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En busca de un baño público en la capital

Madrid solo tiene 25 baños públicos móviles para sus 3.198.645 habitantes

Urinarios públicos en Madrid, Plaza de Ópera.
Urinarios públicos en Madrid, Plaza de Ópera.Santi Burgos

Un millón de personas pasan cada día por la almendra central de Madrid. Para atender a esa multitud, entre la que cada vez hay más turistas, el Ayuntamiento solo mantiene en servicio ocho baños móviles, además de cuatro fijos en el Retiro. Si alguno de los viandantes siente la necesidad urgente de ir al servicio, solo tiene la opción de entrar en un bar. Con suerte, el dueño no se dará cuenta. Pero cada vez son más los establecimientos que cierran los baños con llave o con una cerradura de combinación, de forma que los usuarios deben consumir si quieren usarlos. O hacer algo cada vez más frecuente: orinar en la calle.

Esteban Benito, presidente de la asociación de vecinos de Chueca, uno de las zonas más concurridas del centro, se indigna en cuanto le mencionan el problema: “Es muy grave para la higiene de la ciudad, especialmente en el centro”. Explica que en la plaza de Chueca viven 12 personas que desde hace años orinan en una zona de árboles. “Los vecinos que viven en los bajos no pueden abrir las ventanas porque el olor es muy fuerte, y más ahora por el calor”. Pero ese es un problema muy concreto. Hay más: “Los últimos locales de copas cierran a las seis de la mañana, y a esa hora todos los días te encuentras el barrio lleno de orines que se quedan concentrados”, asegura.

Benito no entiende que, si orinar en la calle está penalizado, “sorprendentemente” no se impongan sanciones. En efecto, el artículo 14 de la ordenanza de limpieza de los espacios públicos señala: “Por su especial repercusión en el ornato e higiene de la ciudad, queda expresamente prohibido escupir o satisfacer las necesidades fisiológicas en la vía pública”. Vulnerarlo está tipificado como falta grave, sancionada con multas de entre 751 y 1.500 euros. Pero la policía municipal afirma que no es habitual imponer este tipo de sanciones.

La escasez de aseos en el centro de la capital, 25 baños móviles y uno en proceso de instalación, contrasta con los de otra capital cercana, París, donde hay más de 400 baños fijos, con acceso para discapacitados físicos y totalmente higiénicos ya que están provistos de un mecanismo de lavado desinfectante cada vez que se utilizan. En Madrid, salvo los cuatro del Retiro, son cabinas automáticas con forma cilíndrica, de color verde oscuro. Se trata de una concesión a la empresa JCDecaux, que gestiona la publicidad que los rodea a cambio de mantenerlos limpios. El precio de uso son 10 céntimos, excepto para los conductores de autobús de la EMT, que tienen una tarjeta para su uso ilimitado.

El centro de Barcelona tiene un problema similar al de Madrid. El Ayuntamiento, gobernado por Ada Colau, instaló a principios de este mes seis urinarios públicos en el marco de una prueba piloto que estará vigente hasta las fiestas de la Mercé, que este año se celebrarán a partir del 18 de septiembre. “Son provisionales y se han situado en las zonas donde había más quejas por conductas incívicas”, según un portavoz del Consistorio. La mayoría de los baños de Barcelona, con 1.611.013 habitantes (la ciudad de Madrid tiene 3.198.645) y están situados en parques y jardines (107) y en las playas (130) de la ciudad. Las cafeterías son el recurso de los paseantes del centro de Madrid que sufren una urgencia. Juan Carlos Rodríguez, operario de limpieza, explica que cuando le entran ganas de ir al baño se ve obligado a ir una: "A mi jefe no le gusta, pero en algún sitio tendré que mear", dice. Rosa Molina, funcionaria que pasea con su hija, se encoge de hombros: “¿En medio de la calle a dónde vas? Pues a una cafetería con tal de que te dejen pasar….”. María Luisa Fernández, jubilada que pasea todos los días por el centro de la capital, explica que suele ir a una cafetería y consumir un refresco, pero que a la media hora le vuelve a surgir la urgencia: “Cuando vas de turista y te pasa, sabes que es un gasto más con el que contabas, pero cuando vives en la misma ciudad te da rabia tener que gastar en esto”.

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El doctor Adot, coordinador nacional del grupo de urología funcional y femenina de la Asociación Española de Urología, señala los grupos de personas que se ven más afectados por la necesidad de ir al baño. Las que sufren de vejiga hiperactiva (un 16% de la población padece este problema), necesitan ir al servicio con urgencia. También los hombres que tienen problemas de próstata, que sufren el síndrome de dolor eficaz: si no orinan les duele mucho la vejiga. Y, por último, personas que tienen enfermedades neurológicas, como parapléjicos o enfermos de esclerosis múltiple o Párkinson. Las embarazadas también sufren las consecuencias de la escasez de baños por la ciudad, sobre todo al final del embarazo. Irene Barquillo, que ha dado a luz hace poco, asegura que tiendas y restaurantes le han facilitado siempre el acceso a los servicios.

Uno de los colectivos que más sufren este problema son los taxistas. Jesús Fernández, vicepresidente de la Federación Profesional de los Taxis, asegura que hace un año y medio cursaron una petición al Ayuntamiento solicitando una reserva de suelo para la instalación de servicios en algunas zonas emblemáticas de la ciudad donde hay paradas de taxis. “Todavía estamos esperando respuesta”, comenta. “Conozco a compañeras taxistas que aparcan en el tanatorio porque allí hay baño, fíjese a qué niveles estamos. Otros compañeros tienen más facilidad porque en cualquier sitio se alivian, pero no sabes dónde te va a dar un apretón, es un problema”.

En el Metro de Madrid tampoco hay retretes públicos. Los que existen son para uso exclusivo de los empleados y se encuentran ubicados en instalaciones a las que solo se puede acceder con llave. Desde Metro Madrid aseguran que no existe ningún proyecto para dotar de baños públicos a sus instalaciones. “Los trayectos que se hacen en metro son demasiado cortos como para instalarlos”, señala una portavoz del Metro de Madrid. “Además, ponerlos supondría crear espacios apartados, con escasa visibilidad, que podrían generar problemas de seguridad”.

En el parque del Retiro hay cuatro baños públicos fijos. Están abiertos desde las 09.00 hasta las 21.00 y miden 3,5 x 2,20 metros. Domingos y festivos se forman largas colas ante ellos. “La chica que los limpia trabaja todos los días, pero solo los limpia una vez al día”, dice un operario del parque. “¡Aunque no es culpa suya!” añade. Una señora, que no quiere dar su nombre, escucha la conversación y comenta enfadada: “Estos baños huelen fatal, hace un calor infernal y te dan ganas de vomitar”. El operario explica que datan de 1935 y que en su día denunciaron su estado a la Inspección de Trabajo para que se hicieran reformas o pusieran una caseta, sin resultado. Los primeros servicios callejeros fueron instalados en Madrid a mediados del siglo XIX gracias al duque de Sesto, que quiso dejar la capital limpia y sin olores. Se instalaron en Sol y posteriormente otras plazas, como Callao y Tirso de Molina, se sumaron a esta iniciativa. La lógica hacía suponer que con el paso de los años y el aumento de la población esa pequeña red se ampliaría. Pero ha sucedido al revés.

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