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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lapsus y mentiras

Arrimadas y el plebiscito, Coscubiela y el absolutismo, Llach y su dinero, Forcadell y sus detractores: estos días se ven y se oyen cosas increíbles

Mercè Ibarz

Qué curioso, señora Arrimadas, ¿no?, que afirme usted que un plebiscito no tiene nada que ver con la democracia. Muy curioso, ¿no? Así lo dejó ir usted este lunes, de pasada, al argumentar la posición contraria de C's a la propuesta de desconexión catalana. No ha sido destacado en los medios, pero usted lo dijo, lo sabe y servidora lo oyó. Me acojo a su mismo latiguillo —”muy curioso, ¿no?”— para destacar en estas líneas su modo de entender la democracia. No me sorprende, sino que agradezco a su inconsciente la extrema necesidad de pronunciarse sobre un referéndum y hablar claro. De más no estaría que se pusiera usted a estudiar.

Otras afirmaciones sólo en apariencia menores se manifestaron el lunes. Nada más empezar su turno, el señor Coscubiela tachó a la señora Forcadell de absolutista. Caramba. No dijo por qué lo afirmaba, ni la presidenta del Parlament tenía derecho a réplica (son las normas y la presidenta las sigue), por lo que no acierto a saber los motivos por los que el portavoz de Catalunya Sí que es Pot la acusó de eso tan feo y, verán, no voy a ponerme en la mente del diputado para intentar comprender sus razones, no soy su médico. Lo mismo respecto de la expresión agria de su cara cuando acusó a la propuesta desconectadora de insurgencia. Vaya, pensaba que se cree usted a sí mismo un rebelde histórico, señor Coscubiela. ¿Porque el mundo le hizo así?

Estos días, al igual que tantos de quienes insistimos en mantener la mirada limpia y las orejas abiertas, y que hasta nos da por hacer examen de conciencia para si en verdad lo logramos, he oído y visto cosas increíbles. El viernes, en el informativo de las 20 horas de Cuatro, abrí los ojos como el dos de oros cuando su presentador decía, con toda la pachorra e impunidad del mundo, que el diputado Lluís Llach había declarado casi 9 millones de euros de patrimonio. Me lancé a Internet, busqué el contacto y les escribí. La noticia del dinero de Llach había sido corregida públicamente aquella mañana. Les pedía rectificación en un titular correspondiente a cómo acababan de informar, en portada. No he recibido respuesta, a pesar de que el sistema de contacto exige tu dirección electrónica. Umberto Eco decía este domingo en Salvados que tal vez lo más significativo de los excesos de los medios sea la pasividad e indiferencia del público. Admirado profesor Eco, ha visto usted muchas cosas y, si tiene paciencia e interés, más sabrá de qué fabrica por nuestros pagos —y lo que te rondaré, morena— lo que usted mismo llama la “máquina del fango”.

Forcadell tiene mi respeto y debería tener el de tantos demócratas que la ningunean y, en el mejor de los casos, la menosprecian

Cosas particularmente insidiosas son las referidas a Carme Forcadell. Wyoming y sus guionistas insisten en llamarla “Cospedel” y, bueno, ellos sabrán. Si a parecidos icónicos vamos, no cuela: es una falta de análisis y de veracidad informativa intencionadas, a no ser que los de El intermedio se hayan vuelto perezosos sin remedio y tiren de la manta más cercana, que suele ser la de los tópicos irremediablemente carpetovetónicos, o sea, españoladas. Por lo pronto, me han perdido como cliente, al igual que el noticiario vespertino de Cuatro. Era hasta ahora seguidora, incluso recomendadora. Pero, chicos, se trata de mi inteligencia, poca o mucha, no estoy para que me jibaricen el coco. Vayan con Dios.

Carme Forcadell, a quien no he visto nunca de cerca ni hablado con ella por ningún medio, tiene mi respeto y debería tener el de tantos demócratas que la ningunean y, en el mejor de los casos, la menosprecian. Ha contribuido muchísimo a dar voz a una sociedad civil que ha expresado y expresa, de forma tan pacífica y talentosa que hasta cuesta creerlo, su deseo de separarse de España y, a la vez, de constituirse en una comunidad que, en el camino, ha construido lazos importantes entre generaciones, procedencias sociales y territoriales.

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He escrito crónicas de los últimos cuatro 11-S, lo he visto. Lo que piense yo de la ANC e incluso del Procés es lo de menos. Mi anhelo de Estado es nulo, lo que más amo de Cataluña es producto y consecuencia de no tenerlo. Mi argumento es más largo y matizado, pero no impide que me quite el sombrero ante quienes, como Forcadell, han hecho posible que centenares de miles de personas hayan puesto en jaque a un Estado tan viciado como el de la España postfranquista. Carme Forcadell es, mirado con limpieza, una virtuosa de lo democrático. A quienes no les guste su cara ni su acento de Xerta, qué quieren que les diga. Por favor, lávense los ojos y ábranse de orejas.

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF

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