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Música

El planeta del clarinete llega a Madrid

La ciudad alberga el ClarinetFest, el mayor encuentro mundial de estos instrumentistas

Ricardo Morales Jose Franch- Ballester y Corrado Giuffredi durante el concierto.
Ricardo Morales Jose Franch- Ballester y Corrado Giuffredi durante el concierto.Jaime Villanueva

Si a lo largo del fin de semana se cruza con algún grupo de clarinetistas cerca del Centro Cultural de Conde Duque o en las inmediaciones del Conservatorio de la calle Amaniel, sígales la pista: puede que entre ellos figuren auténticas luminarias a nivel mundial de este instrumento de viento madera. Madrid ha conseguido albergar esta semana el Congreso Mundial de Clarinete (ClarinetFest), un evento que se celebra anualmente desde 1964 y jamás había pisado suelo español. Los asistentes son más de 1.200 clarinetistas de todo el planeta, inmersos en un abrumador programa de conferencias, clases magistrales, concursos y cerca de 200 audiciones. Y las noches se reservan para los grandes conciertos, como el del Cuarteto de Cuerda de la Orquesta Nacional junto a los clarinetistas Javier Balaguer y Stephen Williamson (esta noche) o, ya mañana, el Ensemble de Clarinetes del País Vasco con las aportaciones solistas de Andrew Marriner, Floriane Tardy y Gabor Varga.

Casi como si se tratara de una carrera olímpica, la Asociación para el Desarrollo y Estudio del Clarinete (ADEC) tuvo que mostrar sus mejores credenciales a la hora de conseguir que el congreso recalara en tierras ibéricas. “Esto es casi como los Juegos Olímpicos: hay que presentar una candidatura y convencer, y tanto Alberto Ruiz-Gallardón como Ana Botella pueden dar fe de que esa no es tarea sencilla”, bromea Justo Sanz (Pontevedra, 1963), presidente de la ADEC y catedrático de clarinete en el Conservatorio Superior de Música de Atocha. Madrid no solo ofreció una buena infraestructura para alojamiento, conciertos y conferencias, sino una efemérides irresistible: en este 2015 se celebra el bicentenario del nacimiento del clarinetista madrileño Antonio Romero y Andía, creador de un método revolucionario y fundador del Salón Romero, acaso la sala de conciertos más importante del Madrid decimonónico, por la que desfilaron Jesús de Monasterio, Pau Casals o Miguel Yuste, otro ilustre del instrumento.

Sanz argumenta que España atraviesa ahora mismo “una época dorada en un instrumento en el que nunca hemos vivido momentos negros”. No en vano, el clarinete “es en las bandas el equivalente al violín para las orquestas”, y ello equivale a muchos cientos de nuevos intérpretes formándose año tras año en la franja levantina. Añadamos la proyección de jóvenes figuras como José Franch-Ballester y el panorama se antoja razonablemente halagüeño.

El clarinete fue una debilidad entre los compositores románticos y demostró su versatilidad con la llegada del dixie, la música de Nueva Orleáns y la figura deslumbrante de Benny Goodman entre los primeros jazzistas. La cantera madrileña está asegurada con los diez pupilos de grado superior a los que Justo Sanz imparte clase desde su aula de Atocha. “Mi mayor satisfacción es que mis alumnos toquen mejor que yo. Algunos me dejan con la boca abierta, otros me emocionan profundamente. Y entre perfección y emoción, siempre me inclino por lo segundo”, resume el catedrático.

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