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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sobre listas y líderes

El independentismo intenta unificar derecha nacionalista e izquierda para lograr el efecto plebiscitario y llenar un vacío de liderazgo

Enric Company

La propuesta de presentar a unas elecciones parlamentarias una candidatura sin políticos es una de las ideas más surrealistas entre las muchas que en los últimos años muestran la desesperación a que ha llegado el debate público en Cataluña desde 2010, el año de la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña. Se sobreentiende que quienes preconizan la candidatura sin políticos son unos políticos que se diferencian de los otros en que todavía no han entrado en el engranaje institucional remunerado. Si entraran en él serían como los demás. La lista sin políticos habría pasado a ser una lista de políticos.

La verdad es que suena mal. Muy mal. La opción “sin políticos” pretende expresar, en realidad, un rechazo al partidismo. El partidismo, sin embargo, es a su vez una expresión del pluralismo y sin pluralismo no hay vida política, como casi todo el mundo sabe. La representación y defensa de intereses parciales, los que sean, que es lo que en democracia hacen los partidos, es percibida en este caso como un estorbo por quienes pretenden que haya unos intereses superiores a todos los demás, que son los intereses nacionales defendidos por ellos.

El recurso a erigirse como genuino y desinteresado representante de la nación por encima de los partidos es tan viejo como la política nacionalista. Es un factor de competición. Uno de los más potentes y eficaces, por cierto, junto con la defensa de los intereses económicos de clase, con el que a menudo se mezcla creando no poca confusión.

En la lucha por el poder, unos compiten atribuyéndose las aspiraciones de la nación. Otros aspiran a representar los intereses de los ricos y propietarios. Otros quieren ser la representación de los asalariados. Y así, lo que dé de si cada sociedad, que suele ser mucho y bastante variado.

Si hubiera un Jordi Pujol en edad y forma (y libre de sospechas) a nadie se le ocurriría lo de ir a unas elecciones sin políticos

Tiene su lógica que en un momento de agitación independentista sea en el ámbito nacionalista donde haya surgido ahora el intento de configurar una candidatura electoral sin partidos. Pero es una ilusión, o una excusa, la idea de que existe política sin intereses de parte. De la misma forma que es un infantilismo hablar de candidaturas sin políticos. Es muy sencillo: la política sin políticos no existe.

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Si se hurga en el fondo de esta propuesta lo que se encuentra, paradójicamente, es una ausencia de liderazgo. Un hueco. Allí donde debería haber una personalidad potente, capaz de galvanizar a sus seguidores y arrastrar a sus posiciones por lo menos a una mayoría electoral, lo que hay es una serie de grupos y entidades dedicadas a empujar a otros a hacer aquello que, finalmente, ellos quieren hacer pero no se atreven a llevar a cabo en solitario: la proclamación de la independencia. Si este es el proyecto, alguien debiera tener la capacidad de dirigirlo, de tener en la cabeza la manera de llevarlo a la práctica.

El universo del independentismo catalán está llegando a un punto de maduración, le está llegando la hora de que alguien se ponga al frente y asuma la responsabilidad de haber llevado la situación hasta donde está. Por decirlo rápido y claro: si hubiera un Jordi Pujol en edad y forma (y libre de sospechas) a nadie se le ocurriría lo de ir a unas elecciones sin políticos. O, si se quiere un ejemplo más lejano, si hubiera un Francesc Macià, no habría muchas dudas sobre liderazgos.

Quien se encuentra situado en un puesto adecuado para jugar este papel, Artur Mas, el actual jefe de Gobierno y líder de Convergència Democràtica, más bien parece estar buscando a alguien que le sustituya. Se presenta como el no-líder. Él es quien ha brindado la idea de renunciar incluso a presentarse de nuevo a las elecciones, si esto permite unificar a la derecha nacionalista y al independentismo de izquierdas. En realidad compite con el líder del otro partido independentista, Oriol Junqueras, de Esquerra Republicana. Entre ellos anda el juego.

El debate sobre si va a haber tres, dos o una lista independentista en las próximas elecciones al Parlament sugiere, sin embargo, que en el mundo nacionalista no hay a estas alturas una hegemonía clara. O al menos suficientemente clara para la envergadura del objetivo perseguido. Lo que pomposamente suele definirse como entidades de la sociedad civil independentista es en la práctica el vivero de políticos nacionalistas cuyo activismo febril supera al de los partidos. Lo normal sería que de ahí surgiera una generación de relevo.

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