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Un convoy atestado se avería y se queda sin luz entre dos paradas

El conductor activó el protocolo entre escenas de nerviosismo

Ferran Bono

Son las ocho de la mañana de este lunes. Hora punta. Es imposible caminar en línea recta. Una multitud se apresta a coger el tren de cercanías, el autobús o el metro. Es el intercambiador de transportes de la estación de Príncipe Pío de Madrid. Está a tope de gente, como todos los días laborables. Unos sanitarios del Samur logran abrirse paso hacia el andén de la línea 6. Una mujer está en el suelo. Se ha caído y está siendo atendida.

La zona se ha acordonado rápidamente. Los pasajeros miran directamente o de soslayo y siguen a lo suyo. Justo en el andén anexo, llega el metro de la línea 10. Está a rebosar. Aun así, la gente se comprime y entra como puede, como tantas otras veces. El tren arranca. Pero algo va mal. Se mueve a trompicones. Avanza, frena y reanuda la marcha. Una queja en forma de rumor sobrevuela el pasaje del largo convoy articulado. Se oyen algunas disculpas por los empujones y roces involuntarios. Nada, nada… De repente, el tren se para definitivamente en mitad del túnel.

Se apagan las luces y el aire acondicionado. El conductor avisa de que se ha producido una avería. Solo se ven algunos rostros iluminados por la pantalla de los móviles. Una joven escribe un ‘WhatsApp: “No se ve nada. Hace mucho calor. Estoy en el metro parada en un túnel”. La gente espera paciente sin decir nadie. Pero pasan uno, dos, tres minutos... El calor empieza a ser insoportable. La gente se quita chaquetas y suéters como puede. Vuelve la luz, gime el motor. El tren, renqueante, se mueve. Algunos soplan sonoramente. Pero el alivio dura poco. El convoy se para otra vez y la oscuridad se adueña de todo. Esta vez, algunos pasajeros estallan en exclamaciones y maldiciones. El calor aprieta. Una pareja intenta abrir sin éxito una ventanilla, sellada por seguridad. Hay algunas escenas de nerviosismo. Pasan tres o cuatro minutos más. Al final, se reanuda la iluminación y, muy lentamente, el metro remonta y alcanza por fin la estación de Plaza España. El conductor pide que todo el mundo se apee del ten, que no puede continuar la marcha. Han pasado solo 10 minutos, pero se han hecho interminables.

¿Y si el tren no hubiera arrancado otra vez? ¿Cómo se hubiera desalojado a la gente dentro del túnel? y ¿se tarde mucho cómo se hubiera paliado el calor que empezaba a ser insoportable en un tren saturado de gente? Un portavoz de Transportes de la Comunidad de Madrid explica a este periódico que se activó el protocolo en el caso del metro que circuló entre las 8.04 y las 8.14 minutos desde Príncipe Pío a Plaza de España y tuvo un fallo eléctrico.

“Lo primero que se tiene que hacer es intentar que el tren llegue por sus medios a la estación. Con una puesta a punto, que no puede durar más de 10 minutos. Es decir, un reseteo, apagar y volver a encender, que es lo que ha hecho varias veces el conductor y ha podido llegar a la estación”, dice. Si no funciona, se procede al desalojo de la gente. Siempre que haya otra vía, que es lo habitual, se sitúa otro tren en paralelo y se traspasa a la gente. “Si la vía es única, se desaloja a la gente por la vía, caminando, después de adaptar las medidas de seguridad. Se tiene que actuar en un máximo de 20 minutos, y con el servicio sanitario preparado”, añade el responsable. Ha habido desalojos de este tipo en Metro Madrid, asegura, pero no puede precisar el número.

¿Y qué le pasó a la mujer que cayó al suelo accidentada? Una luxación de cadera al caerse por meter el pie entre el tren y el andén.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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