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Les Tres Torres y La Marina del Prat, dos Barcelonas opuestas ante el 24-M

El barrio que más vota casi quintuplica la renta y duplica la participación del que menos

Clara Blanchar
Un funcionario prepara las urnas para las elecciones municipales de mañana.
Un funcionario prepara las urnas para las elecciones municipales de mañana.CARLES RIBAS

La regla no falla: cuánta mayor es la renta de un barrio, mayor es la participación en las elecciones y más votos cosechan los partidos de derechas. Por la misma regla de tres, los barrios humildes son más abstencionistas y apoyan más a los partidos de izquierdas. Conscientes de ello y teniendo en cuenta que en Barcelona las encuestas pronostican una victoria muy ajustada de CiU o de Barcelona en Comú, estos últimos y PSC, ERC y la CUP han intentado movilizar el voto en los barrios más humildes. Los datos confirman la norma: entre el barrio que más vota y el que menos hay un abismo.

Les Tres Torres casi quintuplica la renta de La Marina del Prat Vermell. Duplica la participación. Las proporciones en el apoyo a derecha e izquierda también son inversas en estos dos barrios de una ciudad que tiene 73. Veamos.

Les Tres Torres, distrito de Sarrià. Renta de 224 sobre la media de la ciudad, de 100. Y récord de participación entre los 73 barrios de Barcelona. Votó el 65,1% del censo. De 7.464 votos, casi 6.000 se los repartieron CiU (3.874) y PP (2.110). PSC, ICV y ERC sumaron 761.

En el otro extremo, La Marina del Prat Vermell, Zona Franca, Sants-Montjuïc. Renta de 59, por debajo de 100. Y el barrio donde menos gente fue a votar, junto a Torre Baró, en Nou Barris: el 28,7% del censo, 252 personas. Depositaron 117 papeletas para el PSC, 42 para el PP, 40 para CiU, 13 para ICV y 4 para ERC.

Les Tres Torres tiene 16.161 habitantes y es un barrio consolidado. La Marina del Prat Vermell, tiene apenas 1.144 y es un barrio periférico que aguarda la construcción de hasta 30.000 viviendas. El estallido de la burbuja del ladrillo las paralizó. Pese a las diferencias, el barrio que más vota y el que menos, comparten algunos detalles. Por ejemplo: nadie se ha acercado hasta allí a hacer campaña, subrayan los vecinos. Ni se han molestado en colgar carteles electorales en las calles. Llegas a uno en ferrocarriles o al otro en bus y ni rastro de que el domingo haya elecciones.

“Aquí se había hablado siempre mucho de política, hay muchos convergentes, pero con todo lo que ha pasado…”, habla bajito la dependienta de un colmado de la calle de las Escoles Pies, que se refiere a los casos de corrupción y mira a lado y lado, no fuera que alguien la escuchara. Si los detalles cuentan, en Tres Torres en el escaparate de la farmacia hay publicidad de las cremas de Isabel Preysler; hay pisos de alquiler que cuestan más de 2.500 euros al mes y muchos edificios —casi todos a cuatro vientos— tienen entrada para el servicio. No es raro ver sirvientas de uniforme paseando un perro.

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O porteros como Manuel. Bata azul y fumando en la calle. Él había votado al PSOE, “toda la vida”. Pero está “harto de chorizos”. Charla con uno de sus vecinos, que revela que votará “CiU, como siempre”. ¿Y además de la factura que pueda haber pasado la corrupción, la crisis, se ha notado? “Si acaso, en que la gente tiene menos”, coinciden el portero y su vecino.

El cabreo en la Zona Franca está más a flor de piel. El metro que los candidatos de todos los partidos políticos prometen es visible solo con un cartel que está desconchado de viejo. “Ya está hecho, pero no corre”, exclama Joan señalando el asfalto del paseo de la Zona Franca. 90 años y la cabeza de un chaval: “Solo hacen que prometer dinero… para las carteras de los demás” dice entre carcajadas. Dialoga con Vicenç, 82 primaveras. Vive en la superviviente Colònia Bausili: “Ya no me creo a los que cuando dicen tres, son dos”.

Joan y Vicenç aseguran que han votado durante mucho tiempo, pero que también llevan tiempo sin votar. Aquí los detalles también cuentan. Medio barrio son industrias cerradas que rodean los seis bloques del Prat Vermell. La calle de Ulldecona y los solares contiguos están patas arriba. Los carteles de las vallas muestran imágenes de cómo quedará. Nada que envidiar a la Diagonal.

A la flamante comisaría de los Mossos le llaman El Cuartel de los Ciegos: “porque hacen la vista gorda con los trapicheos”. No hay tantos toxicómanos como cuando existía el poblado de Can Tunis, pero los hay. Y en la plaza del Nou, que debe el nombre al bus del que todo el barrio depende, ya no para el 9, sino el rebautizado como H16.

Llega la mujer de Vicenç del otro lado del paseo. Carga bolsas del Mercadona, donde lo compra “todo”. Con solo dos tiendas en el barrio, no es exagerado afirmar que les ha cambiado la vida. El supermercado está bajo tierra. Como el metro. Pero son otros ritmos.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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