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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Carta abierta a los candidatos

Carlos Andradas, recién elegido rector de la Universidad Complutense pide a los futuros gobernantes una política universitaria que desarrolle sinergias entre los distintos agentes sociales y económicos

Carlos Andradas

Hoy los ciudadanos de la región de Madrid acudimos a las urnas para elegir la composición de la Asamblea de Madrid en los próximos cuatro años y, con ello, del Gobierno de nuestra Comunidad, lo que tiene una importancia decisiva para el presente y futuro de la educación pública madrileña y, en particular, de las universidades. Como universitario y rector electo de la Universidad Complutense de Madrid, me atrevo a hacer llegar estas reflexiones a los candidatos a la presidencia regional.

La primera es sencilla: vean ustedes a las universidades públicas madrileñas como lo que son, un inmenso valor para nuestra región desde el punto de vista científico, social y económico. Nuestra Comunidad cuenta con seis universidades públicas que constituyen un polo de conocimiento, investigación y desarrollo muy singular a escala nacional y europea, lo que hace del sistema universitario de Madrid un verdadero motor de la educación superior en España. Los diferentes indicadores nacionales e internacionales sitúan a las universidades madrileñas entre las mejores del país y entre las primeras en varias áreas a escala internacional.

Hay numerosos estudios sobre el valor aportado por la universidad. Sobre cómo cada euro invertido en ella es devuelto con creces en términos económicos, tanto por el valor añadido que supone la inserción de profesionales cualificados en las empresas de la región como por la actividad generada directamente por la universidad: el desarrollo de empresas subsidiarias a la docencia e investigación, alojamiento, manutención, ocio, transportes, congresos, etcétera. A ello hay que añadir intangibles como el nivel educativo, el prestigio, el posicionamiento internacional de la región, vida cultural, etcétera. Queremos que esto se note aún más en nuestra región trabajando conjuntamente para mejorar la colaboración con el tejido empresarial; para incrementar el número de empresas innovadoras y de alta tecnología; para mejorar el nivel de inserción laboral de nuestros estudiantes y para contribuir activamente a la formación a lo largo de la vida, de modo que todos los ciudadanos perciban la universidad pública como una institución que enriquece a nuestra Comunidad.

La segunda reflexión se refiere a la necesidad de definir un modelo de relación entre las universidades y la Comunidad basado en la colaboración, la confianza y la exigencia mutua. Debemos avanzar hacia un modelo de financiación de contrato-programa por objetivos que permita una planificación plurianual con unos presupuestos suficientes, estables y sostenidos sobre los que las universidades puedan construir sus políticas académicas y apuestas estratégicas a largo plazo. Todo ello rindiendo cuentas puntualmente sobre el grado de cumplimiento de los objetivos comprometidos. Las universidades no solo no temen ser evaluadas sino que, al contrario, deben serlo, y estoy seguro de que superarán estos escrutinios, siempre que se den unas condiciones de partida adecuadas.

La tercera es sobre el sinsentido de que los estudiantes madrileños paguen por sus estudios más del doble de lo que lo hacen en otras regiones del Estado. Nuestros estudiantes han sufrido en los últimos años un aumento superior al 60% de las tasas académicas, un esfuerzo que fundamentalmente recae sobre las espaldas de las familias y que expulsa de nuestras universidades a estudiantes por motivos económicos. No basta con la congelación de las tasas, sino que es necesaria y urgente una rebaja de la presión económica que hace hoy desigual y difícil el acceso a nuestra universidad pública madrileña a muchos jóvenes con talento y ganas. Espero y deseo que dicha rebaja sea una de las primeras decisiones que tome el nuevo equipo de educación de nuestra Comunidad.

Finalmente, creo que es urgente prestar atención a la inversión regional en I+D. A pesar de que el porcentaje del PIB regional de gasto en I+D en la Comunidad de Madrid está por encima de la media nacional, esto no se debe ni mucho menos al gasto público del Gobierno regional, que es bastante reducido y que adolece, además, de una estrategia clara de investigación acorde con el gran potencial de Madrid.

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La sociedad madrileña necesita un compromiso decidido y responsable de nuestros gobernantes con las universidades públicas. No basta con la gestión ordinaria de esta competencia, con administrar ingresos y gastos. Necesitamos una política universitaria activa que desarrolle sinergias entre los distintos agentes sociales y económicos, que impulse a nuestros centros universitarios al nivel de excelencia que merecen y que, en definitiva, contribuya al avance y mejora de nuestra región.

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