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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Repoliticemos el 27-S

Sería mejor y más razonable seguir tendiendo puentes entre quienes pueden ser aliados para muchas cosas a partir del 28-S

Joan Subirats

Probablemente alguien pensará que no estoy en mi sano juicio cuando hablo de repolitizar algo tan genuinamente político como son unas elecciones. Pero a lo que me refiero es a intentar evitar que, con el juego de la dimensión plebiscitaria, acaben quedando difuminados aspectos clave del debate de fondo que toda elección plantea: ¿Quién gana y quién pierde, cómo se distribuyen costes y beneficios? Aparentemente, la opción del Junts pel sí lo tiene claro: todos los catalanes ganan con el triunfo de esa opción, todos son beneficios para los de aquí. Los únicos que pierden son los de fuera. Los costes se los trasladamos a ellos. Soy consciente de que simplifico, pero lo cierto es que, hasta ahora, motivos tengo para ello. Contribuye a ello la dinámica unitaria que preside la construcción de la mencionada candidatura que conlleva siempre la tentación de lanzar a las tinieblas del oprobio a quienes, por distintas razones no forzosamente vinculadas con el meollo del asunto, prefieren más pluralidad y menos unanimismo.

No hemos de olvidar que el nivel de calidad de una democracia no se mide, como muchos creen, por el consenso que se es capaz de acumular en torno a las decisiones a tomar, sino justamente por el grado de disenso que el sistema puede acoger sin que entren en crisis sus canales de conexión y diálogo. Nos quejamos, con toda razón, del quietismo paralizador de Rajoy y sus acólitos, que se abrazan a la bandera y a la concepción unitarista y homogénea de España para calificar de antidemócratas a los que simplemente disienten. Pero, por eso mismo, hemos de convenir que no parece razonable situar en un mismo plano y catalogar como idénticos a quienes no quieren cambiar ni una coma del status quo actual, a los que esperan a que pueda modificarse la Constitución para hablar de si Cataluña es un sujeto político con capacidad para decidir, y a los que, sin definirse como independentistas, reconocen que los catalanes tienen todo el derecho del mundo para decidir, sin demoras ni condicionantes, si quieren o no seguir vinculados al Estado español. ¿Puede esa pluralidad de posiciones convertirse en un juego de conmigo o contra mí?

Son elecciones plebiscitarias para “construir la casa”, que diría Rull, pero que, siguiendo el símil, ya está avanzando en cómo será “la decoración”

Como estrategia electoral puede valer, y hubiera sido más convincente aún si se hubiera construido una candidatura estrictamente civil o ciudadana, sin cuotas ni porcentajes a distribuir entre partidos. Pero, ahora estamos en una lista híbrida, con cuotas de partido, con hojas de ruta (escritas o no) que prevén quién será presidente y cómo se repartirán las consejerías. Son elecciones plebiscitarias para “construir la casa”, que diría Rull, pero que, siguiendo el símil, ya está avanzando en cómo será “la decoración”. Y que además avanza temas o cuestiones de programa que han sido negadas sistemáticamente por la fuerza política que reclama seguir ostentando la presidencia y mantener la hegemonía política.

Si uno recuerda lo que ocurrió en el País Vasco en las elecciones de 2001 que enfrentó a constitucionalistas (PP-PSOE, Mayor Oreja-Redondo Terreros) contra nacionalistas (PNV-EA, Ibarretxe), y el grado de crispación alcanzado en aquella vorágine frentista, sería mejor y más razonable seguir tendiendo puentes entre quienes pueden ser aliados para muchas cosas el 28-S. Por ejemplo, evitando que la manifestación de la Diada en la Meridiana se convierta en un espacio solo para independentistas convencidos y no apto para los aún por convencer. Por ejemplo, no situando a quien no apoya a la candidatura de Romeva-Mas en una posición de dudosa honorabilidad patriota. Por ejemplo, aceptando que pueda hablarse de quién es quién en cada candidatura y cuáles son sus activos y sus pasivos por su trayectoria y por las decisiones tomadas. Al final, la lógica de la polarización total conlleva tratar de borrar los matices, silenciar la gestión realizada en el pasado y minimizar las diferencias internas sometiéndolas al valor supremo de la unidad frente al enemigo. Independencia versus Rajoy: ese es el esquema que permite la mayor movilización y la más efectiva dinámica de acumulación de fuerzas. Pero es también una peligrosa opción si al final acabas necesitando los matices y los “aliados pero diferentes” que has vilipendiado y situado en una posición insostenible. Ampliemos espacios, aceptemos matices, discutamos decisiones pasadas, presentes y futuras, mantengamos puentes…, hagamos política para poder construir juntos un nuevo país. Repoliticemos las elecciones.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB

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