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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El pacto de progreso o el dilema del prisionero

Claves para resolver la negociación tripartita de la nueva Generalitat Valenciana

Si dos prisioneros cooperan frente a la justicia obtendrán el resultado óptimo. Si apuestan por sus intereses particulares llegarán a resultados peores para cada uno de ellos. Tal vez demasiado esquemáticamente explicado, eso viene a decir lo que en la teoría de juegos se conoce como “el dilema del prisionero”. Salvando las distancias, es lo que ocurre con la negociación que el PSPV-PSOE, Compromís y Podemos mantienen para hacer posible un Gobierno de cambio que ponga fin a dos décadas de dominio del PP en la Generalitat Valenciana.

Los dos prisioneros, contra lo que se puede pensar, no son Ximo Puig y Mònica Oltra, que mantienen su aspiración a presidir el Consell, sino lo que ambos representan y las simplificaciones interesadas que proliferan en los medios solo contribuyen a confundir el fondo de la cuestión. Especialmente llamativa es la insistencia en dibujar a Oltra como una política que no sabe controlar su ambición, como una depredadora, ávida de televisión, que ha ido eliminando obstáculos en su camino y es ahora el único obstáculo al acuerdo. Como si Ximo Puig fuera, en su trayectoria partidista, un santo varón que no ha roto plato alguno para llegar donde está (que se lo pregunten a Jorge Alarte, por no remontarnos más). El paternalismo flagrante de tales visiones, por no usar un calificativo más hiriente, no hace honor a la aquilatada perspicacia de algunos opinadores.

Ni Puig ni Oltra están actuando movidos por emociones caracteriológicas, o no únicamente por ellas. De momento, están defendiendo sus posiciones de parte, como los dos prisioneros del dilema, a la espera de un motivo que les induzca a abrir paso a la cooperación efectiva. El PSPV-PSOE ha llegado a los resultados electorales del pasado 24 de mayo en tan delicadas condiciones que no puede permitirse perder el tren del Consell. Se trata del último tren posible, de la única forma de salvar los muebles ante un declive que va mucho más allá del escueto amago de autocrítica de Puig cuando asume que los socialistas tienen “un problema en las grandes ciudades”. Por su parte, Compromís vive un sueño, ha obtenido unos resultados espectaculares y se perfila como una fuerza de futuro. Pero su resultado se ha quedado corto para alcanzar sin más la presidencia de la Generalitat, por más que se empeñe en ello recurriendo a una contabilidad que suma sus 19 escaños a los 13 de Podemos para superar los 23 del PSPV-PSOE.

Ni Puig ha demostrado dominio de la escena política, es decir liderazgo, ante la situación ni Oltra empatía suficiente. Pero eso obedece a que saben que son dos prisioneros atados por la cuerda de una aritmética electoral que solo tiene una lógica: el gobierno de cambio. El líder de Podemos, Antonio Montiel, se sitúa en un papel de amigo facilitador que no va a mojarse más de lo que sea imprescindible en la resolución del dilema.

Los socialistas se enfadaron porque Pasqual Mollà, de Compromís, reafirmó el lunes, tras pactar las tres fuerzas las líneas programáticas de un futuro Gobierno valenciano, la aspiración a que Oltra sea presidenta. La reacción ha sido considerar suspendidas las relaciones “a la espera de que se normalicen”. Pero es que el dilema no se va a resolver sin poner las cartas sobre la mesa. Oltra rehúye las reuniones personales con Puig porque no está dispuesta a entregarle la presidencia sin hablar del Consell. Puig pretende que la líder de Compromís le ofrezca el trofeo por adelantado, como si fuera, otra vez, un pacto al estilo de los últimos tiempos de Lerma, cuando el PSPV-PSOE era una mayoría que solo precisaba apoyos parlamentarios. Las apelaciones a un eventual pacto con Ciudadanos, que implicaría el beneplácito activo del PP, más que una alternativa para el líder socialista, parecen el inverosímil amago de un suicidio.

Compromís ha hecho llegar a los socialistas la idea de un Consell con un presidente y un conseller en cap, independientemente de quién ocupe cuál de las dos funciones. La propuesta va más lejos, porque pretende visualizar un poder compartido, con el que se evite un uso táctico del Gobierno contra sus propios socios, como el que Susana Díaz hizo en Andalucía. A la espera de que se serenen las turbulencias, las delegaciones del PSPV-PSOE, Compromís y Podemos están citadas este miércoles para presentar el documento programático ya acordado y entrar a hablar de la constitución de las Cortes Valencianas, que se celebrará el jueves. El dilema de la presidencia se resolverá al final, o al mismo tiempo, que la estructura de un gobierno realmente pluripartidista. Y ganará o perderá el juego la sociedad valenciana.

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