_
_
_
_
_

Apple destrona al Zúrich

La tienda de Tim Cook sustituye al café Zúrich como punto de encuentro de los jóvenes

Cuatro jóvenes se fotografían frente a la tienda de Apple de Barcelona.
Cuatro jóvenes se fotografían frente a la tienda de Apple de Barcelona.Gianluca Battista

Esteban Cortés hace 27 años que trabaja en el Café Zúrich. Situado en el corazón de la ciudad, en un vértice de la Plaza de Cataluña y a la salida de los Ferrocarrils de la Generalitat, este histórico café ha sido sinónimo de encuentro para los barceloneses durante décadas. Quienes lo frecuentan, aseguran que el Zúrich es más que un bar. El escritor Hans Christian Andersen lo consideró uno de los mejores cafés de Europa y por sus mesas han pasado cientos de miles de caras anónimas desde que su apertura en 1862. Primero como cantina, haciendo las veces de refugio de viajeros. Más tarde como chocolatería y, finalmente, en 1925, como cervecería. Su nombre hace honor a la bebida un “zurich”, un vaso de cerveza de barril, que podía consumirse en el local junto a otros brebajes como el jarabe de grosella o la zarzaparrilla. A los consumidores de café, a 35 céntimos, se les añadían unas gotas de ginebra o ron, sin coste adicional.

Este emblemático lugar no pasará a la historia por sus cafés, sino por haber sido durante décadas el punto de quedada de los barceloneses. “Nos vemos en el Zúrich”, era la frase más repetida por cuadrillas de amigos y parejas al acercarse el fin de semana. “La mayoría ni siquiera se sentaba a consumir en la terraza, simplemente era el punto encuentro de amigos y de las citas de los jóvenes”, relata Esteban. La escena de jóvenes nerviosos, mirando el reloj, esperando a su cita o las pandillas de amigos decidiendo el plan de la noche, ha sido una constante en la esquina donde se ubica el bar.

Sin embargo, los tiempos cambian. De poco ha servido que este local fuese, en su día, trinchera de las fuerzas republicanas o que en sus mesas se fraguara el asalto al Banco Central, en mayo de 1981. El Zúrich no tiene Wi-fi.

A pocos metros, en Ronda Universitat esquina Paseo de Gracia, la manzana de Apple luce orgullosa. Es el nuevo espacio donde cientos de jóvenes se citan ahora para quedar. La estampa de peinados imposibles, acné y móviles en mano, se repite, sobre todo, al llegar el fin de semana. Entre las distintas tribus urbanas, los que acaparan las miradas son los "swaggers". Allí pasan la tarde, simplemente "estando" utilizando el wi-fi gratuito que les regala Tim Cook.

Muchos ni siquieran tienen un Iphone, pero eso no importa. Aquí lo que prevalecen son las cámaras de móvil, capturando selfies. No superan la mayoría de edad, muchos nacieron pasada la frontera del 2000. Son jóvenes de entre 13 y 16 años, que lucen estilismos que se escapan, en ocasiones, a la moda imperante en la capital. El patrón, en el caso de las chicas son los shorts, acompañado de una copiosa capa de maquillaje y una bandana en el pelo. Los chicos, con pantalones dos tallas más pequeñas y con peinados elaborados que alternan rapados con tupés, donde no se escatima en gomina. Aquí se baila, se ríe y se coquetea. Todo queda registrado en los teléfonos y listo para subirse a las redes sociales. El objetivo: conseguir el máximo número de "likes".

"Aquí no somos todos swaggers, eh", reprocha Cris, una joven catalana que espera al resto de la cuadrilla mientras se retoca el pelo utilizando la cámara de su móvil como espejo. "Aquí es donde quedamos porque está más cerca del metro y porque hay wi-fi", espeta. A su lado, dos turistas japonesas intentan extender un mapa imposible de la ciudad. Tras minutos de lucha, se dan por vencidas y deciden sacar sus teléfonos para encontrar el hotel en el que se hospedan. ¡Bendito Tim Cook!.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Los chicos de la tienda Apple se entremezclan con los turistas que paran a fotografiarse frente al logo de la tienda, así como los que utilizan la red para actualizar sus vacaciones en Facebook. Manu, un brasileño que lleva dos semanas en la ciudad, saca su portátil, sentado en las escaleras de la tienda. Aprovecha el wi-fi gratuito para subir las fotos a la red social . "Es más barato que ir a un bar y pedir algo solo para conectarme a internet. Además, aquí puedes pasar toda la tarde entretenido viendo a la gente ir y venir", explica.

Mientras tanto, en el Café Zúrich, un turista alemán pregunta desde la puerta:

-¿ Teneís wi-fi?

- Wi-fi no, whisky. Tenemos whisky.

El Zúrich seguirá siendo un lugar para "desconectar".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_