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Crónica
Texto informativo con interpretación

El secreto de Mas

La interminable e infructuosa jornada ha pasado sobre las expectativas de Artur Mas como una apisonadora

“Vuelva usted el jueves”, esto es lo que le ha dicho el portavoz de la CUP, Antonio Baños, al candidato Artur Mas cuando iban ya más de siete horas de debate en la sesión de investidura. Mas le ha tomado la palabra, se ha agarrado al clavo ardiendo de esas palabras, y con su sonrisa de president fatal, siempre con problemas, que cantaban los Burning, ha contestado: “Pues volveré el jueves”. Pero lo cierto es que ayer fue martes todo el día y todos los grupos parlamentarios en bloque votaron que no a Artur Mas, excepto Junts Pel Sí. Antonio Baños, las gafas redondas de intelectual de la República de antaño, la corbata de Umana, ha salido al atril en representación de los 10 diputados anticapitalistas, de los cuales depende la investidura de Mas, y durante más de media hora ha citado a Pasolini, Bakunin, Walter Wriston, Robert Louis Stevenson, Espriu, Macià, Agustín de Hipona (en latín), Julià de Jòdar, David Fernàndez y una pancarta que había leído durante el 15-M en la plaza de la Catalunya. Ha sido aludiendo a esta última (“Si en algún momento piensas que eres imprescindible, vete a casa, descansa y vuelve mañana”), cuando le ha dicho a Mas lo del jueves. “Si me permite, president, vuelva el jueves”. Y de tal modo esta interminable e infructuosa jornada ha pasado sobre las expectativas de Artur Mas como una apisonadora, y desde esta noche todo sigue igual o peor.

Últimamente, Artur Mas vaga por los pasillos del Parlament como un alma en pena, como un Adolfo Suárez sin partido, sin nada, sin nadie que se fíe ya de él, sin el respaldo de los que le pusieron, sin el valimiento de quienes le aseguraron creer en él. Se le ha oído quejarse en voz alta de que han puesto precio a su cabeza, y si se observa su cabeza se verá que le ha crecido la melena, que se le amontona desgreñadamente el pelo por la nuca como si le tuviera una prudente aprensión al barbero. Le crece el cabello como a una Rapunzel encarcelada en un montón de secretos indesvelables. Durante el debate de la votación de investidura de este martes, la soledad de Mas se proyectaba sobre la ausencia de autoridades y amistades en los palcos. Sólo ha venido su esposa, que mostraba líricamente la verdadera incondicionalidad, la previa a la política. Cada vez que él hablaba, ella le aplaudía. Pero ¿qué ha dicho hoy Mas? Parecía hablar para otros que no estaban. De principio a final de la jornada ha repetido sin cesar la expresión “yo me la he jugado” en todas sus declinaciones, en todas sus insinuaciones. Ante Inés Arrimadas, la jefa de la oposición, ha hecho una confesión general y biográfica: “Yo me lo he currado mucho, he tenido que pencar mucho, me ha costado mucho llegar a la presidencia”. Cada vez que decía “yo” se llevaba la mano al corazón. Y a Miquel Iceta le ha soltado a bocajarro: “El problema no soy yo”. Las cosas que alguien dice cuando habla con sus demonios exteriores. “No estoy dispuesto a hacer lo que sea para ser presidente”, ha continuado explicándole a Iceta, como viendo en él un igual, otro hombre de la vieja y devastadora política. O acaso fuese una frase para calmar el fuego de sus cavernas.

Desde el primer minuto, Artur Mas sabía que ayer y iba  a salir elegido President, y así irá llenando la sesión, llenando todo el día, toda la espera, con puro contenido dramático. “He hecho todo lo posible por no tener el poder”, le ha explicado a Lluís Rabell. Sobre todo, da explicaciones acerca de la actualidad (economía, Europa, competencias...), tantas como quieran oírle, porque para Mas la actualidad es una forma de anestesiar el tiempo. Mientras los suyos, su viejo partido y la coalición que de algún modo todavía encabeza se muestran ávidos de poder, Mas está hambriento de tiempo. Cada vez necesita más tiempo como una adicción. Desde hace un puñado de años, su única lucha es ganar tiempo igual que los holandeses le ganaban terreno al mar. Como un condenado al trabajo sisifesco de rellenar un pólder de tiempo, Mas celebra una y otra vez su propio martirologio en manos de una inquisición externa, española, y de este modo le hace ver a la inquisición interna (la que nunca va a delatar) que lo están achicharrando en la parrilla de las audiencias nacionales. “Cuando te timan tantas veces, al final pierdes la confianza”, le ha confesado a Iceta, y así le ha manifestado a este socialista salido de las profundidades del aparato que quizá sea la única persona en quien pudiera confiar. Tienen ambos en común algo de últimos de sus razas.

En todo el día, no deja de repetir Artur Mas que él se la ha jugado como exigiendo un reconocimiento a quienes le estén oyendo. Pero la única verdad materialista es que ahora mismo quienes le están oyendo son 10 diputados decisivos que se han conjurado para no votarle. Antonio Baños tiene un gesto de piedad (cristiana o libertaria) y rectifica, y le promete al final de su discurso que se salvará en el mogollón de las almas, de las 72 almas que forman la mayoría absoluta independentista del Parlament. Pero el President en funciones quiere saber más y le apura: “¿No seremos 62 más 10 en vez de 72? Y si no, ¿por qué no nos reunimos los 72 y votamos juntos?”. Y Baños le replica: “Le acepto la propuesta si el voto es secreto”. Y así ha acabado esta fallida sesión de investidura de hoy. Con el secreto.

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