_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El dilema de la CUP

Mas aplica al partido independentista la misma estrategia con la que doblegó a ERC para pactar la lista única: hacerle responsable del fracaso del ‘procés’ si no apoya su investidura

Milagros Pérez Oliva

En una pirueta estratégica que pocos esperaban, Artur Mas logró forzar una candidatura unitaria e imponer la dinámica plebiscitaria en las elecciones del 27-S. Los electores han dado una mayoría parlamentaria al bloque soberanista, pero no una mayoría de votos, lo que supone un grave lastre para la hoja de ruta que prevé la “desconexión” del Estado en 18 meses. El resultado, sin embargo, nos aboca a lo que siempre fue evidente: que además de plebiscitarias son elecciones autonómicas y por eso ahora el problema inmediato no es cómo se crean estructuras de Estado, sino cómo se forma un Gobierno, con qué programa y quién se pone al frente.

Gracias a la estrategia plebiscitaria, Mas ha logrado evitar la rendición de cuentas durante la campaña electoral y sigue teniendo a ERC atada de pies y manos por los pactos preelectorales. Pero ahora necesita a la CUP para formar Gobierno y, de repente, lo que en la dinámica plebiscitaria aparecía como una virtud para sumar —el hecho de abarcar un espectro ideológico amplio—, se convierte ahora en un gran escollo. Entre el liberalismo business friendly de Convergència y el radicalismo anticapitalista de la CUP hay una enorme distancia. ¿Se mantendrá la CUP firme en su compromiso de no investir a Mas presidente, o renunciará a sus principios en aras a que el procés siga adelante?

Mas intenta arrinconar a la CUP con la misma estrategia con la que doblegó a ERC para pactar la lista única: hacerle responsable de un eventual fracaso de la hoja de ruta independentista si no apoya su investidura. En el caso de la CUP, sin embargo, la cosa puede que no sea tan sencilla: pedirle el voto significa pedirle que pase por alto los recortes y las políticas que han aumentado como nunca las desigualdades sociales en Cataluña. Convergència se ha mostrado ya dispuesta a hablar de un plan para abordar la emergencia social, pero ha tenido cuatro años para darse cuenta de que existía tal emergencia y parece que no se enteró. También pretende que se olvide que Mas es el dirigente de un partido acusado de cobrar comisiones ilegales; que las investigaciones del caso Palau y del caso Teyco han revelado la existencia en Cataluña de tramas corruptas tan extensas y sistemáticas como las de Gürtel, Bárcenas, Púnica o los ERE de Andalucía. ¿Puede olvidar la CUP que Convergència sigue siendo el partido de Felip Puig?

Dada la naturaleza de las cuestiones que se dirimen, se entiende que haya tensión interna en la CUP. Sus dirigentes han dicho por activa y por pasiva que no facilitarían la investidura de Mas. Pero ¿es solo Mas el problema, o el problema es Convergència al completo? ¿Cabe una solución de compromiso, como con los toros, que se prohíben las corridas pero se mantienen los correbous? Se comprende que sus militantes tengan el corazón partido: por un lado, quieren que el procés hacia la independencia siga adelante, pero por otro, también saben que si apoyan a Mas, su discurso de que quieren construir un país nuevo sobre bases nuevas pierde credibilidad. ¿Qué clase de país será ese que empieza con un pacto con el partido que representa el status quo y defiende un modelo económico que destruye las bases del Estado de bienestar?

La CUP ha triplicado su representación parlamentaria porque ha sabido atraer a muchos votantes de Iniciativa

Por otra parte, la CUP ha triplicado su representación parlamentaria porque ha sabido atraer a muchos votantes de Iniciativa que, siendo de izquierda, querían un mayor compromiso con la independencia. Y a muchos otros de ERC que no querían votar a la lista de Junts pel Sí precisamente porque había pactado que Mas sería presidente. Todos estos electores pueden verse defraudados si la CUP apoya la investidura.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Vivimos tiempos acelerados proclives a la amnesia y parece que ya hemos olvidado que hace menos de cinco años Mas era investido presidente gracias a la abstención del PSC, pero luego pactó con el PP los presupuestos y un programa económico privatizador que ha mantenido hasta el último momento. En un ejercicio de funambulismo político, Mas presenta ahora como “desobediencia” un incumplimiento del déficit que en realidad es fruto de su incapacidad para cumplirlo, y se atribuye como mérito propio las medidas fiscales que tuvo que aplicar a partir de 2012 por exigencia de ERC, su nuevo socio.

La CUP sufre ahora la presión del chantaje: si no apoya a Mas, será responsable del fracaso del procés. Pero lo mismo que se dice de la CUP, puede decirse de Mas. Puesto que él es el problema ¿no debería sacrificarse y dar un paso al lado? Por el éxito del procés, se entiende.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_