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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Noticias del mundo rural en activo

Los supermercados alemanes Lidl y Aldi han enrarecido más aún el comercio de la fruta, comprándola a los agricultores a precios miserables

Mercè Ibarz

Escribo desde Zaidín, en el Bajo Cinca, en una temporada frutera dominada por el trastorno y la fatiga profesional, recurrentes en los últimos años de precios irrisorios. Un clima social que este julio, en una escena aún más convincente, se ha acompañado de borrascas y ventadas tremendas, un calor sofocante que ha llegado a los 44 grados y una granizada terminante de las cosechas de peras, melocotones, nectarinas y paraguayos. El cambio climático parece decidido a hacer del todo concluyentes y visibles las contradicciones rurales. Como la naturaleza alterada por la mano humana, el comercio de la fruta va a peor. Su clima está también muy humanizado, muy tocado por mano humana: por la indolencia institucional y por el comercio local y europeo.

El asunto provoca este año titulares, y de los grandes, cosa rara. Los desastres del comercio de alimentos, en particular de la fruta, son tan en efecto recurrentes un año y otro que no son noticia. Tanto da que usted y yo paguemos a precio de oro la insípida fruta que venden tantas tiendas urbanas de todo tipo y que, lo sabemos, los agricultores que la cultivan y recogen la cobren de pena. No lo consideramos noticia. Por tanto, los payeses han de provocarla si quieren ser oídos. Deben irse unos cuantos a la ciudad que en teoría es su capital y armarla para ser noticia.

Estos días, en la comarca vecina y colega del Segrià los agricultores han logrado grandes titulares locales y, aunque pequeñitos y casi a escondidas, incluso se han ganado titulares de medios de mayor alcance. El viernes llenaron las calles de Lleida de tractores unos 300 empresarios agrícolas (es lo que son los agricultores de estas tierras, pequeños y medianos propietarios que tiran adelante su empresa con la contratación de temporeros foráneos, un mundo rural que casi no tiene juventud propia que lo continúe). No se quejaban en Lleida del clima, del mal que han hecho ventoleras y pedrisca en árboles y cosechas, que eso lo hablan con Agroseguro, unión de aseguradoras agrícolas, y tarde o temprano lo aclararán. Los bares del pueblo ya dan comida y bebida estos días a los peritos que certifican los daños.

No, la protesta ha sido para denunciar la política agraria europea. La hicieron ostensible arrojando toneladas de fruta delante de dos cadenas alemanas de supermercados, Lidl y Aldi. Son las dos firmas que están exprimiendo los mecanismos de un mercado tan y tan enrarecido, con éxito, para conseguir pagar a los agricultores precios aún más a la baja, en una campaña que había empezado bastante bien (seamos precisos, que no iba tan mal como la del año pasado). Un número importante de payeses han aceptado este año los precios miserables de los súpers alemanes. Barrunto que lo han hecho por escarmiento de otros años, inquietos por acumular stocks de fruta sin saber a cuánto ni cuándo la cobrarán. En este mercado enloquecido de mala manera por políticos, comerciales y distribuidores, una familia recoge y almacena su fruta sin saber el precio de venta ni cuándo la cobrará, tarda meses saberlo, aguanta como puedas. Tras el veto de Rusia a la fruta de los países de la Unión, solo faltaban los súpers alemanes.

En el diario Segre, el responsable del sector de la fruta dulce de Unió d'Unions, Josep Cabré, firmaba el jueves un sensato artículo sin concesiones a la lagrimita ni convocando a la concentración de tractores que se haría en Lleida el día siguiente, ni siquiera citaba Lidl y Aldi por su nombre. “Estaría bien que los payeses preguntásemos a los comerciales de nuestras empresas y cooperativas a qué precio venden nuestra fruta y tal vez es hora de exigirles que, antes que malvenderla, la destinemos a las retiradas a beneficencia, en que, como mínimo, el precio es de 0'27 céntimos de euro el kilo y, por lo menos, en vez de alimentar a los lobos de la gran distribución, ofrezcamos nuestro producto a los más necesitados”. Alcaldesa Colau, alcalde Santisteve, tomen buena nota.

Lo han leído bien: ni los 0'27 céntimos por kilo de beneficencia recibe el agricultor. El año pasado, el precio en Zaidín fue de 0'10 céntimos. ¿Cuánto cuesta producir un kilo de fruta? Una media de 0'35 céntimos el kilo, sin contar las horas echadas. Hagan ustedes números.

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O mejor: hagamos otros números. Dejemos de comprar fruta a precios de gángster, planifiquemos políticas de rectificación urgentes. Si el mundo rural ha de resistir, hagámoslo entre todos.

Mercè Ibarz, escritora y profesora de la UPF.

 

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