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“Los terroristas nunca han pisado una mezquita”

Musulmanes de Barcelona supervisan a los jóvenes de la comunidad para impedir que caigan en el radicalismo

Alfonso L. Congostrina
Fieles de la mezquita  Minhaj ul Quran, en el barrio del Raval de Barcelona
Fieles de la mezquita Minhaj ul Quran, en el barrio del Raval de BarcelonaMassimiliano Minocri

El barrio barcelonés de El Raval, en pleno corazón de la capital catalana, suma más de 47.000 vecinos entre Las Ramblas y la avenida del Paral·lel. Locutorios, carnicerías árabes, librerías islámicas, tiendas de alfombras, chilabas y velos comparten sus calles. En la zona conviven prostitutas callejeras, vecinos de diversas culturas, etnias y procedencias entre los que hay centenares de musulmanes que tienen a su disposición hasta ocho mezquitas, todas ellas en el mismo barrio.

Policías en la Jonquera

Marta Rodríguez
Los Mossos d’Esquadra de Girona y Lleida han incrementado los Dispositivos Estáticos de Control (DEC) de entrada y salida de España, la Guardia Civil ha intensificado sus controles tanto en la frontera de la Jonquera como el resto de puntos fronterizos y la Policía Nacional ha hecho un despliegue excepcional con una unidad de intervención que les permite tener presencia policial 24 horas en la AP-7.
Según los propios comerciantes el sábado, justo el día después de los atentados, se puso observar un descenso significativo en la presencia de clientes franceses en el municipio gerundense de la Jonquera. Justo en la frontera con Francia. Conforme pasan días del atentado, se va normalizando la presencia de ciudadanos franceses que acuden a los municipios españoles fronterizos a realizar compras.

Después de Ceuta y Melilla, Cataluña es el lugar de España donde hay mayor presencia de personas que profesan el islam. El pasado viernes, cuando Cataluña supo de los atentados de París, miró hacia El Raval.

Las acusaciones de terrorismo no resultan nuevas en este barrio de Barcelona. Es el mismo lugar donde en 2008 la Guardia Civil detuvo a 14 supuestos terroristas yihadistas, 11 de los cuales fueron condenados a penas que iban de seis a ocho años de cárcel. La Audiencia Nacional constató que habían planificado cometer un atentado en el metro de Barcelona en el que el número de víctimas mortales se hubiera podido contar por decenas. Muchos, tanto en El Raval como fuera de él, sostienen que el testigo protegido que delató a los acusados mintió. Una polémica que volvió a las calles del barrio el pasado verano y que, tal y como, vino se fue.

Ayer, todas las comunidades islámicas de Barcelona se apresuraron a condenar los atentados del pasado viernes en la capital francesa e intentar distanciarse, incluso enérgicamente, del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés). “El Estado Islámico no tiene ni fronteras ni reconocimiento internacional; no es un Estado, es un grupo de asesinos locos”, aseguró ayer Mohammad Iqbal, vicepresidente del Centro Islámico Camino de la Paz.

Iqbal representa a la comunidad paquistaní, la mayoritaria en el barrio. “El camino que pasa por el fuego no pasa por el cielo”, afirma poéticamente. Y añadió que su comunidad ha optado por “marcar” muy de cerca a sus fieles más jóvenes.

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Iqbal culpa a Internet y a la crisis actual de valores de crear radicales “rebuscados entre la miseria”. A las 13.15, abre su mezquita en la calle Arc del Teatre. Lo hace cinco veces al día. Una veintena de personas reza en dirección a La Meca. Al acabar los preceptos islámicos, los feligreses, todos hombres, charlan: “Es imposible que en nuestra mezquita se predique el terror; nosotros somos responsables de controlar nuestro oratorio. ¿Por qué los servicios secretos franceses no hicieron su trabajo y controlaron a los terroristas antes de actuar?”, recrimina un feligrés al imán. Mientras, el resto de conversadores se deshace en condenas al terror y a la violencia.

De Bangladés

Mohammed Halhoul, secretario general del Consejo Islámico de Cataluña, trabaja en una tienda de ropa y alfombras de la calle de Sant Pau. “Los terroristas de París nunca han pisado una mezquita”, sostiene.

Halhoul defiende que todos los oratorios catalanes predican un islam pacífico y deriva a las familias otros “deberes que deben hacerse en casa”. Todas las entidades consultadas coinciden en que debe trabajarse con los más jóvenes, evitar que caigan en la publicidad que genera continuamente el Estado Islámico y que difunde a través de Internet. “Tenemos la obligación de estar alerta ante cualquier indicio de radicalismo”, destaca.

En España, la comunidad procedente de Bangladés cuenta con dos mezquitas. Una de ellas se encuentra en Madrid y la otra en la calle Riereta, en un extremo de El Raval. Iqban Ammed es su secretario y coincide con el resto de los preguntados al asegurar que lo que más le enorgullece es que educan en valores a un total de 70 niños. “Es necesario que todas las familias vigilemos a los más jóvenes; no podemos permitir que traspasen una línea y comiencen a adoptar ideas terroristas alejadas del islam”, opina.

La comunidad bangladesí vigila temerosamente quién entra en su oratorio. “La política se queda en la calle; aquí sólo hablamos de religión”, asegura Ammed.

Una de las cinco oraciones diarias acaba de concluir. Representantes de todas las comunidades aseguran tener miedo de que algún terrorista intente matarse dentro de sus mezquitas, cuyos fieles “no entienden de terror”.

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