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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La mujer del César

Dos magistrados recusados en los ‘casos Gürtel’ y ‘Bárcenas’ tienen una intensa proximidad con el PP por amistad con Dolores de Cospedal y por participar en 60 iniciativas de la FAES

José María Mena

La mujer del César no solo debe ser virtuosa, debe parecerlo. Lo dijo Julio César hace más de dos mil años, refiriéndose, concretamente, a su esposa Pompeya. La sentencia no solo no ha perdido su vigencia, sino que ha cobrado categoría de principio. Hoy, como hace dos mil años, la credibilidad de los virtuosos y de las virtudes de trascendencia social es inseparable de su apariencia. La honestidad de todas las Pompeyas, la fidelidad de todos los compromisos, la honradez de todos los políticos, parten de que las virtudes que ostentan sean creíbles, aceptadas socialmente como veraces, sinceras, auténticas.

La credibilidad de los jueces, de su imparcialidad e independencia, también es inseparable de su apariencia. También ellos deben ser honestos, imparciales e independientes, y además parecerlo. Cuando unos jueces se preparan para decidir sobre un conflicto, los afectados e interesados por la decisión son especialmente sensibles ante los signos o apariencias de parcialidad que pudieran predisponer a los jueces en su contra. Las leyes se hacen eco de esta razonable suspicacia. Por eso los jueces deben abstenerse voluntariamente de juzgar cuando sepan que hay un motivo de sospecha sobre su imparcialidad. Y si no lo hacen, porque no quieren o porque creen que no existe tal motivo de desconfianza, los interesados, en cuanto conozcan la causa de sospecha, deben alegarla, recusando al juez sospechoso de parcialidad, para que sea sustituido por otro. El expediente de recusación lo resuelve el mismo tribunal al que pertenece el juez bajo sospecha, aunque, naturalmente, con la ausencia de este. Y este, recíprocamente, podría juzgar otras recusaciones de otros miembros del tribunal que juzgó la suya. Encomendar la solución de un conflicto nacido de la sospecha o desconfianza al mismo grupo al que pertenece el sospechado es una mala solución, cuajada de corporativismo recíproco, favorable o desfavorable, pero inevitablemente teñido de insuficiente apariencia de imparcialidad.

Pablo Pérez Tremps era catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, y con un grupo de juristas realizó un estudio sobre el proyecto de Estatut de Catalunya, a propuesta de la Generalitat. Más tarde fue nombrado magistrado del Tribunal Constitucional (TC). Cuando el PP recurrió contra el Estatut ante este tribunal, sospechó de la imparcialidad del magistrado Pérez Tremps, por su estudio para la Generalitat, y le recusó. El TC admitió la recusación por cinco votos contra cuatro, y en contra del criterio de la Fiscalía. El magistrado fue apartado del tribunal en ese importante asunto.

López es aquel magistrado del TC que conducía su motocicleta por Madrid en evidente e intenso estado de embriaguez

Ahora nos encontramos con otros casos de sospecha, o al menos con evidente apariencia de parcialidad, en los procesos de la Gürtel y de Bárcenas. Deberán ser resueltos por un tribunal en que, de sus tres integrantes, hay dos jueces que tienen una notoria proximidad con el PP: Enrique López y Concepción Espejel. Esta preside el tribunal, el otro es el ponente, encargado de redactar la sentencia. Ambos se resisten a abstenerse. Dicen que su proximidad al PP no afecta a su imparcialidad. El PP, obviamente, les apoya. Pero la proximidad es clamorosa e intensa. Espejel ha sido condecorada, alabada y destacada como amiga personal por María Dolores de Cospedal, con la inoportunidad y desacierto que habitualmente caracteriza a esta dirigente del PP. López es aquel magistrado del TC que conducía su motocicleta por Madrid en evidente e intenso estado de embriaguez. Cesó fulminantemente en ese tribunal, pero volvió a su cargo anterior en la Audiencia Nacional, para lo que, al parecer, no es óbice su delictiva conducta. Según consta en el expediente instruido para su recusación, siendo magistrado participó en sesenta actividades de FAES, la fundación del PP que dirige Aznar, y en dos mesas redondas de conferencias políticas del partido, habiendo percibido retribuciones por 13.000 euros. Casi un empleo al servicio de FAES, que en la práctica no es sino una franquicia del PP. De ello deduce el juez instructor del expediente una apariencia de colaboración permanente que genera desconfianza de su imparcialidad.

Sería bueno y saludable que el rigor mostrado por el PP y el TC con Pérez Tremps no expresara un malicioso criterio de descarte de eventuales votos desfavorables, sino un signo de voluntad de exquisita trasparencia. Y sería bueno que este mismo criterio presidiera la decisión de la recusación de López y Espejel, porque atufa la apariencia de excesiva proximidad con el PP. Porque si no, la mujer del César ni parecería virtuosa, ni quizás lo fuera.

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José María Mena fue fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña

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