_
_
_
_
_

Apoteosis rumbera

Sabor de Gràcia celebraba en la plaza de Catalunya sus primeros veinte años de vida

Sicus Carbonell y las rumberas de Sabor de Gràcia.
Sicus Carbonell y las rumberas de Sabor de Gràcia.JUAN BARBOSA

Sobre la una de la madrugada la lluvia, esa vieja amiga de la Mercè barcelonesa, no quiso faltar a su cita anual e irrumpió con fuerza sobre la multitud de preadolescentes que abarrotaban la playa de Bogatell. La desbandada provocó un pequeño caos circulatorio en la zona ya que la mayoría prefirió salir huyendo del temporal que esperar, en realidad no había ningún lugar cubierto donde esperar, a ver si Oques Grasses podían comenzar su actuación. Por el escenario de la playa habían pasado Joan Dausà (en un concierto mínimo), Els Amics de les Arts y Els Catarres provocando reiteradamente el entusiasmo del personal.

En el centro de la ciudad la lluvia también respetó a su majestad la rumba. Sabor de Gràcia celebraba en la plaza de Catalunya sus primeros veinte años de vida coincidiendo con los mismos veinte de la Mostra d'associacions y lo hizo a lo grande: más de tres horas y media de rumba con un escenario por el que fueron desfilando la práctica totalidad de nombres que son o ha sido algo en la especialidad. Si mérito tenía que en el entarimado se mantuviera la electricidad constante más lo tenía conseguir que durante ese larguísimo periodo de tiempo la plaza permaneciera llena de público y no se dejase de bailar en ningún momento.

Por el escenario, casi siempre atestado de músicos, se sucedieron recuerdos y homenajes reuniendo a payos y gitanos. "¡Todos somos gitanos!", gritaba un imparable Sicus Carbonell, alma mater de Sabor de Gràcia, mientras a su alrededor se iban congregando viejas y nuevas generaciones de rumberos y no rumberos, desde Pep Sala, Manel Joseph o Titot hasta Rumba 3, Los Manolos, Los Amaya, Sam Mosketón, los catalano-franceses Reyes Heritage o el portorriqueño Jerry Medina. Incluso los Castellers de Gràcia hicieron una tímida demostración que disparó todas las cámaras de los muchísimos turistas que se habían quedado enganchados en la tela de araña rumbera de Sabor de Gràcia.

Una apoteosis que tuvo un recuerdo para gente que ha hecho mucho por la rumba (por ahí pasaron Maruja Garrido o la Maña) y que concluyó rememorando a los que ya no están, de Pescaílla o Peret a Ramonet o Tio Palò, en un apoteósico final con gran parte del elenco cantando Marcha, marcha, Amigos para siempre y Gitana hechicera ante la complicidad de una plaza entusiasmada y danzante.

Cerca de allí, en las escalinatas de la catedral, el ambiente era muy distinto. Allí reinaba la calma. Jordi Sabatés ante su piano de cola rememoraba la figura del gran Bola de Nieve. Un juego imaginativo y seductor en el que su propio toque, de la paráfrasis a pinceladas rítmicas o sentimentales, se mezclaba con imágenes del propio Bola, ocasionalmente con su voz, y la presencia de un grupo de elegantes bailarines. Un magnífico homenaje que mantuvo también al público en vilo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_