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SALSA Coque Malla
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El camaleón bueno

El madrileño reedita tres años después su inesperado tributo a Rubén Blades y da nueva vida al riquísimo catálogo de personajes

Coque Malla, durante su actuación en el Café Central.
Coque Malla, durante su actuación en el Café Central.fernando neira

Nunca unos exiguos metros cuadrados de escenario estuvieron tan bien aprovechados. Contraviniendo las leyes de la física, Coque Malla se flanquea de media docena de músicos en el esquinazo del Café Central para reeditar su proyecto más insólito, aquel que ni en un heterodoxo como él habríamos predicho. “Os preguntaréis por qué un rockero se pone a mover el culo, pero Rubén Blades trasciende los estilos”, se justificó el sábado en un abarrotado Café Central antes de hincarle el diente durante hora y media al repertorio del salsero de Ciudad de Panamá. Al madrileño no le fluye una gota de sangre caribeña por las venas, pero su acercamiento es cabal, sincero, sustancioso. Sorprendente o no, esta ocurrencia no es la de un usurpador: Coque elude imposturas como forzar el seseo y asume un espectáculo esforzado en logística y aprendizaje, aunque a su voz le faltara algo de cuerpo y hasta de volumen para redondear la faena.

Lo bueno de la melomanía es que no precisa de límites. El hijo de Amparo Valle y Gerardo Malla reivindica el derecho a disfrutar tanto de Blades como de los Beatles, por mucho que el paralelismo sugerido entre Ligia Elena y She´s leaving home parezca dudoso. Del panameño le habrá conquistado, seguramente, su pasmosa capacidad para desbrozar historias y personajes en cuatro minutos. Por eso el mejor momento de la noche es el más complejo y atípico, ese cáustico relato costumbrista casi recitado que se titula GDBD. Un acrónimo indescifrable sin ayuda del autor: “Gente despertando bajo dictaduras”.

Las manos de Malla aletean durante los pasajes instrumentales y dibujan en el aire cada inflexión de sus músicos, y eso es todo un síntoma de que no hay motivaciones económicas u oportunistas en la aventura, sino pasionales. El salsero sobrevenido se retrata así como camaleón bueno. A diferencia del que retrata Blades en la espléndida Camaleón: aquel era un bicho de mucho cuidado.

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