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¿Quién dijo miedo?

La Orquestra Camera Musicae se embarca en una gira europea tras pinchar en el Palau

La Orquestra Camera Musicae, la hiperactiva formación de Tarragona dirigida por Tomàs Grau, cierra su tercera temporada afrontando con valentía un reto mayúsculo. Hay que tener muchas agallas para alquilar la sala grande del Palau de la Música en pleno mes de julio y esperar un razonable éxito de público con un concierto dedicado íntegramente a la música catalana. El empeño es loable, pero un punto temerario, pues este repertorio suele tener efectos letales en taquilla. De hecho, la semana pasada se dieron un sonoro batacazo en el Palau: al evento apenas asistieron unos 300 espectadores, incluidos turistas despistados, familiares y amigos. Pero no se arrugan y ayer se embarcaron en su primera gira internacional.

Si tenemos en cuenta que cuando las orquestas españolas salen de gira siempre llevan en los atriles clásicos populares como el Concierto de Aranjuez, de Rodrigo, o El sombrero de tres picos, de Falla, tiene muchísimo mérito la apuesta que lanza Camera Musicae al llevar de gira en su primera salida internacional un concierto cien por cien catalán. El programa, bajo el título De Catalunya al món, está integrado por obras de Pau Casals, Eduard Toldrà, Joaquim Serra, Xavier Montsalvatge y Albert Guinovart.

Antes de presentarlo en el Palau, estrenaron este arriesgado programa el miércoles en el Festival Internacional de Música Pau Casals del Vendrell y ayer, tras realizar una grabación discográfica, emprendieron con estas obras en los atriles una gira centroeuropea que, hasta el 25 de julio, incluye actuaciones en iglesias de Berlín, Weimar, Praga, Múnich y Basilea. No esperan ganar dinero y se conforman con cubrir gastos y darse el placer de divulgar la música catalana.

Lo mejor de la velada fue la complicidad de la soprano tarraconense Marta Mathéu y el compositor y pianista barcelonés Albert Guinovart en el estreno de su nuevo ciclo de canciones Amoremes, sobre poemas de Mònica Pagès. Cuatro románticas canciones, defendidas por la solista con impecable ténica y fina musicalidad, que arropan el sincero lirismo de los poemas de Pagès con sugerentes efectos orquestales que Tomàs Grau desaprovechó con una dirección rígida y poco imaginativa.

Quizás por falta de ensayos, quizá por los nervios o la decepción de ver casi vacío el Palau, el rendimiento de la orquesta, con instrumentistas de primer nivel, fue muy irregular en el resto del programa.

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