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Tarragona y sus edificios fantasma

La ciudad acumula equipamientos públicos en desuso

Marc Rovira
El antiguo preventorio de la Savinosa.
El antiguo preventorio de la Savinosa.josep lluís sellart

El calendario avisa de que faltan menos de dos años para inaugurar los Juegos del Mediterráneo y, según la agenda, en seis meses las instalaciones deberían de estar listas para albergar competiciones. Sin embargo, el montaje está en fase germinal e incluso el alcalde, Josep Félix Ballesteros, amenaza con romper la baraja si no recibe financiación estatal. Mientras la organización de Tarragona 2017 no aparta la mirada del reloj, la ciudad acumula equipamientos públicos en desuso.

El singular pacto trabado entre Ballesteros (PSC) y Josep Poblet (CDC) para mantener al imputado alcalde de Vila-seca en la presidencia de la Diputación de Tarragona se justificó públicamente como una maniobra para desatascar asuntos pendientes. Entre estos, alegó el tándem sociovergente, se encuentra el antiguo preventorio de la Savinosa. Titularidad del organismo provincial, el imponente y lóbrego edificio se halla en un lugar sobresaliente, en la frontera de las playas de la Arrabassada y la Savinosa. Fue construido en 1929 y, entre otros usos, sirvió para confinar a niños que estaban enfermos de tuberculosis. Tenía capacidad para unos 600 pacientes. Hace más de 40 años que la finca, de casi 80.000 metros cuadrados, está abandonada y suma tantos proyectos de hipotética rehabilitación como fracasos en la ejecución.

No muy lejos de allí se encuentran las ruinas del sociosanitario Mare de Déu de la Salut, popularmente conocido como Casablanca. Su gestión era competencia de Gestió i Prestació de Serveis de Salut (GiPSS), una empresa pública adscrita al Servició Catalán de Salud. En sus tiempos de consejera de Salud, Marina Geli anunció que se emprendería una ambiciosa remodelación. La restauración, decía Geli, estaría terminada en 2007. Sin embargo, los únicos cambios que ha experimentado el viejo edificio han sido los grafitis que decoran sus paredes.

En el otro extremo de la ciudad, cerca del Serrallo, el barrio marinero, se encuentra la Tabacalera. Un espacio de más de 50.000 metros cuadrados que llegó a manos del ayuntamiento como herencia de la antigua fábrica de tabacos. Los despachos de Tarragona Impulsa, el servicio municipal de ocupación, encuentran acomodo en la finca. Más allá de estas oficinas, apenas dos almacenes del monumental inmueble, tienen uso como archivo y como espacio para conciertos. Con la fiebre por las smart cities, la Tabacalera fue bautizada como el smart parc de Tarragona y se invirtieron 3,3 millones de euros en un pretencioso jardín vertical que decora la fachada. Los costes para mantenerlo floreado, calculados en 25.000 euros anuales, han acelerado su marchitamiento.

La Tabacalera fue una de las opciones planteadas para ser la villa de hospedaje de los 5.000 atletas que competirán en los Juegos del Mediterráneo. La opción se descartó. Como también se desechó alojarlos en la antigua Ciutat de Repòs i Vacances de Tarragona, un complejo de chalés situado a tiro de piedra de la playa Llarga. La obra, con capacidad para 1.200 personas, fue levantada durante la dictadura para que las familias trabajadoras pasaran sus dias de asueto a bajo coste. Hoy, en manos de la Generalitat, está en proceso de descuido. También acumula polvo y telarañas el antiguo cuartel de la Guardia Civil, muy cerca de la céntrica Rambla Nova. La finca fue comprada al Ministerio de Interior por 780.000 euros para albergar pisos de protección oficial. La antigua casa cuartel acumula cinco años en estado de hibernación desde que, en enero de 2010 y por 13 millones de euros, el entonces ministro de Interior Alfredo Pérez Rubalcaba inaugurara cerca del Hospital Joan XXIII la nueva base de operaciones de la Benemérita. El que fuera cuartel de la Policia Armada también soporta décadas de abandono en la calle Santiyan, cerca de la estación del ferrocarril. Al otro lado de las vías languidece la antigua sede de la Autoridad Portuaria. La dirección del puerto trabaja en un proyecto para reconvertir el edificio en un espacio para oficinas.

Jaume I, sin uso

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Peor suerte corre el vetusto edificio del Banco de España, sin utilidad a la vista. Son 2.700 metros en el corazón de la Rambla Nova. Un caramelo. En 2010 el alcalde Ballesteros aseguró que la adquisición estaba llamada a ser “un punto de inflexión para la atracción de turistas”. Los turistas pasan por la Rambla pero difícilmente alguno preste atención a la desconchada construcción.

De entre todos los equipamientos inservibles, el más perturbador es el aparcamiento Jaume I. La instalación se ha convertido en un bochornoso ejemplo de mala gestión. Presupuestado por 3,9 millones de euros por el entonces gobierno municipal de CiU y PP, la obra se disparó hasta los más de 30 millones. Por si fuera poco, jamás ha tenido uso. Recientemente el consistorio decidió plantear un concurso de ideas para que fueran los ciudadanos quienes decidiesen qué hacer con el agujero. De los 136.000 habitantes que tiene Tarragona, solo 239 participaron en la propuesta.

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