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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La profundidad de la Meridiana

Manifestaciones, elecciones, el 9-N y las negociaciones políticas han sedimentado materiales, vivencias e ideas del independentismo

La foto de mañana será la de cientos de miles de personas en la Meridiana. No se fíen de las apariencias, la superficie y la longitud es lo de menos. Lo realmente importante, la profundidad que sustenta esta nueva manifestación, no se verá.

Se dice que durante mucho tiempo el independentismo ha crecido de manera reactiva, lo cual siendo más o menos cierto, significaba que seguía siendo deudor, subsidiario. La descripción ha sido muy útil a ambas partes. El independentismo naif y el españolismo rancio han vivido de esa reacción, pero a medida que se queman etapas, la realidad política se impone: sólo avanza quien de verdad quiere hacerlo.

Esto es lo que hace realmente interesante todo el proceso independentista, que poco a poco ha dejado la superficialidad de la reacción y ha empezado a construir. Manifestaciones, elecciones, el 9-N, el debate que no cesa y las continuas negociaciones políticas han sedimentado materiales, vivencias y, sobre todo, ideas. La improvisación del 10 de julio o la delgada línea de la Via Catalana dejaron paso a la Diada del 2014, a la organización impecable del 9-N y un continuo de charlas, actos, estudios y artículos sobre el país que se quiere construir. Se ha creado discurso, relato y, lo más importante, ambos han sido puestos a prueba tan a menudo que son buenos: se ha creado respuesta. Incluso cuando no hay medios donde expresarla, la réplica se traslada a la calle. El movimiento es profundo, es de verdad.

La reacción por sí sola no explica hoy la voluntad de independizarse. Cuando el no es constante se transforma en nada, es más, transforma en nada a quien lo pronuncia

De acuerdo, la reacción continúa siendo un factor importante, pero ratifica más que aporta. Y tampoco es culpa del independentismo, la provocación es tan burda que no deja indiferente a nadie. Del registro de la Catdem el mismo día de la presentación de Junts pel Sí pasamos a las declaraciones forzadas de Merkel y Cameron o la epístola a los catalanes de Felipe González. Hombre, si González te sitúa en la Alemania de los treinta, o un escritor en el totalitario soft, lo mínimo que puedes hacer es revolverte.

Pero la reacción por sí sola no explica hoy la voluntad de independizarse. Cuando el no es constante se transforma en nada, es más, transforma en nada a quien lo pronuncia. Cuando no hay alternativa, se construye, que el mundo no va a dejar de girar por España. Cuando las promesas de federalismo o reforma se presentan como si te hiciesen un favor, ¿qué más puedes hacer? Responder tú mismo cómo funciona el sistema de pensiones, cuál es el déficit fiscal, qué se necesita para crear un Estado o qué legislación lingüística crees que será la mejor y la más justa.

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Al otro lado no hay nada. En la derecha, Ciudadanos y Partido Popular han vivido precisamente de eso, no hace falta dedicarles ni una letra más. En la izquierda, PSOE y Podemos administran con diferente grado, una estrategia de beneficio propio. El mal de Cataluña siempre tiene espera.

La imagen que mejor resume todo lo que les estoy contando se dio hace poco en Zaragoza. El presidente aragonés Lambán, después de reunirse con Miquel Iceta, proclamó que era un orgullo que en Aragón se hablase catalán. El desprecio del lapao quedaba derogado, pero a renglón seguido afirmó, sin que Iceta pestañease, que la oficialidad del catalán en Aragón era imposible. Lo mejor que se puede esperar, pues, es que no te insulten, que te digan que están orgullosos de ti pero que, ay, tu lengua, tu cultura y por tanto tu dignidad y tu capacidad de decisión sobre lo que eres, no valen nada. Y nada más, Iglesias juega a los tronos y Coscubiela intenta salvar lo que queda de Iniciativa sin otra iniciativa que no sea mentarte a Mas.

No soy capaz de pronosticar ni votos ni escaños. Si lo hiciese invalidaría todo lo que he escrito antes. Sobre lo que ha sucedido y está sucediendo se puede hablar y discutir. Del futuro hablan quienes aventuran que Cataluña jamás será independiente o que saldría de la Unión Europea. Todo ello aderezado con la credibilidad de los puedo prometer y prometo de los sucesivos presidentes españoles. Cambio de papeles, el unionismo es reactivo: nazismo, conspiraciones, catástrofes y la apelación a un respeto que no ha practicado jamás.

Cuando cuenten, recuerden que no se trata solo del número de personas, piensen en la solidez del compromiso adquirido. Eso es la Meridiana llena, la transformación del 9-N en el 27-S. No es superficie, es profundidad.

Francesc Serés es escritor.

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