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Pies de foto

La sesión fotográfica de todos los candidatos ha sido una de las más cortas de todas las campañas, en consonancia con la legislatura

Preparativos de la foto de familia de los candidatos para las elecciones, realizada en la plaza Josep Puig i Cadafalch de BarcelonaVídeo: Uly Martín/Laia Ventayol

Visto y no visto. Esta ha sido una de las sesiones fotográficas más cortas de todas las campañas, acaso en consonancia con lo breves que están resultando las últimas legislaturas. Los siete candidatos han aparecido igual que los siete magníficos bajo ese sol de justicia de las películas del oeste, y se han ido sin dejar ninguna polvareda épica, ni siquiera una sombra alargada. Y allí se han quedado en su decorado eterno y reconstruido las cuatro columnas de Puig i Cadafalch, igual que los dinosaurios de los sueños. Cuando se fueron los candidatos, Barcelona todavía seguía ahí.

La verdad es que han llegado antes y también se han ido antes de la hora convenida. Primero, aparecieron tras una historiada barandilla de piedra los candidatos Iceta y Espadaler. Uno de los fotógrafos los vio y gritó: “Mira, ahí hay una foto”, y otro sacó la cámara corriendo y disparó, y todo esto que parecía un preámbulo se redujo a la consumación de un hecho dentro de la actual tendencia a la política de hechos consumados.

Como era poco antes de las once de la mañana y los mirones estábamos de cara al sol (con perdón; el caso es que a los candidatos se les puso de espaldas al solazo para que no salieran en la foto haciendo guiños), apenas se atinaba a distinguir con claridad más que los pies de los cabezas de lista. Iba descalza Inés Arrimadas, pero no como Carmen Amaya sino con tacón como de estar en Mallorca. Rabell llevaba calzado negro de barrio, con cordones como a todo el que le gustan los nudos. Todo lo contrario de Iceta, que esta mañana iba con esos mocasines discretos de quien no quiere complicaciones. Espadaler también es hombre de mocasines, pero los llevaba color burdeos, que es la tonalidad de las clases ociosas. Pero los mocasines más grandes de todos han sido los de Albiol, que tiene pies de jugador de baloncesto y por tanto de hombre que está a la que salta. Los suyos eran como los de Iceta, pero en baratos. Baños llevaba unas bambas rotas (si las hubiera llevado fuera de Cataluña, habría que decir “zapatillas deportivas”; todo lenguaje es una ideología). Y el calzado de Romeva sí que era deportivo, pero en muy pijo, esas bambas que no están hechas para morder el polvo sino para absorber el abrillantador de los suelos recién fregados. Fue precisamente Romeva el único que habló en la brevísima sesión. Dijo al subir al entarimado: “¿Cómo va el orden aquí?” . El orden era a gusto de los candidatos. ¿Será así el domingo?

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