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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El pianista serio

El Palau de la Música aplaude a un Ivo Pogorelich que les ignoró pero que les apabulló con un torrente de notas interpretadas magistralmente

El Ivo Pogorelich (Belgrado, Yugoslavia, 1958) de hoy tiene poco que ver con aquel enfant terribledel teclado de hace treinta años. En aquellos tiempos ya era un pianista serio, pero ahora es un hombre de una seriedad absoluta, granítica, rayana en la adustez. Pogorelich no sonríe ni cuando saluda y saluda con la soltura y el garbo de un embajador en una presentación de credenciales.

Toca Pogorelich abstraído, ajeno casi siempre al público, como si entre él y la sala hubiera un muro. Su tocar es impecable e implacable, rotundo, percusivo en los pasajes de agilidad, imponente, exacto, deslumbrante. La posición es hierática, el gesto inexistente, la expresividad gélida, la implicación emocional, desconocida y, sin embargo, todo está en su sitio, todo perfectamente calculado, todo minuciosamente preparado y ejecutado con una seriedad y una solvencia absolutas, sin trampas ni recursos o efectos engañosos de cara a la galería.

Ivo Pogorelich

Obras de Liszt, Schumann, Stravinski y Brahms. Temporada de conciertos Ibercámera. Palau de la Música Catalana. Barcelona, 21 de mayo

En su recital en el Palau, que se repetirá en Lugo (29 de mayo) y La Coruña (30 de mayo), Pogorelich tocó un programa terrible, durísimo, agotador, tanto para él como para el auditorio: Après un lecture de Dante. Fantasia quasi sonata, de Liszt; Fantasía Op.17, de Schumann y, en la segunda parte, Tres movimientos de Petrushka, de Stravinski y Las variaciones sobre un tema de Paganini Op.37, de Brahms. Todo un órdago que despachó a un nivel impresionante.

Al final de su actuación hubo dos tipos de reacciones: una parte importante del público aplaudió cortesmente pero se marchó enseguida, no podían más, les habían apabullado con un torrente de notas interpretadas magistralmente por un individuo que, eso sí, apenas si había reparado en la existencia del público. Otro sector se puso en pie y aplaudía enfervorizado a un artista que emanaba poder, autoridad, capacidad, solvencia y rigor, un hombre de una personalidad insólita que sabe mucho de la soledad del artista y que no tiene nada que ver con los productos prefabricados que salen hoy con asiduidad de los departamentos de mercadotecnia de las discográficas. Todos tenían razón. Ivo Pogorelich es un pianista muy serio.

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