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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cataluña no era un oasis

Los mitos en que se basa el secesionismo se resumen en dos leyendas: supremacía de lo nuestro, inferioridad del resto

Xavier Vidal-Folch

Una tupida red de mitos incontestables ha servido como eficaz colchón de la apuesta secesionista. Casi todos se resumen en dos mandatos: la supremacía de lo nuestro y la inferioridad del resto.

La supremacía propia se ha construido sobre el presunto mayor cosmopolitismo de nuestras élites universitarias, cuando uno de los estándares útiles para medirlo, el dominio de idiomas —singularmente, el inglés—, nos relega tras territorios como Euskadi, Navarra o Madrid.

O sobre el superior grado de europeísmo, basado sobre todo en la historia —del contubernio de Múnich al Manifiesto de las 13 entidades (14/7/1972)—, pero olvidadizo de una infértil realidad actual: de los 150 expertos nacionales destacados que España mantiene en las instituciones europeas (lo que beneficia mediante el intercambio cultural-profesional a nuestras Administraciones), no hay actualmente ni un solo catalán, y en los años recientes, apenas uno o dos.

La inferioridad del resto se apuntala en la persistencia del menor grado de desarrollo económico del Sur. A veces eso se imputa (de modo racista) a una presunta vagancia congénita y falta de “calidad” humana (como en el famoso y en algún pasaje vomitivo libro de Jordi Pujol, La immigració, problema i esperança de Catalunya, Nova Terra, 1976). Y se combina con la atribución de una adicción de los miserables a las subvenciones que transfieren las comunidades ricas, reputadas del todo ineficaces.

Esa percepción choca con los datos económicos, concretamente con el hecho de que Andalucía y Extremadura registraron hasta la crisis un vertiginoso proceso de convergencia económica con la media española. A diferencia del Mezzogiorno, siempre estancado respecto al promedio italiano.

O se sustenta en el desprecio a la Administración central, justamente criticada por su exceso de burocratismo... casi calcado por la autonómica: por ejemplo, el convenio colectivo de TV-3 es una práctica fotocopia del de TVE. Con el agravante de que la Generalitat experimentó el beneficio de reinventarse de nueva planta, mientras que Madri-T (con té final) sufre el lastre de estar ahí desde los días más remotos y arrastrar todos los defectos acumulados por aluvión.

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La inferioridad del resto se apuntala en la persistencia del menor grado de desarrollo económico del Sur

La irritación con los altos cuerpos de élite (abogados, economistas y técnicos comerciales del Estado, altos cargos del Banco de España, diplomáticos, inspectores de Hacienda...) es un efecto combinado de la ignorancia catalana sobre su funcionamiento; el complejo de inferioridad sobre unas capas superiores del funcionariado mejor preparadas que las autonómicas; y de la mirada altiva del señorito privado (en realidad formateado como botiguer) sobre el empleadillo público... que sigue teniendo la sartén del expediente por el mango de la firma.

El más eficaz de todos los mediocres mitos nacionalistas ha sido el de la existencia de un supuesto oasis catalán, un feraz espacio libre del desierto de la corrupción, de la intolerancia, y del autoritarismo... españoles.

La majadería de esa leyenda se conjura recordando que el saqueo del Palau de la Música en nada envidia al caso Gúrtel (corrupción). Que aquí se tolera a un director de Catalunya Ràdio mientras sea palmero de Convergència, pero si es de Unió se le finiquita en vísperas electorales (intolerancia). Y que el poder autonómico pone de continuo su potestas por encima de la ley, chantajea con sus competencias institucionales a los socios/rivales para unificar listas (so pena de no convocar el 27-S) y soborna/subvenciona medios con dinero público con un arbitrismo descarado e incontrolable (autoritarismo).

La estulticia del oasis se complementa con otra de similar catadura intelectual pero inversa argumentación, fabricada sobre todo por los medios centralistas de la villa y corte: la presunta cobardía y sumisión de los, genuflexos, periodistas catalanes.

Como hemos recordado en el aniversario de la edición digital catalana de este diario (Periodisme mesell?, 6/10/2015), son los lectores los jueces de apelación al respecto. Seguramente los adictos a estas páginas recordarán dónde leyeron las principales informaciones sobre los casos del pujolismo (Planadesmunt, Banca Catalana, CARIC, Estevill, Turisme, Pallerols, Adigsa, ITV, Palau) y otros variados (Pretòria, Mercuri, Associació Catalana de Municipis, la mafia rusa, Hacienda...)

Con la ignorancia de esos mimbres se tejió el cesto del falso oasis enarbolado por el patriotismo oficial catalán. Hecho diferencial: al menos, los corruptos de Gürtel no robaban en nombre de una Gloriosa Nación Española.

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