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Divorcio tras 37 años de relación

El abrazo de Mas a la independencia rompe con la federación nacionalista CiU

Josep Antoni Duran Lleida (i) y Artur Mas, en una imagen de archivo.
Josep Antoni Duran Lleida (i) y Artur Mas, en una imagen de archivo. EFE

Convergència y Unió han dado por rota esta semana una relación de 37 años en la que las dos partes han sobrevivido a toda clase de avatares políticos, cambios de líderes y de Gobierno, hasta que la aspiración de la independencia se ha hecho imposible de llevar.

El partido que fundó Jordi Pujol en 1974 y el que nació en 1931 impulsado por Manuel Carrasco i Formiguera empezaron su convivencia política de hecho en septiembre de 1978, aunque no fue hasta el 2 de diciembre de 2001 que firmaron papeles.

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Ese día nació formalmente la federación CiU. “Somos un equipo de personas que queremos ser tu voz en las instituciones de nuestro país, desde los ayuntamientos a la Generalitat. Y también lo queremos hacer llegar a Madrid y a la Unión Europea”, puede leerse todavía en la web de la federación.

Aquel deseo de estar presente en el Congreso de los Diputados se plasmó en las generales de 1979, las primeras en las que concurrieron juntos ambos partidos. Anem per feina! (No perdamos el tiempo), fue el lema electoral de entonces, haciendo bueno el tópico del catalán emprendedor, y reclamaban en su cartel de campaña “economía, orden, bienestar y Estatut”. Pujol estaría apenas unos meses en el escaño, porque en 1980 se presentó a la presidencia de la Generalitat y ganó contra pronóstico las primeras autonómicas de la democracia. Luego seguirían otras diez victorias, aunque la unión de la izquierda evitó en 2003 y 2006 que CiU siguiera en la plaza Sant Jaume.

Las mieles del triunfo siempre fueron repartidas por el patriarca nacionalista, de manera que a Unió Democràtica nunca le faltó una cuota de consejeros, especialmente en las carteras de Justicia y Trabajo, que siempre les parecían reservadas.

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Los democristianos también tuvieron siempre su proporción de candidatos en todas las listas electorales. 75%-25% ha sido la cifra que se ha aplicado de manera genérica en estos años repletos de guerras soterradas por el liderazgo y acusaciones de deslealtad que siempre acababan en reconciliaciones.

La autoridad de Pujol parecía indiscutible para que el matrimonio siguiera unido, hasta que el suegro admitió que podía dar pocas lecciones de buen comportamiento político. El órdago político lanzado por Artur Mas y su persistencia en abrazar la independencia acabaron por confirmar la crónica de una ruptura anunciada, pues Josep Antoni Duran Lleida siempre ha dicho que no está por la secesión.

Ambos partidos parecen felicitarse ahora por la separación y emprenden vidas separadas, pero primero quedan por ventilar los flecos de la ruptura. El más simbólico, el papel de Duran en el Congreso, donde ahora es presidente y portavoz del Grupo Parlamentario Catalán, además de presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores. Se da por hecho que el grupo se partirá si lo permite el Reglamento y si no, actuará con dos portavoces distintos. Y después quedan los flecos de la deuda conjunta de 37 años de convivencia política.

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