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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Kiev, Atenas, Barcelona

Entre la tragedia ucraniana y el drama griego, lo nuestro no pasa de melodrama, sainete o astracanada, pero poca broma con su posible evolución

Podría parecer el título de una película reciente de Woody Allen, pero no lo es. Esa tríada de magníficas ciudades señala algunos de los principales puntos de atención en la crisis política, económica y social que está viviendo Europa estos últimos años. Cada una de ellas es el centro de un torbellino de naturaleza completamente diferente al de las otras dos, pero todas juntas configuran un tapiz en el que los hilos se entrecruzan para trenzar un escenario muy preocupante.

En Kiev, hace un par de años fue derrocado violentamente un Gobierno oligárquico y detestable, pero legal, que fue sustituido por otro no menos detestable, no menos controlado por oligarcas y, por si se nos había olvidado, con presencia en sus filas de ministros de organizaciones de extremísima derecha, alguna de ellas heredera ideológica de Stepan Bandera, colaborador de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Todo ello ocurrió con algo más que la bendición de los Estados Unidos, que vieron la ocasión de dar un paso más en el cerco estratégico de Rusia, y de la Unión Europea (UE), encabezada por una Alemania atenta a consolidar su histórico proyecto de construcción de una Mitteleuropa germana.

La guerra intermitente que se vive en el este de Ucrania desde entonces ha pasado a las noticias de relleno de los telediarios, salvo cuando ocurren grandes desgracias humanas, sobre todo si se pueden achacar a los llamados “pro-rusos” o, mejor, directamente a Moscú. Buen ejemplo de ello fue el derribo el verano pasado del avión de Malaysia Airlines, que ha quedado en la memoria de los televidentes y lectores de periódicos occidentales como obra de los rebeldes del Donbás. Curiosamente, justo un año después de recuperadas las cajas negras y entregadas a expertos británicos para su estudio, nada sabemos de sus resultados. Nadie habla de ellas, quizás porque su contenido no permite machacar ni a Moscú ni a Lugansk; en caso contrario, ¿alguien duda de que hubiera habido bombos y platillos?

Eso pasa por cuestionar las políticas que ha venido imponiendo la Troika y que están arrasando las sociedades europeas, especialmente en el sur

Mientras, en Kiev se avanza en la construcción de un sistema político donde se persigue, y se ilegaliza, a los sectores de la izquierda que no comulgan con la política oficial, sin que la democrática UE haya dicho nada al respecto. Eso contrasta con su actuación en relación con el Gobierno de Atenas, este sí, un Gobierno legal y legítimo que trata de cumplir el programa con el que fue elegido por los ciudadanos griegos y que se plantea en primer lugar aflojar el dogal que desde hace años asfixia a la población helena.

Eso pasa por cuestionar las políticas que ha venido imponiendo la Troika y que están arrasando las sociedades europeas, especialmente en el sur; y también por recordar a los alemanes algunas verdades dolorosas: la rapiña y los crímenes cometidos durante su brutal ocupación de Grecia en la Segunda Guerra Mundial, y el perdón posterior a Alemania del pago de las correspondientes reparaciones de guerra. Esto último hace aún más insoportable la tremenda dureza alemana en las recientes negociaciones con el Gobierno de Syriza, especialmente tras el arrollador triunfo del no en el pasado referéndum.

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La humillación de Tsipras pretende evitar que cunda el ejemplo, pero el mensaje enviado es desolador: Si los europeos creen que aún pueden decidir sobre las políticas que desarrollarán los gobernantes que elijan, van bien servidos. Nada nuevo, por otra parte: los propios griegos ya vieron cómo se les colocaba un Gobierno técnico cuando el primer ministro Papandreu insinuó un primer referéndum sobre las políticas de austeridad. Y los italianos se encontraron con otro tecnócrata en el Palazzo Chigi cuando la Troika consideró que ya estaba bien de Berlusconi.

¿Y qué pinta en todo esto Barcelona? Nada, de momento. Pero bastantes problemas tiene la UE con Ucrania, la posibilidad del Grexit y el referéndum británico a la vista, como para permitirse en su flanco meridional otro conflicto político a gran escala que podría ser tan desestabilizador como la salida de Grecia del euro, si no más. Entre la tragedia ucraniana y el drama griego, lo nuestro no pasa de melodrama (casi siempre), sainete (a veces) o astracanada (otras), pero poca broma con su posible evolución. Por eso no es extraño que nunca haya habido un president de la Generalitat con una agenda exterior de perfil más bajo que la de Artur Mas. Nadie quiere verlo ni en pintura. Geopolítica y Realpolitik.

Francisco Morente es profesor de Historia Contemporánea en la UAB

 

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