_
_
_
_
_

La noche fue negra

Con permiso de Chemical Brothers, FKA Twigs, Flying Lotus y Pxxr Gvng se llevaron la palma en la última noche de festival

Flying Lotus durante su actuación en el Sónar.
Flying Lotus durante su actuación en el Sónar. Massimiliano Minocri

Fue la última noche del Sónar, y fue negra no porque los danzantes entonaran un Pobre De Mí despidiéndose hasta al año próximo, que quizás también aunque sus caras no lo denotasen, sino porque la música de obediencia negra se impuso en términos artísticos gracias a las actuaciones de FKA Twigs, Flying Lotus y los nacionales Pxxr Gvng. Eso sin olvidar el apabullante éxito del segundo concierto en Sónar de The Chemical Brothers que consiguieron apostar a todo el público presente en el polígono Pedrosa frente a su escenario, dándose la que ha sido probablemente la mayor concentración de público en un solo escenario en toda la historia del Sónar.

Fue impresionante, ya que el SonarClub es un hangar sencillamente descomunal en el que caben decenas de miles de personas y en el que apenas se podía entrar mientras actuaba el dúo inglés. Llegando de otro escenario el público se topaba con un muro humano que sólo podía franquearse dando un rodeo por la parte posterior, donde el público rebasaba incluso los límites del hangar. El dúo, que interpretó el mismo repertorio que en la noche del jueves, debió llevarse una impresión notable, incluso para unos artistas como ellos, acostumbrados a los baños de multitudes. Pero esto era el Sónar, y cuando todo el personal se decide por un concierto de manera simultánea ya no se sabe muy bien dónde buscar el espectáculo, si en el escenario o en la pista. Está visto que la fiesta, lo lúdico que se dice ahora con este notable uso de los sinónimos, siempre tendrá cabida en un festival que se precia, siéndolo, de ser también sesudo y abierto a los negocios.

Antes, coincidiendo con la triste actuación de Duran Duran, un pulpo en un garaje, un espectáculo visual paupérrimo, una banda a la que se le hizo enorme el mismo escenario que luego se quedó pequeño con Chemical Brothers, la pauta la marcaba FKA Twigs. La receta no parece tener misterio, un entorno sonoro brumoso, algo oscuro e inquietante sobre el que planea una voz sensual, perfectamente modulada proyectada por una artista carismática, capaz de contonearse sensualmente aunque de una menara nada obvia, mientras interpreta como un pañuelo de seda cayendo de forma vaporosa. Terciopelo en la bruma. Se podría decir que hace rhythm and blues, pero no se imagine el convencional, sino uno más contemporáneo que se arrastra sin prisa, un poco "bristoliano", casi nunca acelerado orientándose hacia el baile y siempre ofreciendo un perfil quebrado y que FKA Twigs ejecutó con tres músicos que tocaban percusiones tratadas. Como ejemplo tómese una de las piezas que interpretó, "Two Weeks". Sensualidad sin azúcar.

Más tarde, en el mismo escenario, Flying Lotus, un hombre orquesta que se llama Steven Ellison, ofreció un espectáculo fascinante en su concierto, en el que estaba ubicado en el interior de una extraña forma geométrica donde recibía proyecciones psicodélicas y coloristas. Por su parte él, visible dentro de la estructura en la penumbra, llevaba dos luces en la cabeza que recordaban vagamente a las que usaron Orbital en el Sonar de 1.995, aunque a él le daban un aspecto de siniestro insecto con forma humana. Su música es como dejar abiertos de forma simultánea y con caudal diferente setenta aspersores. Traducción, capas y capas de sonido, en este caso emparentado puntualmente con el jazz al que no le faltaban unos graves demoledores. Su actuación, hay entre el público quien afirmaba que se limitó a poner pistas del disco y meterle unos cuantos efectos, tuvo un pequeño lastre, y es que como "You're Dead" es un álbum de canciones, los silencios entre tema y tema rompían la torrencial musicalidad de la actuación. El mismo Flying Lotus haciendo sesiones en otros Sónar ha sido mucho más continuo y embriagante, todo y que a pesar de ellos su concierto mereció indiscutiblemente la pena.

Finalmente la juerga estalló con Pxxr Gvng, frente a cuyo escenario sólo se situaron dos tipos de espectadores: los amigos del grupo y la prensa nacional. Actuando como una verdadera pandilla, en escena llegó a haber cerca de un par de docenas de personas, muchas de ellas amigas bailando y, cuando tocó, perreando, el grupo transmitió naturalidad, convencimiento y actitud, aunque también una cierta sensación de fragilidad a la hora de enfrentarse con lo que llega, no otra cosa que un contrato con multinacional que puede acabar como el rosario de la aurora. Pero ahora mismo son un diamante en bruto en el ámbito del trap -una suerte de cruce entre el hip-hop y producción electrónica con bajos muy gordos-, y sus bases, también regetoneras, a cargo de Steve Lean, son estupendas. De hecho La Mala ya le ha usado como productor en un tema, y la misma Mala subió a escena para apoyar en un corte a esta banda que en cualquier sentido va a seguir dando que hablar. Y ha sido el Sónar, en una noche negra, el primer festival de campanillas en situarlos en un escenario. Lástima que el público extranjero tanga tan poca curiosidad por el producto local. Pero bien, esta vez había excusa, justo al lado Chemical Brothers multiplicaban al público como panes y peces en una boda en Caná.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_