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La lucha por el cinco

Familias y asociaciones de autismo denuncian que se “incumple” la ratio de cinco alumnos por aula de forma “generalizada” en los centros de trastorno del desarrollo

Beatriz Guillén
Álvaro, un niño con autismo de ocho años, con su psicóloga Yolanda Sotillo.
Álvaro, un niño con autismo de ocho años, con su psicóloga Yolanda Sotillo.BERNARDO PÉREZ

Juntos apenas suman medio siglo, pero Sergio, Miriam, Javier, Álvaro y Lucía ya se han ganado el título de “supervivientes”. Lo cuentan sus profesores, sus padres que viven a diario cómo se esfuerzan por comunicarse, por expresar lo que les duele o alegra, por no dejar que el autismo los separe de la realidad. Ahora se enfrentan a una nueva lucha: conseguir que en sus aulas —llamadas TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo)— solo haya cinco alumnos. “No pedimos privilegios, reclamamos el derecho de nuestros hijos a tener una educación de calidad”, explica José Miguel Sánchez, padre de Miriam y presidente de Surestea, que agrupa a personas con autismo en el sureste.

Los centros preferentes, que atienden a los niños con TEA (Trastorno de Espectro Autista), están regulados por el documento marco que elaboró la Consejería de Educación en 2003. Se incluye la recomendación de que haya “hasta cinco alumnos integrados por aula”. Una ratio que se ha mantenido durante una década, pero que lleva dos años “incumpliéndose de manera generalizada en todos los centros de la Comunidad", afirman desde la Plataforma 5 por aula TGD.

La terapia adicional marca la diferencia

A Belén le encantaría que su hija Lucía, de siete años, pudiera ir a actividades extraescolares que reforzaran lo que la niña intenta aprender en clase. Desde que son seis niños en su aula TGD, la familia sabe que no recibe toda la atención que necesita para desarrollarse: “No hay medicamentos que curen el autismo. Pero está la motivación, la estimulación. Yo no puego pagar 300 euros al mes en una terapia fuera, así que todo lo que ahora no recibe en el cole se lo intentamos dar en casa”, explica preocupada esta madre que cada día adapta materiales y realiza pictogramas para su hija.

Yolanda Sotillo, psicóloga especializada en niños con TEA, se encarga de esta labor de una forma profesional: su oficina está llena de colores, juguetes e imágenes de árboles y casas. Esta profesional considera esencial dar un tratamiento individualizado a cada niño, por lo que tarda más de una hora en elaborar manualmente los materiales que necesita para explicar a Álvaro, de ocho años, lo que debe hacer antes de dormir. Potencia el desarrollo cognitivo, la conducta y busca que el niño se autorregule emocionalmente. Además, de un asesoramiento completo a la familia. “Intento darle los apoyos necesarios para que luego pueda avanzar con sus compañeros e incluirlo en una educación normalizada. Pero nada de lo que hagamos puede sustituir la labor del colegio”, expone Sotillo.

“Mamá quiero estar más tiempo con mi profesora”. Así se refiere Javier, de 12 años, a la PT (Pedagoga Terapeuta) que le acompaña durante sus clases de matemáticas y lenguaje y le permite seguir las lecciones. Esta maestra le adapta los contenidos en pictogramas: la herramienta visual es una de las que más funciona en los niños con autismo. Ahora, las profesoras de Audición y Lenguaje tiene que atender a seis niños más. “Están desbordadas. No les da tiempo a preparar el material individualizado para los siete niños. Ellos están menos atendidos, más desubicados y se pierden en clases que podrían seguir”, cuenta afectada Reyes Fernández, madre del niño. Javier también lo expresa: no está llevando bien los últimos cambios, está más nervioso, más reacio en el colegio.

El último informe de Surestea da la razón a las quejas de las familias: el 59% de los centros preferentes (públicos y concertados) supera la ratio de cinco alumnos. De los 158 colegios de educación primaria e institutos que han analizado 91 no cumplen esta recomendación: 71 tienen seis alumnos por aula, 17 tienen siete y tres tienen ocho niños. “Cada niño más en el aula supone restar apoyo al resto. Si les quitas los recursos, los estás condenando”, expone Menchu Gallego, madre de Álvaro, de ocho años.

El porcentaje de aulas que superan esta ratio ha aumentado este curso, según el informe de Surestea: del 45% en 2014 al 59%. “No es que pidamos avanzar y consolidar el proyecto educativo, es que hoy pedimos no empeorar”, asegura Marina Prieto, su portavoz. “Quitarles horas de atención significa abandonarlos".

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El Gobierno de Cristina Cifuentes (PP) se comprometió con Ciudadanos en su acuerdo de investidura a mantener la ratio de cinco por aula. “Es un acuerdo para la legislatura. Nuestro primer paso ha sido incorporar 59 nuevos profesores para las necesidades educativas especiales, 21 concretamente para TEA”, explican fuentes de Educación. Estos docentes se han integrado en 12 colegios de educación primaria que tenían una ratio de siete y en 13 institutos. “Así hemos reducido la ratio de alumnos por profesor en los centros que más lo necesitaban”, aseguran desde la consejería.

"Si les quitas los recursos, los estás condenando”, dice una madre

Una de las opciones que reciben los padres de niños con autismo es meterlos en colegios de educación especial. La mayoría descarta esta opción porque prefiere la posibilidad de una clase ordinaria con profesores y recursos de apoyo que ayude a los niños a normalizar su situación. Todos repiten el mismo lema: educación inclusiva. “Mi hijo puede aprender y puede seguir las clases con los otros niños si le dedican el tiempo que necesita y tiene un apoyo dentro del aula. Yo no quiero privarle de que estudie con otros 20 compañeros de su edad”, cuenta Gallego. “El año pasado Álvaro fue a 17 cumpleaños de sus compañeros, si los profesores hubieran tirado la toalla, sino se hubieran esforzado por incluirlo en el aula se lo hubiera perdido todo”.

Sergio, de 15 años, quiere ser panadero. Lo sabe desde pequeño. Su madre, Almudena Prieto, amasa pan con él. Las horas de taller de cocina que tiene en su instituto le ayudan a tener clara la vocación. La Plataforma 5 por aula avisa de que la situación para estos niños con autismo se vuelve mucho más difícil en secundaria: los recursos son más escasos. Sergio ha tenido suete, cuenta su madre, porque aunque son seis niños en su aula TGD todos tienen edades muy similares. Tres de ellos van luego a la misma clase de 3º de la ESO: “Cuando entran en las clases normales casi siempre hay una profesora de apoyo con ellos. Eso lo hace más fácil”.

Las familias insisten en que quieren que sus hijos dejen de ser expedientes. Gallego resume un ruego: “La falta de recursos y apoyo condiciona su futuro. No es que aprendan a sumar antes o después, es que quedan excluidos, marginados. No son niños de segunda. Tienen derechos. Ellos pueden aprender y quieren hacerlo, solo tienen que dejarles”.

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Sobre la firma

Beatriz Guillén
Reportera de EL PAÍS en México. Cubre temas sociales, con especial atención en derechos humanos, justicia, migración y violencia contra las mujeres. Graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS.

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