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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo que nos enseña Grecia

El país helénico nos enseña que la soberanía nacional ya no es tan absoluta. Mas no dice toda la verdad sobre el ‘status’ de una Cataluña independiente

J. Ernesto Ayala-Dip

Grecia todavía nos sigue enseñando cosas. Como si no hubieran pasados los siglos. Ni los romanos, ni los otomanos, ni los golpes de Estado de los años treinta, ni el de los coroneles, ni el de las jugosas alternancias entre socialistas y la derecha. Grecia nos enseña, por ejemplo, que cuando un ministro comienza a ser el problema en lugar de la solución tiene que dimitir. Varoufakis era un excelente conocedor de lo que manejaba, pero le faltó saber que para negociar en Europa si llevas corbata y no los insultas (aunque se lo merezcan) te miran mucho mejor. Así está Europa, pero mientras no movamos un dedo para cambiarla es lo que hay.

Grecia enseña más cosas, amén de ir mejor o peor atildado a una reunión con la troika o gastar simpatía de oreja a oreja. Grecia enseña que la política es algo muy serio. Y que la gestión de la democracia no lo es menos. Digo esto porque el domingo el líder de Podemos, Pablo Iglesias, pronunció una frase muy de titular: “Con el no gana la democracia”. Iglesias debería saber (ruego que lo sepa) que con el también hubiera ganado la democracia. Por eso digo que la democracia, y la política, tanto su gestión en la calle, como en los pasillos de los parlamentos o en los despachos de Bruselas, nunca son coser y cantar.

Solo con leer la Ética a Nicómaco, uno sabe que Rajoy no puede decir, como dijo hace exactamente una semana, que con el no Grecia saldría del euro. No sé si lo dijo por una equivocada convicción o simplemente porque había que aprovechar algún misil contra Podemos. Hace dos días, su ministro de Economía matizó lo que graníticamente vociferó su jefe, que ese no invita ahora a volver a la mesa de negociaciones. La memoria selectiva también es política, aunque nos sepa fatal.

En Cataluña, Grecia también podría enseñarnos bastante. El país helénico no son sólo su edénica Ítaca, ni tampoco la sensual poesía de Cavafis. Grecia y su injusta crisis (injusta, sí, aunque se difunda por Europa que los griegos son unos gandules y que su productividad no les dio nunca para vivir por encima de sus posibilidades) enseña que las soberanías nacionales ya no son tan absolutas. Que tienes que sincronizar tu país, te guste o no, con el resto de países que componen la por ahora mal llamada Unión Europea. Ahora mismo si se cuentan los que votaron en Grecia por el no y por el , suman más de cinco millones de personas que quieren seguir en Europa (como si ellos no la hubieran fundado, junto con la democracia).

Yo no sé cuándo Artur Mas miente, pero sí cuándo no dice toda la verdad

Artur Mas también hizo sus pinitos como portavoz del griego por Europa. No deja de llamar la atención tanto europeísmo del presidente de la Generalitat, cuando sabe que si gana el a la independencia en Cataluña en las próximas elecciones, que él ha convertido en plebiscitarias, tendrá que hacer cola para ingresar de nuevo en la Comunidad Europea, además de dejar en suspenso la moneda con la que nos manejaremos para comprar los cruasanes o las entradas del cine. Por eso digo que la política es una cuestión muy complicada.

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Claro que si dejas de decir la verdad y empiezas a mentir y a disfrazar la realidad, a lo mejor haces todo más resplandeciente. Pero a la postre, no menos doloroso. Yo no sé cuándo Artur Mas miente, pero sí cuándo no dice toda la verdad, que es algo equivalente pero sin parecer tan grave. No dice toda la verdad sobre el status de una Cataluña independiente en Europa. No dice toda la verdad cuando, junto con Junqueras, afirma que el único enemigo de los catalanes es el Estado español y todos aquellos que lo secunden, refiriéndose a Podemos y a la izquierda aglutinada alrededor de Ada Colau.

Vaya si Grecia enseña. Enseña que la democracia no es perfecta (ellos que la disfrutaron perfecta durante el gobierno de Pericles), pero que si Europa no la ejerce con pluralidad de ideas (económicas, sociales y políticas) y contando con hombres y mujeres activas en la esfera pública y no meros figurantes y, sobre todo, sin hacerle ni puto caso a Keynes, la imperfección será una virtud al lado de lo que se nos puede venir encima. Hanna Arendt escribió sobre esta apasionante y grave materia. A lo mejor estamos a las puertas de un inédito espacio político, que diría la pensadora. En el comienzo de lo nuevo. Dios lo quiera.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario

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