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Independencia, pan y circo

Barceloneses del distrito de Les Corts muestran su temor por las consecuencias de la declaración soberanista

Cristian Segura
Banderas independentistas en un edificio de Barcelona.
Banderas independentistas en un edificio de Barcelona.Cristóbal Castro

El pan es La Caixa y el circo, el Barça. En el distrito de Les Corts de Barcelona se encuentran las dos torres negras que acogen la sede de la mayor entidad financiera de Cataluña; también está el Camp Nou, el estadio del mayor club catalán. La Caixa y el Barça son dos ejes clave de la sociedad catalana y entre estos dos centros desfilan diariamente miles de oficinistas, estudiantes, clientes y aficionados.

En el estanco Guillén, la clienta Raquel Freixas, de 21 años, y estudiante de Restauración de Arte, apuesta por la independencia: “Me preocupa porque no veo que se avance, porque en el fondo no pasa nada concreto. Lo de ayer es un problema para el Gobierno español”. Freixas admite que el conflicto le preocupa y que preferiría que se pudiera negociar el referéndum.

David Font, el estanquero, también independentista, admite que el conflicto en la Cámara catalana y las acusaciones de corrupción contra Convergència le hacen desconfiar de las motivaciones políticas para crear un nuevo Estado: “La independencia económica es ahora lo único que me interesa. Si nos separamos de España o no, si el Barça juega en Andorra o dónde sea, son tonterías: lo que quiero es que podamos gestionar nuestro dinero y que paguemos los mismos impuestos que en Almería. Lo de ayer, pues claro que me preocupa; traerá problemas”.

Ernest Urtsasun, eurodiputado de ICV: “El Parlamento

En la esquina de Travessera de les Corts y Gran Vía Carlos III se mantiene abierta una Granja Catalana. En la barra, el abogado Javier Castellanos hojea el periódico. Bebe una cerveza sin alcohol. Está a régimen, no puede comer nada con sal, acaban de darle el alta en el hospital. La salud no le quita el interés por la actualidad política. Para Castellanos está claro que lo que se produjo en el Parlament es “un delito de sedición”. Pero a Castellanos esto le preocupa menos que el hecho, según él, que el debate sobre la independencia esté restando energías a asuntos sociales urgentes. Como el que denuncia Francisco Cano, responsable del quiosco de prensa que hay ante La Caixa. Su hijo Kevin sufre el síndrome de Dravet y “por los recortes”, le han reducido más de un 50% las ayudas que recibía. “Me dicen que no hay dinero para mi hijo pero veo que los Pujol se han forrado. Prefiero no hablar de política, porque me cabreo”, asegura.

Juan Rigado lleva otro quiosco, a 100 metros del de Cano, en la calle Capitán Arenas. Explica que con el pleno ha vendido más periódicos de lo habitual, sobre todo los diarios con posiciones más contundentes sobre la situación política catalana: al mediodía ya se han agotado ABC, La Razón y el independentista Ara. “Esta zona es muy de derechas”, sentencia. Yo soy del Poblenou [barrio popular] y allí la visión de los hechos es diferente. Mucho más de izquierdas”.

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En la cafetería Sandwichez, está el eurodiputado de Iniciativa per Cataluña (ICV) Ernest Urtasun. Apunta que la ciudadanía está muy preocupada “porque el Parlamento está partido y porque el PP no hace nada”. Urtasun no cree que el proceso soberanista esté perdiendo interés ciudadano, la alta participación de las pasadas elecciones autonómicas lo confirma, precisa.

Entre el Camp Nou y la sede de La Caixa se levanta la clínica Dexeus, una emblema de la sanidad privada. En la puerta de acceso, Sara Jorquera pide a los transeúntes una donación para la Asociación de Enfermos y Donantes de Órganos para Trasplantes (AEDOPAT). Jorquera trabaja por las mañanas de voluntaria para AEDOPAT, su madre está enferma de los riñones. Por la tarde ejerce tareas de limpieza en una escuela. Su información acerca de lo votado ayer en el Parlamento la recibió de sus compañeras de trabajo y de lo que le contó su marido por la noche. La conclusión de Jorquera es alarmista: “No quiero que seamos independientes porque se va a liar una tangana. No quiero irme por lo que pueda pasar. ¿Se va a liar otra guerra civil?” “Un disparate”.

“Cataluña es muy pequeña para estar fuera de la UE”, dice Minaqi Walid

De todos los entrevistados, Minaqi Walid es el único que sabe de primera mano lo que es una tangana política de verdad. Walid tiene 62 años, lleva 35 en España pero continúa sintiéndose palestino. Nació en Jordania y vivió en el Líbano antes de emigrar a Barcelona. Es el único ciudadano al que este reportero descubre siguiendo por radio el debate de investidura. Trabaja de taxista, aunque antes había sido empleado de la construcción y funcionario de la embajada palestina en Madrid. Tiene el coche estacionado en una parada cercana a la sede de La Caixa. El volumen de la radio, alto, nos permite seguir las intervenciones parlamentarias desde la acera. Walid cree que la declaración de independencia “es un disparate, una locura”. Sus opiniones tienen una explicación motivada por su experiencia en Oriente Medio: “Entre Damasco y Beirut hay 99 kilómetros. ¿Sabes cuánto tardas en recorrerlos si viajas en coche? Cinco horas. Por los controles, la corrupción y mil cosas más.

“Yo no quiero fronteras. El mundo es cada vez más pequeño. Cataluña es demasiado pequeña para estar fuera de la Unión Europea”. Palestina también es un estado pequeño, se le hace notar. “Sí, y nuestros problemas se solucionarían si el mundo árabe creara una unión como la europea. Pero no sucederá, porque sus líderes son como Mas: solo piensan en lo suyo”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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