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La crónica de baleares
Crónica
Texto informativo con interpretación

Presuntos y corruptos al paso y con fotos

No se trata de una consecuencia natural inevitable de la condición humana, esa vieja táctica de autoprotección, exculpatoria

La mayoría de corruptos se ampara en la sensación histórica de impunidad y se cubre de suficiencia, va con coraza de cristal blindado.
La mayoría de corruptos se ampara en la sensación histórica de impunidad y se cubre de suficiencia, va con coraza de cristal blindado.TOLO RAMON

Cada día suele ocurrir, uno o varios tipos corruptos, sueltos, aparecen al paso o fijos en sus lugares habituales en Palma. Forman parte del paisaje real, están en la maquinaria social. No esquivan el encuentro, miran o se distraen, aparecen en la geografía urbana de Mallorca y pretenden continuar.

Se les topa en la calle, casi por azar, diariamente. Habitan por ahí y unos pocos van a dormir a la cárcel. Dos decenas de sus iguales están presos aunque la mayoría sigue en la calle. La casualidad y la estadística van en contra de los reos encausados que no son invisibles ni evitables.

Son una parte mínima de la sociedad, reconocible, suponen una anomalía ilegal detestable. Pero ser corrupto no se trata de una consecuencia natural inevitable de la condición humana, esa vieja táctica de autoprotección, exculpatoria, que minimiza o dispersa el asunto de la corrupción.

Muchos delincuentes—bastantes— o sospechosos, acusados, condenados o pendientes de juicio, obran desde la convicción de su inocencia, de la normalidad o rectitud de sus actos, creen que son víctimas de un acto deliberado en contra. La mayoría de ellos se ampara en la sensación histórica de impunidad y se cubre de suficiencia, va con coraza de cristal blindado.

A veces, unos suelen sobreactuar ante quienes saben de sus andanzas o posibles problemas, los han visto esposados en los juzgados, salir del calabozo o permanecer durante días sentados en el banquillo del tribunal. Esos tránsitos desconciertan profundamente.

Algún reo, solo o acompañado, en el entorno urbano, suele lanzar una mirada retadora al transeúnte que sabe quién es, qué hizo. Otros, varios, tienden a distraerse y agachan la cabeza, culposos, aun 20 años después de destaparse su implicación en un caso. Apresuran el paso, desfilan rápido. Si van acompañados buscan el diálogo de protección del otro.

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Penúltimos reos y presuntos corruptos han aparecido —otra vez— en las fotografías de vanidad local en los medios y revistas insulares que despliegan páginas y más páginas de imágenes provinciales, de tipos repetidos, semana a semana, como en un embaldosado. No es la primera vez que ocurre una distracción reprobable en la lista de invitados y las fotos corales. Se da al buscar la exhibición de supuestos “mejores”, en el código cortesano.

El ‘problema’ ético y estético, la anomalía política, aparece cuando una nueva autoridad gubernamental balear, nacida de un poder electo en las urnas —no un fiscal, un juez o coronel de la Guardia Civil—, posa y se fotografía feliz, en agosto de 2015, escoltada por dos reos en escándalos de corrupción. En la misma entrega semanal otro imputado festeja su vana notoriedad con los suyos.

Otra anécdota a documentar sucedió a finales de julio en un molino restaurante de Palma. Se divulgó en las redes sociales y en un diario. Un par de diputados del nuevo grupo virginal de la mayoría balear acudió a la cena para tertulianos de la televisión privada —y arma personal— que sostienen un empresario imputado (y detenido en 2010) por supuesta corrupción política. Los vigilantes emergentes invitaron al evento una estrella española de su cuerda.

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