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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

‘Slow tv’

BTV recupera, con prudencia, el formato de una televisión que ofrece, sin cortes ni montaje, un viaje, una actividad, todo sin atosigamientos

Tomàs Delclós
La línea 9 del metro ha sido uno de los viajes de la 'slow tv' de BTV.
La línea 9 del metro ha sido uno de los viajes de la 'slow tv' de BTV.

Cuando todo se acelera, poder ir sin prisas casi se convierte en un signo de exquisitez. La moda de lo slow penetra muchas actividades y también la televisión. Los noruegos se llevaron una enorme sorpresa cuando un programa que se limitaba a ofrecer un viaje en tren, sin cortes que lo abreviaran, tuvo un éxito inesperado. Fue en 2009 y duró siete horas y 16 minutos. Lo repitieron, ofreciendo, esta vez en directo, la tranquila navegación de un transbordador por los fiordos. El programa duró 134 horas, 42 minutos y 45 segundos. Tuvo una cuota de audiencia del 36% y el que fuera en directo provocó toda una fiesta a lo largo del recorrido. El último ha sido este año, una narración de lo que sucedió en la II Guerra Mundial ante un pequeño auditorio a cargo de un respetable profesor. La emisión duró más de tres horas y media. Cuando el profesor salía a fumar un cigarro, un coro entretenía a la audiencia.

La novedad no está en la oferta. Está en su éxito. Antes que los noruegos, una emisora neoyorquina ofreció en Navidad la imagen de un fuego de chimenea. Colocada la pantalla en el lugar más indicado del comedor, se supone que daba un aire familiar, navideño, a la estancia. Era la televisión ambiental. Lo hicieron desde 1966 a 1989. Al año siguiente, un cerebrín de la emisora alegó que no podían estar tanto tiempo sin publicidad y canceló el programa. A pesar de las protestas, la emisora no repuso el fuego navideño hasta 2011. Incluso antes que eso están algunas películas de Andy Warhol. En blanco y negro. Sleep (1964), que muestra a un amigo del cineasta, John Giono, durmiendo durante cinco horas y lo único esperable es que cambie de postura. Más larga todavía es Empire, del mismo año. Warhol colocó una cámara fija grabando el rascacielos neoyorquino y, encima, lo proyectaba a cámara lenta. Total, ocho horas. Recuerdo haber visto la primera (para ser exactos: un trozo suficiente), en la cinemateca francesa de Trocadero. No la proyectaron en la sala habitual, lo hicieron en un espacio sin butacas lleno de cojines por el suelo para que los respetables espectadores pudieran seguir siendo ambas cosas, espectadores y respetables. Seguramente, en los cuarteles de Warhol, estas proyecciones se convertían en otro tipo de eventos más divertidos de lo que promete la mera contemplación de la obra, claramente soporífera.

Una emisora neoyorquina ofreció en Navidad la imagen de un fuego de chimenea. Era la televisión ambiental

La televisión, que tiene que pelear por su espectador más duramente que el cine, cuando a éste lo tiene encerrado en una sala y a oscuras, inventó muy pronto los cambios de plano cada vez más reiterados. Cada cambio parece como si anunciara una novedad que, la mayoría de las veces, no llega. El cine, se contagió de la televisión entre otras razones porque, cada vez más, su mercado principal era la pequeña pantalla y debía acomodarse a sus ritmos. Y llegaron esas películas donde un plano de 20 segundos es pecado. Curiosamente, ahora lo moderno vuelve a ser la estética reposada e incluso hay películas de una única toma (real, El arca rusa, o trucada, Birdman). Sin embargo, no confundir la slow tv con el Gran Hermano 24 horas. Ahí, a las cuatro de la madrugada, lo único que espera el televidente es sorprender algún edredoning.

Quien quiera estos días tener una cata de slow tv puede buscarla en BTV. Esta es la emisora doméstica más atrevida en asunto de formatos. De hecho, la slow tv no es inédita en ella. En los tiempos fundacionales de Manuel Huerga, cuando terminaba la emisión ofrecían el visionado tranquilo de una pecera donde siempre cabía el juego de detectar donde empezaba el bucle y volvían a verse los mismos peces nadando por las mismas aguas. Ahora, la slow tv puede verse por la tarde, una media hora, y por la madrugada en sesiones más largas. Una oferta tímida comparada con los metrajes noruegos, pero que permite saborear otra manera de mirar, y no mirar, la televisión.

Ahora lo moderno vuelve a ser la estética reposada e incluso hay películas de una única toma
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La cámara puede estar en un lugar determinado como un rincón del Acuario o en una instalación para escaladas. O sobre un vehículo. Y así das un paseo por Poble Nou o Gràcia o viajas por los túneles de la línea 9. No se admite ningún tipo de corte o montaje.

“No nos hemos de parecer a las televisiones generalistas”, comenta Sergi Vicente, el director de BTV, “y tenemos una vocación experimental”. Para aminorar riesgos, su slow tv se ubica en horarios con poca audiencia y tiene la ventaja de ser barato y flexible si se necesitan ajustes en la parrilla. Pero este formato humilde, esta televisión sin atosigamiento, tiene algo de inexplicablemente hipnótico.

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