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Y Shakespeare también seguía ahí

Un estudio resigue las fascinantes huellas del gran dramaturgo en series y filmes de hoy

Carles Geli
Una imagen de Reservoir dogs, cuya violencia sanguinolienta no es ajena a las shakesperianas 'Titus Andronicus' o 'El rey Lear'.
Una imagen de Reservoir dogs, cuya violencia sanguinolienta no es ajena a las shakesperianas 'Titus Andronicus' o 'El rey Lear'.

El mundo del audiovisual, y en especial, la televisión, viven en un estado de gracia desde finales del siglo XX. “Nada parece imposible, todo se puede formular, no hay miedo a nada”, resumen los profesores de narrativa audiovisual Jordi Balló y Xavier Pérez. ¿Y si, como el cuento de Augusto Monterroso del dinosaurio, detrás de series como Breaking bad, The Wire o Juego de tronos y de las películas de Quentin Tarantino estuviera ahí agazapado (o no) Shakespeare, que partía de esos supuestos? A seguir las huellas en el audiovisual de hoy, 400 años después, del más grande de los dinosaurios de la narrativa de todos los tiempos es la razón de ser de El mundo, un escenario. Shakespeare: el guionista invisible (Anagrama, en catalán y castellano) en un estudio que es ya “un instant classic”, como lo define su editor, Jorge Herralde.

Podría ser una hipérbole o una boutade cultista, pero 226 páginas de eruditos ejemplos expuestos de manera llanísima y clasificados según recursos dramatúrgicos parecen darles la razón. Así, esa moderna sensación de rapidez que da que un filme arranque sin prólogo, con los protagonistas ya en acción como si fueran conocidos (técnica del in media res), como ocurre en La red social de Aaron Shorkin (que se inicia con la discusión entre los actores que encarnan a Mark Zuckerberg y su novia y que tantas cosas anticipa del filme) está, entre otras obras, en Los dos caballeros de Verona (“No me insistas más, amigo Proteus” es la frase que arranca la pieza teatral).

¿Diálogos que portan en sí mismas estructuras adversativas (“Sí, pero...”) que hacen avanzar la acción, como suele ocurrir en la obra de Woody Allen? Pues Romeo y Julieta, sin ir más lejos.

También está de moda lo que parecía imposible en un medio audiovisual: seducir, manipular y transformar a través de la palabra con monólogos o discursos largos, como demuestran El lobo de Wall Street, el Don Drapper de Mad men o el sagaz Petyr Baelish de Juego de tronos. De algún modo, todos son émulos de personajes tan parlanchines del dramaturgo de Stratford-upon-Avon como Hamlet, el Antonio de Julio César o los que deambulan por Macbeth. El éxito es tal que hasta se les ha añadido mediadores a partir de terapeutas para facilitar esos monólogos, como bien ejemplifica la serie Los Soprano.

Mostrar o no la violencia, como la tortura en Reservoir dogs de Tarantino (nada alejado de la sádica sangre que se vierte en Titus Andronicus o en los ojos arrancados a Gloster en El rey Lear), es casi anecdótico ante el auge de la maldad y su protagonismo casi heroico que encarnan los personajes de Breaking bad o Dexter. “La empatía con el espectador es muy interesante, sobre todo si se muestran sinceros con el público; éstos evocan la maldad protagonista de un personaje tan shakespeariano como el de Ricardo III”, citan. Una atracción que vinculan al dibujo de un protagonista excesivo, algo en lo que el inglés era un experto, como prueba su Falstaff.

Pertrechados y curtidos tras analizar el cine y sus fuentes primigenias (La semilla inmortal) y la serialidad televisiva (Yo ya he estado aquí), Balló y Pérez piensan con fundamento que la televisión va un par de pasos por delante del cine, como denotan “las tramas corales, que el star-system había arrinconado: eso explica el triunfo El ala oeste de la Casa Blanca o The Wire”. ¿Dónde estuvo Shakespeare ahí? “En la trilogía de Enrique VI, donde todos tienen sus razones y derechos de réplica y todas las clases sociales tienen voz”.

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La influencia del genial dramaturgo e, incluso, de todo el teatro isabelino llegaría hasta el extremo de que "trabajaban como un colectivo de un modo que no difiere mucho de cómo lo hacen hoy los equipos de guionistas". Y eso explicaría que surjan diálogos tan brillantes, con sus réplicas y contrarréplicas, cuya excelencia puede reseguirse escuchando las invectivas que se lanzan los protagonistas de The Big Bang Theory, según Balló y Pérez.

¿Quizá no se ha podido exportar de Shakespeare su poesía? “No está tan claro: planteamientos de Lost o de Doctor en Alaska, por no hablar de esa imagen de Twin Peaks de la foto en el ojo de la chica que refleja a su asesino, son metáforas visuales muy potentes”, argumentan. Nada: Shakespeare también seguía (y sigue) ahí.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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