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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El problema

¿Cual es la función de un cabeza de lista que no es cabeza de lista? ¿Es una función política o, 'snif', teatral? ¿Su presencia niega o adorna el carácter ultraliberal de la lista conformada por CDC y ERC?

La lista del President dibuja una serie de problemas. Lo divertido es que si los unes por una línea, te sale un dibujo de algo que ya no es un problema, sino algo tres casillas posterior. No se vayan, que me explico.

Problemas. Les hago un simpático popurrí. No se llama la Llista del Presi, si bien el candidato a la presidencia es el Presi. Lo que indica que es un objeto poco transparente y abierto a interpretaciones que, no obstante, parecen no realizarse. ¿Por qué el Presi no encabeza la lista que, de hecho, encabeza? ¿Por qué un político, cuya carrera consistió en estar, precisamente, en los puntos en los que se desarrolló la actividad para-económica de The Pujolettes, aún está vivo y puede, si no encabezar, sí mangonear, en el sentido que ofrece Corominas en su diccionario etimológico, una lista?

Estos interrogantes llevan al siguiente problema. ¿Cuál es la función de un cabeza de lista que no es cabeza de lista? ¿Es una función a) política o, snif, b) teatral? ¿Camufla la vida y obra del resto de listados, o por lo contrario, sella que estamos ante una lista tan trasversal que, si bien sólo cuenta con los dos partidos recortadores en Cataluña, posee en su interior un exparlamentario europeo de ICV, muy significado en aquella cámara, tan introvertida, en la lucha contra la pesca extensiva del atún rojo? ¿Su presencia niega o adorna el carácter ultraliberal de la lista conformada por CDC y ERC —ERC es, a su vez, otro problema en su último acto; en el Congreso ha votado en contra de lo que ha fabricado en el Parlament? Al cabeza de lista que no es cabeza de lista, por cierto, ya le han pegado un toque sus superiores cuando afirmó que Mas podía no ser el cabeza de lista efectivo. Un gran ideólogo de la transversalidad le dijo, de hecho, que “todo está hablado”. ¿Qué es todo? ¿Por qué a la sociedad, y al cabeza de lista que no es cabeza de lista, no se les ha hablado de todo? ¿Dónde sucede todo en una lista en la que parece no suceder nada, salvo una transversalidad que tira de espaldas? ¿Todo es otro procés, con la diferencia de que ahora sí que sí? ¿Por qué ahora sí? ¿Ahora existe? ¿Existió antes? ¿Todo es intentar una mayoría catalanista conservadora, que negocie lo que sea con el próximo gobierno del Estado, previsiblemente de izquierdas? ¿Todo es lo de siempre? Rayos, me he embalado. Paro.

Bueno. El problema que aludía, no son estos problemas aludidos. Es este. Agárrense. Estos pequeños grandes problemas, deberían de haberse solucionado ya. Si bien no resulta difícil verificarlos, el problema ya no es tampoco que eso no haya sucedido, sino el lugar en el que no ha sucedido. Todos estos problemas —fundamentalmente, de falta de control sobre una lista, un Govern, unos partidos—, deberían haberse solucionado en la prensa, el lugar natural para la solución de esos conflictos. En la prensa, en los medios, a través de información y de opinión contrastada, es donde la sociedad decide con efectividad si un político es corrupto, si una medida gubernamental es justa, si un discurso gubernamental existe. Y estos son, básicamente, los temas que aplaza la lista del President, el anterior Govern y, si les pita el asunto, el futuro, gracias a que los medios lo aplazan por todo el pack. El hecho de que estos problemas, impensables —por jugar con el eslogan trasversal ese— en Dinamarca, pero intuibles en Venezuela, no se hayan solucionado à la danois, orienta sobre unos medios únicos en el Continente que, en dos lenguas latinas, no controlan el poder, asumen las explicaciones del poder como fuente, y se limitan a defender un poder u otro. En el caso del periodismo hooligan pro-lista-del-Presi —aquí abajo, tenemos de eso; tenemos un periodismo para confirmar cualquier gobierno—, sorprende que medios y firmas que han sido incapaces de describir el pujolismo y el procés, no se sientan invalidadas, y prosigan con su función gubernamental sin apenas mella.

La crispación, la polarización social en torno a proyectos gubernamentales no verificables, no sometidos a explicaciones sino, vía propaganda, a la fe, es una de las consecuencias presentes. Y me temo, hasta que la cosa explote —la propaganda, crece y explota, no tiene otro recorrido; recuerden a Acebes—, la cosa será así.

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