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Pájaros de hierro, ‘cowboys’ y zulús

El Dau, festival de juego de mesa de Barcelona, sale del recinto de la Fabra i Coats e incluye este año recreaciones de batallas históricas, juegos populares e instalaciones interactivas

Participantes en un juego de mesa en el Born, que se ha sumado este año al festival Dau.
Participantes en un juego de mesa en el Born, que se ha sumado este año al festival Dau.CARLES RIBAS

“Como se sabe, los pájaros de hierro ponen huevos de madera”. Lo dice, con toda naturalidad, el veterano inventor de juegos Joan Rovira, mientras manipula las poleas de una estructura hecha con restos de bicicletas. Desde unas barras abstractas en la parte superior —el pájaro— cuelga un huevo de madera atado a una cuerda; un niño de cinco años trata de atraparlo con un cazo, “para cuidarlo y que no se extinga la especie”, explica Rovira, de nombre artístico Guixot del 8.

A su alrededor, en el parque del Canòdrom de Sant Andreu, hay decenas de sus singulares creaciones, todas hechas a partir de algún despojo de biciclo.Son sólo una pequeña parte de la oferta del Dau, el festival de juegos de mesa de Barcelona. En su cuarta edición, celebrada entre ayer y hoy, el encuentro se ha diversificado y expandido más allá de su ubicación tradicional, en la fábrica Fabra i Coats de Sant Andreu.

Aunque hay más vidilla por las calles y plazas, es en la antigua fábrica donde se encuentra el ajetreo. Entre las familias y grupos de adolescentes pasea Oriol Comas, director del festival y romántico del mundo del juego, repartiendo un jeroglífico estampado en su tarjeta personal. “El juego de mesa está muy bien de salud: las tecnologías no son ninguna competencia, porque no permiten a las personas sentarse junta, reír, tocarse”, proclama mientras pasea entre las mesas, abarrotadas de grupos de gente concentrada en sus tableros.

El festival llenó las

Los jugadores están metidos en el papel, con toda la parafernalia incluida. Hay grupos de gangsters echando cartas, disfraces ambiguos que podrían ser un Batman o un inquisidor y mesas de cowboys concentrados en el Colt Express, flamante ganador del Spiel des Jahres, premio alemán al mejor juego del año.

“La vocación del Dau es totalmente pública. Presentamos los juegos a las familias para que después no tengan excusa para no jugar”, explica Comas jovialmente. Sin contar la pequeña contribución de las editoriales, la financiación depende totalmente del ayuntamiento, con un presupuesto de unos 100.000 euros. La respuesta ha sido alentadora: “el primer año vinieron 3.500, el segundo 8.500 y el tercero 14.000”. El interés por el ocio de toda la vida no decrece.

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En el microclima del Dau, los creadores de juegos son los héroes del momento. El francés Philippe des Pallières, inventor de Los hombres lobo y Mafia de Cuba, es prácticamente inaccesible: está demasiado ocupado firmando autógrafos a una fila interminable de personas. Entre los asistentes internacionales están también Tom Werneck, Vlaada Chvátil y Manuel Rozoy, ganadores de los premios Dau a la mejor trayectoria del año que se entregarán hoy a las siete de la tarde en el Palau de la Virreina.

De puertas afuera, algunos aprovechan los últimos calores de otoño para presentar sus apuestas. En el patio de la Fabra i Coats, la productora Cheap Films ficha a los paseantes desprevenidos y les hace participar en el rodaje de una escena de Robin Hood. “El resultado será una película muda de 15 minutos y lo pasaremos mañana”, aclara el director del set, Xavi Socías. Además, los nostálgicos de la era pretecnológica pueden darse una vuelta por las plazas del barrio y jugar al joc de la granota, la morra, la cucanya, las peonzas o la perenne petanca.

“El juego de mesa

Oportunamente, el Born Centre Cultural acoge los juegos de simulación histórica. Hay talleres de de criptografía y pintura de miniaturas y muestras de juegos a cargo de las empresas de wargames Alpha Ares y Rvbicon. “Esto recrea la batalla de Rorke's Drift de 1879, en Sudáfrica, donde 140 soldados británicos fueron sitiados por miles de zulús”, explica el director de Alpha Ares Javier Gómez, señalando un gran tablero repleto de logradas miniaturas. Atrincherados tras las barricadas, hechas con sacos de arena, los soldaditos de la Reina apuntan hacia los indígenas armados con lanzas que les quieren destruir.

“Al final los británicos mataron a miles de zulús y ganaron la batalla. Se hizo hasta una película en la que sale Michael Caine”, puntualiza Gómez. Pero la gracia de estos juegos es que, con la estrategia adecuada, se puede revertir la historia: los zulús pueden echar al invasor, los persas hundir las flotas griegas y Hitler invadir Europa. “Hasta Napoleón salir victorioso de Waterloo”, como indica Gómez.

Con todo, la precisión histórica de los wargames es encomiable. “No es que nos guste la guerra", asegura Carlos —alias Freecom—, miembro de Rvbicon, mientras hace los últimos retoques a una diminuta nave Borg de Star Trek. “Pero es que los juegos de simulación tienen un gran potencial didáctico”, añade. Su mesa, caótica, contiene de todo lo necesario para perfeccionar su universo particular: catapultas de cucharas, árboles de esponjas y minúsculas barricadas de granos de arroz.

 

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