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Una oferta para los desatendidos

La fiesta del Barcelona Beach Festival reunió a unas 30.000 personas en la playa

El Barcelona Beach Festival reunió a unas 30.000 personas.
El Barcelona Beach Festival reunió a unas 30.000 personas. ALBERT GARCIA

Se estrenó el año pasado, y en su segunda edición el Barcelona Beach Festival ha demostrado tener un hueco, enorme para más señas. Si parecía que el panorama de festivales se encontraba saturado en Barcelona, la pujanza de este festival de música dance orientado al público de perfil más popular reunió en la noche del sábado a unas 30.000 personas que en la playa del Fórum vivieron su auténtica noche de fiesta. Ese es el principal reclamo del festival, una fiesta de primera magnitud en la mismísima playa, con disyóqueys de primera fila y una producción de escenarios apabullante en cuanto a luz y sonido. Nadie había mirado en esta dirección, este público estaba casi por completo desatendido y los festivales, en general, solo atendían a un segmento de los consumidores de música. Con la aparición del BBF ha irrumpido una nueva oferta que en dos ediciones ha marcado músculo y territorio.

Media de edad de los participantes: la más baja de todos los festivales barceloneses, unos veinte años. Idioma mayoritario entre el público: el castellano, seguido por el catalán y a mucha distancia por los idiomas de los turistas, que por supuesto también había. Extracción social popular, afectación mínima y muchas expresiones propias de chavales y chavalas que lograron de sus progenitores permiso para asistir por vez primera a un acto de estas características. Ello se tradujo en un ambiente franco y expansivo que no se torció ni con los puntuales colapsos que en la entrada se produjeron antes de las 22:00h. Fiesta pues completa que para el año que viene ya se piensa ampliar al menos un día más para conseguir un festival en la línea de otros festivales europeos de dance.

¿Y qué se escucha en el Barcelona Beach Festival?, pues una música electrónica muy fundamentada en el concepto canción, con importantes fragmentos vocales de inspiración pop o soul, de marcado regusto house, con desarrollos que buscan el crescendo pautado por la entrada del bombo, ambiente de épica que mueve a todos los disyóqueys a abrir los brazos ante la multitud como si fuesen el Cristo de Corcovado y líneas melódicas muy sencillas, motivos que podrían silbarse en la ducha que de tan elementales convierten el famoso "Seven Nation Army" que de The White Stripes se canta en los estadios de fútbol, en una compleja sinfonía dodecafónica. Y sí, sonó dos veces al menos, con Hardwell y con David Guetta. Para definir esta mezcla existe la etiqueta EDM (electronic dance music), tan precisa como definir al campo por la ausencia de helicópteros.

Hardwell luciendo la camiseta del Barça.
Hardwell luciendo la camiseta del Barça.ALBERT GARCIA

Lo que supone esta escena musical es la entronización del disyóquey, repuesto al púlpito desde donde enardecer a las masas, recuperada sin vergüenza alguna la estética épica del rock de estadio y desnaturalizada por completo la posibilidad de la electrónica de redefinir nuevas formas que no sean emulaciones de otros estilos. Pero todo esto es simple teoría, y la práctica se traduce en una multitud expectante ante el nuevo "subidón" del disyóquey, que si hemos de creer a David Guetta, quien ya puso la playa cabeza abajo con "Play Hard", veía desde el escenario un espectáculo impactante. Hardwell, comportándose como un hooligan animando a la grada y luciendo la camiseta del Barça, Axwell^Ingrosso, Martin Garrix y el aludido Guetta pudieron ver este espectáculo y dar las instrucciones de uso a la multitud, de la que cada dos por tres requerían palmas, balanceo de brazos o coreo de los estribillos. Porque sí, el éxito de esta música es que mantiene el estribillo como gancho para enardecer a unas masas que ya tienen su festival.

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