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POP The Charlatans
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La edad indefinida

Instalados en ese momento en que sus canciones dejan de tener fecha de caducidad, los de Manchester facturan uno de sus mejores discos

Puede que The Charlatans no sea ahora mismo el grupo con más pedigrí del Imperio Británico, a juzgar por las 950 personas que demediaron este viernes el aforo de La Riviera para echarles un ojo tras tanto tiempo sin asomar por Madrid. No es por chinchar, pero hicieron mal los escépticos o remolones. Los de Manchester no son hoy un grupo para dárnoslas de modernos, sino una excelente banda atemporal que ha atinado, a la duodécima, con uno de los mejores discos (Modern Nature) de su trayectoria. Un quinteto afianzado en esa edad indefinida en la que la música se deshace de su fecha de consumo preferente para optar a la condición de producto imperecedero.

El primer eterno adolescente es Tim Burgess, un tipo de 48 primaveras del que a cierta distancia jamás descifraríamos su edad de no ser porque existen la Wikipedia y la memoria histórica, y el primer disco de estos caballeros se remonta a 1990. Burgess conserva las gafas oscuras, el pelo a tazón, esa forma torpe de baile que patentaron los guiris en Ibiza y, sobre todo, una sudadera marca Ellesse como no veíamos desde los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Pero esa sensación de anacronía es perfecta, por cuanto los grandes clásicos (The Only One I Know, One To Another) se entremezclan con el repertorio nuevo como si tal cosa. Sobre todo, gracias al falsete irresistible de So Oh y a que Let The Good Times Be Never Ending es un cañonazo soul que debería figurar entre lo mejor del año.

Puede que la durabilidad de estos Charlatanes radique en sus teclados, que a veces aúllan como si Steve Winwood anduviera por la sala y otras repiquetean a la manera de un piano sureño. En cualquier caso, y a falta del elixir de la eterna juventud, su vigencia constituye un elemento alentador.

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