En el debate abierto en España acerca de cómo abordar la crisis planteada por el independentismo catalán, la apuesta de Ciutadans es claramente subsidiaria del PP, la principal fuerza de la derecha y del nacionalismo español conservador. Esta vez, los electores no han querido otorgarles el protagonismo que les dieron el 27-S. Y en cambio se lo han dado a En Comú Podem, la única fuerza que propone la convocatoria de un referéndum sobre el futuro de la articulación política de Cataluña en España, acordado y legal. La propuesta rechazada siempre por el PP, ahora también por los independentistas y abandonada hace un año por los socialistas ha resultado ser la ganadora en Cataluña en estas elecciones.

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