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Un concierto para desengrasar

La Sinfónica de Galicia, Bavouzet y López Cobos bordan un precioso programa del Clasicismo musical

La Orquesta Sinfónica de Galicia y Jesús López Cobos han celebrado el séptimo concierto de abono de los viernes, que este sábado se habrá repetido como cuarto del abono sábado. En sus atriles, la Sinfonía en re mayor de Juan Crisóstomo Arriaga, el Concierto para piano y orquesta nº 18 en si bemol mayor, K 465 de Mozart –con Jean-Efflamm Bavouzet como solista-, y la Sinfonía nº 4 4n si bemol mayor, op. 60 de Beethoven.

Tras las celebraciones del sesquicentenario de Sibelius, un programa totalmente centrado en el clasicismo musical como el de esta semana es agradecido por algunos aficionados, tanto como lo sería un ligero consomé bien desgrasado después de la ingesta de comidas copiosas; de esas que a ciertos estómagos especialmente delicados les cuesta digerir. Escrita en su época estudiantil, la obra de Arriaga posee una frescura, transparencia, riqueza melódica y buena factura que sorprenden en un autor de apenas 17 años.

La versión de la OSG y López Cobos resaltó esas cualidades y el aire dramático de algunos de sus pasajes. Destacaron los solos de Claudia Walker Moore -con el sonido aterciopelado que obtiene con la boquilla de madera y el cuerpo metálico-, los de David Villa al oboe por fraseo y riqueza tímbrica y los de clarinete de Juan Ferrer por su sólida dicción. También, como sucedería en la Cuarta de Beethoven, la precisión y buena afinación de José Belmonte con los timbales barrocos y el timbre que les extrae por su muy bien graduado uso de las baquetas.

El Concierto para piano nº 18 de Mozart conserva la frescura de sus primeras obras concertantes para el instrumento, pero anuncia ya la grandeza de las últimas de la serie. El uso de una especie de bajo Alberti por los contrabajos y los pedales de de estos y de los vientos son una base instrumental que parece animar al diálogo con el solista. Bavouzet lo tocó con un carácter perfectamente adecuado al estilo de la obra y con ese especialísimo encanto con el que el de Salzburgo sorprendió y se llevó de calle a los asistentes a sus Academias (conciertos de abono en la Viena de la época). La delicadeza alternante con la firmeza y la forma de presentar los giros melódicos con que Mozart sorprendía a su público tuvieron idónea traducción en las manos de Bavouzet.

Su forma de dialogar con la orquesta, prácticamente camerística, tuvo una manifestación visual en las miradas de complicidad que intercambió con Massimo Spadano, el concertino de la Sinfónica. El acompañamiento de López Cobos y la OSG, en consonacia perfecta con el solista, fue muy cuidado y, al final mismo del Andante un poco sostenuto central, hubo un momento de suspensión con el oboe cantando sobre las maderas y la trompa en pianissimo tan sobrecogedor que no se oyó ni una tos entre este y el Allegro vivace final.

Parece que el maratón beethoveniano de 2013 de López Cobos, cuando dirigió las nueve sinfonías del de Bonn en un solo día en el Auditorio nacinal de Madrid, le hubiera insuflado nuevas energías. Y si su Beethoven fue realmente memorable aquel día, la versión que el viernes ofreció de la Cuarta en el Palacio de la Ópera de A Coruña superó todas las expectativas.

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El misterio de la introducción en adagio del primer movimiento, con unos forti llenos de discreta firmeza, dio paso a toda la energía de este Allegro vivace inicial. Sus contratiempos fueron como una resaca que nos alejara de la zona de confort de la costa para sumergirnos en las oleadas de fuerza típicas de Beethoven. Fuerza que, sabiamente regulada por el maestro zamorano, nos condujo a la elevada serenidad del Adagio, de modo bien apacible; cualidad que tan cara vendió siempre el sordo de Bonn.

Pocos directores pueden hacer en España un Beethoven tan estilísticamente adecuado coo López Cobos. Los crescendi del tercer movimiento, los diálogos entre cuerdas y maderas o la forma de destacar el casi mordente del timbal al fin de este movimiento fueron realmente espectaculares. El dinamismo y la serena fuerza del su Allegro ma non troppo final redondearon una versión digna de recuerdo. Tanto que algunos buenos aficionados se preguntaban a la salida por qué esta obra no se prodiga más en las programaciones. La respuesta bien podría ser que no siempre puede dirigirla Jesús López Cobos.

La Orquesta Sinfónica de Galicia mantiene con él una excelente relación artística desde hace muchos años. El maestro zamorano ha sido y es uno de los directores invitados más apreciados (fue algunas temporadas director principal invitado) por los músicos de la orquesta y su público habitual. Esa buena relación se mantiene y eso se advierte en detalles como los aplausos de bienvenida, que siempre superan en tiempo o intensidad los límites de la mera cortesía, o enel cariño con que los profesores de la orquesta le fuerzan a recibir en solitario la ovación final del público. ¡Por muchos años!

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