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Drones para vigilar las alcantarillas

Un consorcio prueba en Barcelona un sistema para que los aparatos inspeccionen el estado de las cloacas

Dani Cordero

Una escuadra de drones volando de forma autónoma por las alcantarillas. Inspeccionando su estado, monitorizando la calidad del aire y del agua e incluso la situación de las paredes y, si hay algún obstáculo en la canalización, tomar la dirección adecuada. Hoy es ciencia ficción, pero en poco más de dos años podría ser una realidad. Al menos eso es lo que intenta un consorcio con base en Barcelona que pugna porque la Comisión Europea le asigne un proyecto financiado.

La idea, señalan sus impulsores, es evitar los riesgos laborales de los operarios que actualmente efectúan esas tareas, además de mejorar la precisión de las inspecciones y reducir el gasto de la limpieza del alcantarillado. “Es la primera vez que se analiza la rentabilidad del uso de los drones en una actividad”, explica Daniel Serrano, que representa en este proyecto al centro tecnológico Eurecat, uno de los aliados de un grupo integrado también por FCC (que explota actualmente el servicio de alcantarillado de Barcelona), IBAK (fabricante de robots) y Simtech Design (operador de drones).

 Pesos y medidas

 Y la idea, tal y como está concebida es que desde una furgoneta en superficie se puedan controlar diferentes drones trabajando y solo se tenga que bajar para reemplazar sus baterías. Inicialmente, se prevé que los drones puedan realizar trabajos en túneles con un ancho y una altura mínimas de 80 centímetros. Actualmente, un operario solo puede revisar instalaciones con un mínimo de 60 centímetros de ancho y un metro de alto; por debajo de esas dimensiones se utilizan robots. Es decir, que pueden trabajar en 843 kilómetros, el 55% de la red barcelonesa. En el resto se utilizan robots con cable. Inspeccionar kilómetro y medio lleva seis horas.

Con las medidas actuales, no está previsto que los drones puedan revisar más túneles que el hombre, ya que apenas se podría cubrir el 39% de la red. Pero esos datos podrían reducirse si se consigue reducir el dron. Ese es el reto del proyecto: conseguir que el aparato tenga un tamaño adecuado para poder cargar con los sensores, vídeos y lásers y, a la vez, tener autonomía. Actualmente, los drones tienen un máximo de 20 minutos de autonomía, pero no pueden cargar más de 200 gramos. Los más pesados considerados para este proyecto, de 720 gramos, apenas aguantan 14 minutos de batería.

Y en este caso, la carga no es baladí. Cada dron necesitará sensores que permitan volar sin chocar con paredes y obstáculos y que sean capaces de detectar bifurcaciones; lámparas que generen la luz necesaria para poder tomar imágenes de videos y los lásers para tomar la geometría de cada túnel y detectar desperfectos; otros sensores tendrán que valorar la calidad del aire y del agua.

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Los impulsores del proyecto están convencido que la gran maniobrabilidad y las capacidad para efectuar inspecciones a mayor velocidad son una ventaja para el uso deldron en el subsuelo, que no requeriría el permiso de Navegación Áerea para volar. Pero antes todo se tiene que probar. Tras unas pruebas muy iniciáticas, el pasado 1 de diciembre empezaron las pruebas en serio. Además de la optimización de costes, el interés de las tres empresas participantes en el proyecto es el de comercializar ya no el dron, sino el servicio en sí, que supuestamente tendría que tener menos costes.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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