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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Pero tú sabes quién soy yo?

Debe culparse a Merkel de tratar a Grecia con la vulgaridad de un Mike Tyson cualquiera, incapaz de hacer política de otro modo que no sea con la ley del más bestia de la fiesta

A finales de los ochenta, el gran lógico y filósofo inglés Alfred Ayer estaba haciendo una estancia en una universidad de la costa Este estadounidense cuando fue invitado a una fiesta en casa del diseñador Fernando Sánchez. En esa fiesta estaba también Mike Tyson, por aquel entonces un joven púgil en el momento más avasallador de su carrera. En un instante de la noche, Tyson adoptó una actitud agresiva hacia una mujer que estaba en la fiesta. Ayer, por entonces casi octogenario, interpuso su físico —que era todo lo exuberante que puede ser un físico típico de filósofo— entre Tyson y la mujer, exigiéndole al boxeador que abandonara su actitud. Desconcertado por el atrevimiento, Tyson le espetó: “¿Pero tú sabes quién coño soy yo? Yo soy el campeón mundial de los pesos pesados”. A lo que Ayer replicó: “Pues yo ocupé la Cátedra Wykeham de Lógica en la Universidad de Oxford durante 20 años. Ambos somos personas prominentes en nuestros respectivos campos. Sugiero que discutamos esto como personas racionales”.

Traigo a colación esta anécdota a raíz de la tortuosa negociación que han manteniendo los representantes del Gobierno griego y las autoridades europeas, en particular las alemanas, estas semanas. En realidad, la negociación empezó hace meses, pero fue en las últimas semanas cuando el intercambio entre griegos y alemanes recogió el aroma del desencuentro entre Tyson y Ayer.

Tras el referéndum en Grecia, que fue leído como una afrenta por Merkel y demás representantes alemanes, Alemania endureció las condiciones del posible acuerdo con Grecia; la sensación que queda del episodio es que, al hacerlo, prácticamente parafraseando las mismas palabras que usó Tyson para amedrentar a Ayer, le estaban diciendo a Tsipras: “¿Pero tú sabes quién coño somos nosotros? Somos los pesos pesados de la eurozona”. La réplica de los representantes griegos habría podido ser más o menos esta: “Hemos sometido a referéndum la propuesta y ha salido no. Todos, alemanes, griegos y europeos tenemos nuestras razones y nuestros argumentos. Sugerimos que discutamos esto como personas racionales”.

Si lo que está en juego es el poder hegemónico, entonces la canceller alemana y compañía no desistirán hasta que Syriza caiga o resulte inservible para los propósitos del discurso que se opone a las políticas de austeridad

No hay que tomarse al pie de la letra la analogía entre Merkel y Tyson, por un lado, y entre Ayer y Tsipras, por otro lado. Pero hay algo de cierto en sus actitudes correlativas. Convocado de manera torpe y confusa, el referéndum, o mejor dicho, su resultado, habría podido ser interpretado de manera más generosa, a saber, como una invitación a un diálogo en unos términos más racionales de los que hasta aquel momento estaban gobernando la discusión. Quizás el error de Tsipras fue pensar que todo esto iba sobre un debate racional, cuando es probable que en realidad Merkel estuviera simplemente reafirmando su posición de poder hegemónico: no podía permitirse que un Gobierno opositor a sus políticas se saliera con la suya porque ello podría desencadenar un efecto contagio en el sur de Europa. No sé cuán probable era este escenario, pero parece claro que Merkel quería y quiere evitarlo. Por ello, si lo que está en juego es el poder hegemónico, entonces Merkel y compañía no desistirán hasta que Syriza caiga o resulte inservible para los propósitos del discurso que se opone a las políticas de austeridad.

Por cierto, aquella noche en la costa este estadounidense, tras las palabras de Ayer, Tyson accedió a dialogar. Esa noche todo terminó bien, sin damnificados ni damnificadas. Sin embargo, Tsipras, que se encuentra en una posición de inferioridad de fuerza tan notable como la de Ayer respecto a Tyson, ha demostrado no tener la misma capacidad de seducción de Ayer. Por ello todas sus salidas son malas: si busca el cuerpo a cuerpo, le espera un puñetazo tremendo, como el que habría recibido Ayer de haber buscado una confrontación física con Tyson. Y si acata la relación de fuerza asimétrica, su Gobierno terminará cayendo y Grecia deberá lidiar, según afirman Krugman, Stiglitz y compañía, con una situación social penosa.

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No puede culparse a Tsipras —ni a nadie— por no ser un seductor brillante, aunque quizás sí se le puede culpar por haber medido rematadamente mal sus fuerzas y las de su adversario. Sí debe culparse a Merkel, en cambio, de comportarse en esta historia —que no es sino una genuina historia europea— con la vulgaridad de un Tyson cualquiera, incapaz de hacer política de otro modo que no sea ejerciendo la ley del más bestia de la fiesta.

Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México

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