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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

A por otro ‘procés’

La lista Junts pel Sí ha unido a CDC, ERC y a la sociedad civil catalana

Cristian Segura
Muriel Casals, Artur Mas y Oriol Junqueras, durante la presentación.
Muriel Casals, Artur Mas y Oriol Junqueras, durante la presentación. ALBERT GARCIA

“Esto es muy extraño”. Fue lo primero que dijo ayer Raül Romeva en la terraza del Museo de Història de Catalunya (MHC). No se refería al museo, aunque podría haber sido así. El centro divide sus contenidos en dos secciones: “Desde la prehistoria al 1714” y “Siglos XVIII a XXI”. En el apartado del siglo XXI se exhibe el bolígrafo con el que Artur Mas firmó el decreto de la consulta del 9-N. A Romeva no le parecía extraño este fetichismo sino que la lista Junts pel Sí haya unido a CDC, ERC y a lo que Carme Forcadell denominó “nosotros, la sociedad civil catalana”.

Es un invento extraño, prosiguió Romeva, “porque queremos ser un país normal”. Yo no sé qué es normal o anormal, pero el acto en el MHC tampoco era tan inusual: allí estaban los de siempre, los de cada manifestación —“llevamos muchas, no sé con cuál empezó todo”, admitió Muriel Casals—, los de cada coreografía patriótica. Las mismas caras que han protagonizado el proceso soberanista y que aspiran a mantener vivo el show. Eduardo Reyes, Marina Geli, Toni Comín, Santiago Vidal, Patrícia Gabancho, Liz Castro, Oriol Soler, Núria de Gispert, Joan Rigol disfrazado de testigo mormón —camisa blanca de manga corta y corbata negra—… Muchos candidatos a formar parte de la lista de Junts pel Sí, aunque ante la libreta y el bolígrafo negaran que estuvieran allí para ganarse un sitio en la historia.

Como cronista de el procés' desde sus inicios —septiembre de 2012—, Romeva aseguró algo que me puso los pelos de punta: “Si ganamos la mayoría, al día siguiente pediremos al Parlament que inicie el proceso de independencia”. Otro procés, más hojas de ruta, más redactados de constituciones, más estructuras de Estado, una jaula nueva para el hámster. Todavía peor: un negociador de Convergència me avisó que este agosto solo habría dos semanas de calma, las dos primeras: “Después, y hasta al final, habrá mucha actividad”. El final se entiende que está más allá del proceso, segunda parte.

Romeva dijo que en la lista de Junts per Sí no habría personas “sino voluntades”, entes etéreos insuflados de la voluntad de “nosotros, la sociedad civil”. Las cinco primeras voluntades de la candidatura irrumpieron en la terraza del MHC como el All-Star de la NBA. La presentadora del acto los llamaba por su nombre y ellos, uno a uno, salían de un pasillo de vidrio decorado con cortinas doradas. El primero en hablar, y el más parco, fue Oriol Junqueras. El líder de ERC y el de CDC se saludaron con la frialdad con la que saludamos al presidente de la comunidad de vecinos. Mas, épico como de costumbre, invocó a la historia: “Escribiremos páginas nuevas per a la historia y para el futuro”. Casals, visiblemente emocionada, se agarraba al micrófono con dos manos; Forcadell volvió al ruedo como si no se hubiera bajado nunca del escenario.

Fue uno de los actos históricos más breves del proceso: apenas media hora. Acabó con los asistentes cantando Els Segadors, sin música ni orquestra. Las cinco estrellas marcharon como llegaron: cada uno por su cuenta.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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