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Zedda resucita Ermione en A Coruña

Como en otras primaveras, la OSG resurge como el mejor conjunto 'rossiniano' de Europa

La Temporada Lírica de la Orquesta Sinfónica de Galicia y Amigos de la Ópera de A Coruña ha llevado a cabo la reposición de Ermione. Esta ópera de Rossini, que Alberto Zedda ha dirigido en versión concierto, es una verdadera rareza. Es la segunda vez que se aborda en España y lleva décadas sin representarse a nivel internacional. Algo fácilmente comprensible por el altísimo nivel de dificultad de una obra que pone el listón a un nivel incluso más alto del ya habitual en el compositor de Pesaro.

La primera gran dificultad de Ermione es reunir un reparto con las capacidades vocales y dramáticas requeridas por la partitura, algo que únicamente puede lograr una personalidad de la categoría del maestro Zedda. Porque solo su energía vital y su absoluta sabiduría rossiniana pueden atraer como un potente imán a un grupo de cantantes de altísima calidad para trabajar durante el tiempo necesario para montar una difícil ópera, que ademas se va a ofrecer en versión concierto y en una única ocasión.

Y en este sentido hay que destacar en primer lugar a los cuatro solistas principales: la soprano Angela Meade, una Ermione con una inmensa fuerza dramática, servida por una voz llena de matices que llenó el Palacio coruñés de sonido, música y drama. El tenor Michael Spyres es, en realidad, un verdadero baritenore. Con una tesitura de casi cuatro octavas, es capaz de lograr las más limpias agilidades en las alturas y descender varias octavas de golpe sin perder ni un ápice de potencia y proyección, manteniendo además toda la enorme capacidad de expresión teatral que el personaje de Pirro requiere de su voz.

Si Rossini requiere especialistas en bel canto, pocos tenores pueden dar el papel de Orestes como Barry Banks, con unos sobreagudos de tal limpieza y aparente facilidad –la partitura exige de su parte doce do de pecho- que parecería que Rossini le hubiera visto por un agujero espacio-temporal para ofrecerle el papel como regalo de boda. Porque, al igual que Angela Meade, el tenor británico había contraído matrimonio pocos días antes de viajar a A Coruña. Una prueba más de la gran capacidad de convocatoria de Zedda, esa que puede dar a esta recuperación de Ermione el impulso que en su día dio, también desde A Coruña, a Il viaggio a Reims.

La mezzosoprano Marianna Pizzolato compuso una excelente Andrómaca, con una voz aterciopelada, llena de calidez, expresividad y sabiduría canora. Niccola Ulivieri, un viejo conocido de A Coruña por sus actuaciones en el desaparecido Festival Mozart, mostró en su voz y línea de canto toda la nobleza y serenidad del personaje de Fenicio. Por su parte, Francisco José Pardo se convirtió en el quinto protagonista del reparto con Pílades: un papel con más dificultades que ocasiones de lucimiento, que el tenor coruñés elevó con su canto a la categoría de coprotagonista. Los tres comprimarios, elegidos entre los alumnos del curso organizado por la Temporada Lírica de A Coruña y dirigido por Zedda hace meses, cumplieron dignamente en sus respectivos papeles.

Zedda infundió a los conjuntos coruñeses toda su energía y buen hacer. La Sinfónica respondió con su gran calidad de sonido y esa especial capacidad de transformarse en el mejor instrumento rossiniano de Europa que brota de ella cada primavera que es dirigida por el maestro milanés afincado en A Coruña. La colaboración de Massimo Spadano, su concertino, fue verdaderamente inestimable en los recitativos. Por su parte, el Coro de la Sinfónica -que dirige Joan Company- que ya actuó brillantemente en La Pasión según San Mateo, volvió a llenar el Palacio de la Ópera del brillo de sus voces y de ese creciente buen hacer que lo caracteriza desde hace ya tiempo.

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