_
_
_
_
_
obituatio
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Colectivo Jesús Lizano’, un poeta único

Defensor del "anarquismo poético", el poeta fallecido el lunes vivió en una soledad en la que muchos lo hemos acompañado

El poeta Jesús Lizano (Barcelona, 1931-2015), que acaba de fallecer, es autor de una extensa obra, muy original y de diverso registro, tan singular como lo ha sido él como persona. En un tiempo en que la poesía no goza del favor del público, Lizano llenaba las salas donde estaba anunciada una lectura suya como pocos poetas pueden hacerlo hoy. Un público diverso: de entusiastas seguidores suyos, aficionados a la poesía en general, y de otro sector que deseaba oírle y verle en unas intervenciones que tenían mucho del antiguo bardo y en las que la gravedad se alternaba con un humor que está en muchos de sus versos y por la manera como sabía hacerla llegar a sus espectadores. No estoy seguro de que todos supieran apreciar la profundidad de gran parte de su obra, prendidos como estaban por el humor y la extraordinaria gracia con que leía, por ejemplo, su famoso poema en el que convidaba a ministros, señores obispos, señoritos, vagabundos, músicos, guardabosques, alcalde, honorables, a que montaran en los caballitos. “¡Venga! –clamaba- ¡Honorables! Monjes, académicos, a los caballitos”.

Además de gracia y hondura, sus versos son muestra de un gran dominio de la técnica, del oficio de poeta. Lo demuestran, por ejemplo, sus magníficos sonetos, con el sabor de la poesía del Siglo de Oro y la modernidad de su humor. Muchos le consideraban un “raro”, a la manera que lo entendía Rubén Darío, pero su rareza y sus numerosas anécdotas, su actitud ante los demás y ante sí mismo, eran en él naturales. No hay fingimiento. No llegó nunca a desnudarse en público, pero desnudo aparecía siempre ante él.

Somos muchos los arrastrados a participar en sorprendentes iniciativas suyas. Como el paseo en golondrina que organizó en junio de 2002. Nos convocó a que nos reuniéramos previamente en las Ramblas, frente al Liceo, con pancartas en favor de la inocencia y el “anarquismo poético”. Y era cosa digna de ver, tantas personas de todo tipo, desde algunos con aspecto antisistema a un respetable poeta y científico (por algo ha donado su cuerpo a la ciencia) levantando sus pancartas con total entusiasmo y seriedad. Ya en la golondrina, Jesús leyó con altavoz sus poemas, enardeciéndonos a sus admiradores y despertando la curiosidad de pacíficos ciudadanos que paseaban en barquitos por el puerto y terminaron por rodear la golondrina, sorprendidos y divertidos por el espectáculo. Y tan encantado estaba el piloto de la golondrina que, en vez de la hora que había contratado Jesús, dejó que continuara la fiesta una hora más.

Este, y mucho más, ha sido Jesús. Decía que no hay personas, individuos, sino colectivos, y así firmó libros a veces como Colectivo Lizano. Entre él y yo, que éramos grandes amigos desde 1952. No es que lo fuéramos, sino que en nuestros dos colectivos había dos de sus componentes que lo eran (lo que hacía sospechar que consideraba que otros colectivos no tenían la misma conexión). Últimamente firmó libros también como Lizanote de La Mancha, porque debía ver en la locura y suprema cordura del Ingenioso Hidalgo un ejemplo a seguir.

Su singularidad como persona y la vastedad de su obra han dado como resultado un escaso reconocimiento de esta, aunque han sido también muchos los que, aisladamente, la han sabido ver. Y, por otra parte, jóvenes poetas que entienden la poesía en un sentido abierto, en el que es esencial hacer de ella un espectáculo, lo tienen como uno de sus maestros. Ante la desatención a su poesía por críticos y profesores, protestó con unas Cartas al poder literario, que enviaba a poetas conocidos, críticos y profesores. Y tuvo bastantes respuestas positivas. Pero la verdad es que no se le ha prestado el reconocimiento que merece. Su participación en un programa televisivo de Sánchez Dragó despertó un gran interés, sobre todo entre los jóvenes, tras lo cual recibió numerosas invitaciones para que leyera poemas, sobre todo en centros de tipo libertario. Precisamente la Fundación Anselmo Lorenzo, surgida de esos ámbitos, acaba de editar sus últimos libros, que permanecían inéditos, en dos gruesos volúmenes. Su aventura vital y poética la resumió él mismo en la introducción al volumen que reunía su opera omnia: “Nació en la soledad y termina (en un día que desgraciadamente llegó el pasado lunes) en la mayor soledad”. Una soledad en la que hemos sido muchos los que le hemos acompañado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_