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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Liderar o improvisar

En Cataluña se improvisa pero también Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera tratan de seducirnos con mensajes triviales y promesas insustanciales

Tras la clara victoria de las tesis independentistas en las elecciones del 27-S, el nuevo gobierno de Cataluña tendrá la responsabilidad democrática de cumplir sus compromisos electorales. Junts pel Sí consiguió más de 1.600.000 votos para seguir, punto por punto, la hoja de ruta de su programa electoral: declarar solemnemente el inicio del proceso de independencia, crear y poner en funcionamiento estructuras de Estado, proclamar la independencia de Cataluña y desconectar del ordenamiento jurídico español vigente, aprobar una ley de transitoriedad jurídica y otra ley que regule el proceso constituyente, convocar elecciones constituyentes antes de 18 meses y redactar y aprobar a través de referéndum la nueva Constitución catalana.

La trascendencia de estas elecciones convierte estos compromisos en objetivos de obligado cumplimiento, ya que pocos votantes de la coalición Junts pel Sí están dispuestos a sacrificar alguno de ellos por un peix al cove (léase nuevo pacto fiscal o incluso reforma constitucional) o a arrugarse ante la archiconocida excusa del inmovilismo del gobierno español.

Todo ello implica, como advierte el programa electoral de la candidatura ganadora, negociar con el Estado español, con las instituciones europeas y con las organizaciones internacionales. Negociar, negociar y negociar. Sin embargo, cuando John F. Kennedy afirmó “Jamás negociemos con miedo, pero jamás temamos negociar” no solo apelaba al diálogo para resolver los grandes conflictos mundiales, sino que también exigía interlocutores políticos de altura. Aquí nos sobran grandes conflictos y, por desgracia, no abundan líderes de nivel para resolverlos. No me refiero a aquellos líderes carismáticos admirados y respetados por unas masas acríticas sin rostro, sino a políticos con ideas y objetivos claros, capaces de responder con garantías a las demandas de la sociedad, que dominen los escenarios de la negociación y que incluyan en su estrategia política a unos movimientos sociales cada vez más informados, exigentes e influyentes.

No debemos confundir la improvisación como estrategia de negociación política con el exceso de improvisación derivado de la incapacidad de liderazgo

En el contexto español, seguimos acumulando crisis en ámbitos clave para el desarrollo social (economía, políticas sociales, valores colectivos, cultura, calidad democrática), así como en la eficacia constitucional, las relaciones Cataluña-España, el Tribunal Constitucional, el poder judicial, la monarquía o el sistema financiero. Necesitamos dirigentes políticos aplicados que asuman sus responsabilidades públicas, que analicen a conciencia la realidad política y que empleen sus habilidades para planificar con empeño y rigor los pasos para resolver los problemas y estimular el progreso social. Pero no hay previsión ni proyección, no hay norte ni rumbo, solo impera la improvisación. Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera tratan de seducirnos con acciones insignificantes, mensajes triviales y promesas insustanciales, como si a través de naderías buscaran un efecto placebo para aliviar la angustia social. Cuatro líderes que pronto, en campaña, nos contarán sus patrañas e irán de farol anunciando la panacea para salvar una sociedad maltratada por la incompetencia, actual y de antaño, de sus líderes políticos.

En Cataluña también reina la improvisación, a pesar de que en los últimos años se han planteado retos y propuestas de una relevancia histórica. La supuesta milimetrada planificación para celebrar una consulta con la Ley de Consultas Populares no Referendarias se desmoronó cuando, como era previsible, el Tribunal Constitucional la suspendió cautelarmente tras la firma del decreto de convocatoria. Luego, en una serie de reuniones conflictivas, se improvisó, a toda prisa y mal, un proceso participativo alternativo que acabó desatascando la CUP y que finalmente fue un éxito. La candidatura Junts pel Sí también se improvisó in extremis tras una negociación cargada de chantajes, pero no consiguió los resultados esperados y tan solo el ascenso electoral de la CUP permitió alcanzar la mayoría absoluta parlamentaria del independentismo. Y ahora, como si no hubieran previsto la actual aritmética parlamentaria, negocian con impaciencia y a contrarreloj la investidura y una mayoría parlamentaria y gubernamental para iniciar el proceso para conseguir la independencia de Cataluña.

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La capacidad de improvisación es una virtud del buen político, pero no debemos confundir la improvisación como estrategia de negociación política con el exceso de improvisación derivado de la incapacidad de liderazgo. Como dijo Shakespeare, las improvisaciones son mejores cuando se preparan. Ante retos y conflictos trascendentales un buen líder improvisa muy poco y, cuando las circunstancias políticas requieren improvisar, los buenos líderes sobresalen. Los malos líderes, en cambio, improvisan casi siempre aunque traten de disimularlo.

Jordi Matas Dalmases es catedrático de Ciencia Política de la UB.

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